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viernes, 7 de noviembre de 2008

En nombre de ciertas ideas

Por Iván García

A partir de 1959 la ideología constituyó el plato fuerte en la vida del cubano. En nombre de ciertas ideas sagradas se comenzaron a tender trampas. Divisiones familiares, divorcios, ruptura de viejas amistades. Comenzó el plan cotidiano. Se desataron verdaderas cacerías de brujas en defensa de una causa exótica y ambigua. En esas persecuciones cayeron criminales batistianos que sembraron de cadáveres la Isla, pero también se aprovechó la ocasión para apretar obstinadamente el gatillo de la ideología.


Una mayoría asintió en silencio. Pero esto no impidió que surgieran criterios discordantes desde el principio. 1961 fue el inicio de la primera ofensiva revolucionaria contra los intelectuales, aunque los escobazos alcanzaban a todo aquel que osara criticar o diera alguna interpretación liberal distinta a lo que para "los de arriba" era una obra justa y humana. No había espacio para la discrepancia. Fueron entonces emplazados los tramposos después de años de aplaudir, al decir del poeta.

El acoso ha sido sistemático y contínuo. Una rueda que no deja de girar aplastando escritores, músicos, poetas, religiosos y hasta homosexuales. A su debido tiempo, todos han sufrido por no respetar las ideas oficiales ni el peso de una ley despótica. Actualmente la escoria es la disidencia, la prensa independiente y una nueva clase: los indisciplinados sociales.

Para el régimen los que no cumplen con las reglas establecidas por ellos pasan a ser materia prima de la propaganda "imperialista". Por eso son peligrosos los orientales, los que alquilan sus viviendas, los que no pagan impuestos, el que posee una "paladar" (restaurante privado). Estos "peligrosos sociales" deben de estar conscientes de que están a las puertas del purgatorio. O de lo contrario, cruzar el mar y llegar al "imperio" donde también pueden ser rechazados. Mas lo cierto es que la categoría de "apestados y traidores de la patria y el socialismo" es los que más abunda, explícitamente, o bajo la epidermis de los simuladores que "apoyan" al régimen.

Contradicciones siempre existen en un país anómalo como Cuba, marcado por campañas relámpagos y consignas, sea para elevar la producción o la represión, pero siempre al compás de la improvisación. Nuestro José Martí avizoró lo que en su criterio era un ejercicio desmesurado de poder, en una memorable carta al general Máximo Gómez: "Un país no se manda como si fuera un campamento." Profético. Constantemente estamos en guerra, real o imaginaria. El problema es no dejarnos tranquilos, mantenernos movilizados, en jaque, como si nos alimentáramos para ello con todo ello.

Desde 1959, cuando se quiere justificar el desastre ocurrido en Cuba, el argumento socorrido es simple: la CIA y el enemigo imperialista. Los calificativos no varían y ya son el más común de los denominadores: traidores y anexionistas. Pero si no pueden cargarle la culpa al imperialismo y al embargo -el gobierno dice "bloqueo"- entonces "responsabilizan" a la naturaleza con sus lluvias, sequías, ciclones o altas temperaturas. No hay paz con nadie.

El pueblo lo dice en voz baja: "Están arando en el mar." Orestes, jubilado y holguinero de pura cepa, lo definió de esta manera: "No se puede coger lucha, pues el problema de ellos es mantenerse en el poder. Hay que replegarse y mantenerse quieto. Después de la tormenta siempre viene la calma."

(Publicado en Cubafreepress el 8 de julio de 1998)

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