Por Iván García, desde La Habana
Parece una burla. A escasos 200 metros de la estación de policía hay una gallería. La entrada cuesta 10 pesos. Se vende ron, cerveza y pan con lechón, entre otras ofertas.
En medio de una gritería ensordecedora, un gallo desplumado y feo le propina un mortal espuelazo a su contricante favorito, alto y rozagante. Mi vecino, sentado a mi diestra, me cuenta que el gallo hermoso era su preferido, por sus ocho peleas invictas. Pero el gallo feo y desplumado le puso fin a su victoriosa carrera.
El cuadro de una gallería es digno de ver. Aparte de las peleas, hay habilitadas varias mesas donde se juega siló, cartas y cubilete. A pesar de la modestia del lugar, el dinero corre en abundantes cantidades.
Las peleas de gallos, como los rodeos, son de gran aceptación entre el campesinado cubano. De esto me doy cuenta observando a los asistentes: a pesar de sus cadenas de oro y de su ropa de la shopping, se nota el origen provinciano.
El hombre sentado a mi derecha, me dice que el gobierno no se opone ya a las peleas. Según él, en Managua, el ejército tiene varias gallerías, habilitadas con todos lo "hierros", para los extranjeros amantes de los gallos, que por miles vienen a la Isla.
Otra lidia de gallos va a dar comienzo. Es la última de la cartelera dominical. Me percato que es la pelea esperada por la avalancha de gente que se arremolina frente a la arena. Al empezar el pleito, arrancan las apuestas.
"Voy con 200 monedas a Cresta Roja", dice un negro con cara de pocos amigos. En eso me entero que "una moneda" equivale a 5 pesos. "500 al Diablo", contesta un hombre blanco. A medida que los gallos se enfrentan entre sí, en las gradas el delírio y las apuestas aumentan.
Por el rostro de la gente noto que para ellos esto no es un vicio, sino una pasión. La bulla me tiene aturdido. Me paro con la intención de irme, cuando en esos momentos el gallo negro, apodado El Diablo, descoyunta a su rival con un espolazo en la cabeza. La gallería se viene a bajo. Las apuestas andaban por los 20 mil pesos.
Miro para mi vecino.. Está introduciendo gruesos fajos de billetes en una lata de galleta. "Compay", me dice, "gané 14 mil pesos. No hay nada mas emocionante que ver un gallo sin plumas y cacareando".
Mientras espero la guagua para regresar a la casa, me sonrío por la similitud con los gallos derrotados. Para escribir esta crónica me gasté los últimos veinte pesos que tenía. Así que yo también puedo decir que me quedé como el Gallo de Morón.
(Publicado en Cubafreepress el 4 de marzo de 1998)
Desde mi blog: Reflexiones al desnudo
ResponderEliminarMe sonrío con el final. Una pelea de Gallos no la he contemplado pero me gustaría. Las imágenes muy dicientes.
Besitos para tu alma desde Medellín, Colombia!!
por la libertad de los presos y de los pobres gallos prke no se sacan la kresta entre uds k les da con los pobres animales bestias
ResponderEliminarSALADINO