domingo, 1 de julio de 2007

LO QUE LA REVOLUCIÓN NOS DEJÓ (IV y final)


Existir, no pensar

El verde caimán de la enseñanza se divide en cuatro etapas: Primaria, de preescolar a sexto grado; Secundaria, de séptimo a noveno grado, y Preuniversitario (bachillerato), del décimo al duodécimo grado. Los que concluyen el noveno grado pueden optar por estudios en institutos tecnológicos y graduarse de algún oficio y reciben un diploma de técnico medio. Los que tienen aptitudes artísticas o deportivas pueden aspirar a una escuela de arte o de educación física y deportes.

La cuarta etapa es la Universidad, que también ha crecido en comparación con cuarenta y cinco años atrás. En la isla existen 46 instituciones universitarias, aunque la Universidad de La Habana sigue siendo la más grande e importante. La meta es de 169 centros de nivel universitario, uno en cada municipio. Una locura. Una nación pequeña como Suiza, pero altamente desarrollada, con más de diez Premios Nobel, dispone de 10 universidades cantonales y dos escuelas politécnicas federales, una en Zürich y otra en Lausana.

Escuelas hay en Cuba de todo tipo y en cualquier lugar, excepto colegios privados y religiosos. Desde hace más de una década, la Iglesia Católica cubana viene pidiendo que el gobierno les permita tener sus propios colegios, como medio siglo atrás. Castro estudió en uno de ellos, el Colegio de Belén, regido por padres jesuitas. Distintas órdenes religiosas tenían centros de enseñanza en toda la isla. Lo ha pedido el Cardenal Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana, máxima autoridad del catolicismo nacional. Y también lo ha pedido el Papa, quien en enero de 1998 visitó Cuba. Pero el gobierno no quiere ceder espacio a la iglesia en la rama educacional. Sus motivos son simples: desde los primeros grados hay una fuerte carga ideológica en la formación de los educandos.

Muchos niños de segundo y tercer grados que ya saben leer, no saben quién es Antoine Saint-Exupèry o Hans Christian Andersen, autores infantiles mundialmente conocidos, pero sí quiénes son Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos, incluso por encima de patriotas como José Martí y Antonio Maceo. En octubre de 1999, el jefe del departamento ideológico del comité central del partido comunista, Rolando Alfonso Borges, expresaba: “La primera trinchera político-ideológico con los niños es la escuela” (Granma, 16.10.99). Lo decía en la clausura del II Taller Nacional sobre el trabajo político ideológico del sistema educacional, efectuado en Santiago de Cuba. Alfonso Borges recalcaba: “Los primeros combatientes son los maestros y demás trabajadores de la enseñanza”.

Un mes después de ese taller, el 25 de noviembre, con la descomunal campaña propagandística que se puso en marcha en pro del retorno a Cuba del niño balsero Elián González, quedó más que evidente cuán perfeccionada está la labor de adoctrinamiento político, que se inicia en el preescolar y no concluye hasta que un cubano muere.

El departamento que dirige Borges no sólo se ocupa de la politización en el sistema educacional, sino también en la cultura, el deporte, las ciencias, los sindicatos, las organizaciones juveniles y, por supuesto, los medios (radio, televisión, periódicos y revistas).

Décadas atrás era más importante saber desarmar en minutos un fusil Ak-47, de fabricación soviética, que conocer a Mozart. El ruso era el idioma principal, después del español. Hoy las cosas han cambiado y el inglés ocupó el lugar del ruso. Castro en persona se encarga de revertir la cultura en una nación donde no hay analfabetos, el nivel escolar mínimo es de noveno grado y existen 800 mil graduados universitarios. La meta es hacer de Cuba una potencia cultural a la vuelta de diez años, en 2013.

De momento, muchos están en cero. En los últimos tiempos, con el auge del video y la computación, la tendencia es ver programas-basura, telenovelas latinoamericanas, shows televisivos realizados en Miami y películas de tiros y sangre producidas en Hollywood. En literatura el panorama no es muy halagüeño. Proliferan las novelitas rosas y de vaqueros, pero los ministerios de Cultura y Educación laboran arduamente para cambiar el panorama. Una solución ha sido la impresión de rústicas bibliotecas familares con clásicos de la literatura cubana y universal y la organización annual de ferias del libro, entre otros proyectos.

Pero cultura y libertad tienen que ir de la mano, o no marchan. Existe censura. Es larga la lista de libros subversivos y de autores no gratos: Vargas Llosa, Cabrera Infante, Jorge Edwards, Carlos Fuentes, Reinaldo Arenas, Zoe Valdés, George Orwell. El poeta Raúl Rivero, 59, condenado a 20 años de privación de libertad, en estos momentos en una cárcel de Ciego de Ávila, a 400 kilómetros de su domicilio, también está prohibido en la isla.

En 1961 Fidel Castro fue tajante: “Con la revolución todo, contra la revolución nada”. Por lo tanto, la política editorial es supervisada por el departamento ideológico del partido comunista. Entre sus misiones está “orientarnos” qué debemos leer. Cierto que antes de 1959 había solamente 32 bibliotecas públicas y hoy existen 392, sin contar 6 mil escolares. Pero no somos libres para elegir lo que queremos leer, sean libros, periódicos o revistas.

El eslogan la universidad es para los revolucionarios se cumple a rajatabla. Hasta el 12 grado cualquiera puede estudiar, proceda de una familia de católicos, santeros, masones, disidentes oTestigos de Jehová. Pero no todos pueden acceder a las aulas de nivel superior. En la década 1960-70, incluso en los 80, todavía los que confesaban su credo religioso eran excluidos. A principios de los 90, cuando el socialismo en Europa se fue a bolina, Castro permitió en su partido la entrada de creyentes -el libro Fidel y la religión, de Frei Beto, se convirtió en un best seller nacional.

La “apertura” no fue incondicional: quien piense distinto y sus concepciones políticas no coincidan con las oficiales, no tiene acceso porque la universidad es para los revolucionarios. Tampoco existe autonomía universitaria. Javier, 21, estudiante preuniversitario, se queja de la excesiva propaganda política. “Es tabú hablar de democracia o derechos humanos en el aula o comentar sobre la situación de los presos políticos, pues pones en peligro tu carrera”. La politización incluye otros aspectos: en los albergues estudiantiles se mira con malos ojos a los que pegan publicidad occidental en sus taquillas o a los que visten ropa con marcas capitalistas o emblemas estadounidenses.

Dentro del concepto publicidad occidental entra desde fotografías de autos hasta afiches con Jennifer López, Ronaldo o Madonna. Lo políticamente correcto es adornar con los símbolos patrios, fotos del Che y de artistas locales como Silvio Rodríguez. “Lo que la prensa no critica es el mal estado de los albergues”, dice Rosa, 23, una de los 41 mil becarios en residencias estudiantiles. Su hermana Elvira, 31, afirma que sus años como becada universitaria los recuerda como un infierno chiquito. “Hubo de todo: sexo, promiscuidad, robo, bebidas alcohólicas y hasta mariguana”.

Para tratar de enmendar la situación y conducir a los jóvenes por el camino correcto, la Federación Estudiantil Universitaria ha tomado cartas en el asunto. Hassan Pérez, líder estudiantil de hablar atropellado y famoso por su incondicionalidad al regimen, está intentando cambiar el panorama y demostrar que el hombre nuevo existe y no hay necesidad de clonarlo. Y exhorta a los estudiantes a olvidarse de las podridas sociedades de consumo y poner el alma y el corazón al servicio del estado socialista de obreros y campesinos.

Que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba

Eso dijo el Papa durante su visita del 21 al 25 de enero de 1998. Su presencia en la isla fue el suceso más importante en 45 años de revolución. A seis años del histórico acontecimiento, se puede aseverar que fue un golpe de efecto del gobierno cubano. Juan Pablo II criticó el embargo, para beneplácito de los gobernantes locales. Y donde ha sido más dañino el embargo ha sido en la educación y en la salud.

Pero el pastor que vive en Roma criticó también al Estado cubano por alejar a niños y jóvenes de sus familias, enviándolos a estudiar y trabajar en las conocidas escuelas en el campo. Según el Sumo Pontífice, estas becas en el campo han sido culpables del desarraigo familiar y la promiscuidad sexual -la edad promedio en que las niñas cubanas comienzan a tener relaciones sexuales es a los 12 años y se ha vuelto común atender a adolescentes de 14 y 15 años embarazadas, muchas de las cuales acuden a hacerse abortos, y a otras no les queda más remedio que parir un hijo no deseado.

La iglesia no ve con buenos ojos esa realidad. Oscar, 47, empleado bancario, hizo lo indecible para que su hija, Dayana, 16, pudiera matricular en un preuniversitario urbano. “Mi hija tiene problemas de salud y no puede becarse en el campo, pero si hubiera sido saludable, hubiera pagado lo que me pidieran por un certificado médico, porque yo estuve becado y sé cómo las muchachas son tratadas, no s?olo se ven obligadas a hacer sexo con sus compañeros, sino también con los maestros”.

Cuando el Santo Padre pidió que Cuba se abriera al mundo estaba mandando un mensaje de ida y vuelta a las autoridades. El fundamental: para mantener logros como la salud y la educación debemos democratizar la sociedad. Entonces el mundo comenzaría a abrirse a Cuba. Ni lo uno ni lo otro ha ocurrido. Castro sigue encerrado a cal y canto en su concha. Medio planeta critica la falta de libertades y la represión desatada en marzo de 2003, que llevó a la cárcel a 75 opositores y periodistas independientes.

El mundo reconoce los avances logrados en salud y educación. Mas con eso no basta. Mientras, los cubanos estamos en una encrucijada y para una mayoría el futuro es una mala palabra. Cuba, de acuerdo al gobierno, es un paraíso. Y lo reafirma con cifras impresionantes en sus dos vitrinas.

Pero estos números y datos nada le dicen a Amparo, la madre de la joven de 21 años que murió de una hemorragia interna a consecuencia de un embarazo ectópico. También le son ajenos a Leticia, la maestra que por impericia médica convivió con un cáncer maligno durante dos años. Quien crea que está viva por la quimioterapia se equivoca. “Estoy viva por mi fe en Dios”. Y la felicidad que encontraba en su aula ahora la encuentra en la iglesia.

Para estas dos mujeres, los aplausos a la revolución ya cesaron. Una se refugia en el Señor para aliviar la pérdida de su hija y la otra para rogarle que le pemita vivir un poco más.

ACLARACIÓN: A principios de noviembre de 2003, tres semanas antes de mi salida de Cuba, desde Francia me llamó Denis Rousseau, en ese momento corresponsal de AFP en Estrasburgo (y junto con su esposa, Corinne Cumerlato, autores del libro La isla del doctor Castro), para pedirme la redacción de un artículo, de 20 a 25 cuartillas, sobre la salud y la educación en Cuba. El trabajo, me dijo, saldría en el primer número de 2004 de la revista Politique Internationale, a propósito del 45 aniversario de la revolución cubana, y por él pagarían de 300 a 400 euros. Acepté con la condición de hacerlo con mi hijo, Iván García, también periodista independiente, pues ante la inminencia del viaje me era imposible asumirlo sola. Arduamente trabajamos los dos. Logramos terminarlo el 20 de noviembre, cinco días antes de mi partida. Ese mismo día enviamos el original a París, a Patrick Wajman, de la redacción de Politique Internationale. Nunca llegamos a saber si el señor Wajman lo recibió, si le pareció bien y si lo llegaron a publicar. Tampoco, por supuesto, recibimos un céntimo. Estaba ya en Suiza cuando en diciembre mi hijo decidió enviar una copia de LO QUE LA REVOLUCIÓN NOS DEJÓ a la Sociedad Interamericana de Prensa, en cuya web (www.sipiapa.org) fue publicado en enero de 2004. Tania Quintero, Lucerna, 23.4.07

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