lunes, 9 de abril de 2007

CONFESIONES PERIODÍSTICAS

Por Tania Quintero


En la revista Bohemia donde yo comencé a trabajar en 1974 había una serie de libertades. Hasta que llegó 1980 y con él una chilena llamada Marta Harnecker, teorizante del socialismo y esposa de Manuel Piñeiro, alias Barbarroja (Piñeiro fue jefe del Departamento América del Partido Comunista de Cuba, en esa función fue el principal organizador del apoyo cubano a las guerrillas en América Latina. Murió de un “paro cardíaco” mientras manejaba su auto en La Habana, el 11 de marzo de 1998).


La Harnecker vino con una propuesta al director, Angel Guerra, para hacer una encuesta sobre la prensa. El Cuarto Poder o algo así, no me recuerdo bien, se titulaba. Ella la iba a dirigir y se organizaron varios grupos de trabajo. A mí me pusieron en uno, pero esa encuesta no pasó del primer trabajo: el primero que se publicó le costó el puesto al director.

Estoy hablando del año 1980, un mes o dos antes del éxodo por el Mariel (desde el puerto habanero del Mariel, a unos cien kilómetros al este de la ciudad de La Habana, en cuatro meses alrededor de 125 mil personas se fueron de la isla y en esa misma época dos millones de cubanos declararon su deseo de abandonarla después de que Fidel Castro anunciara que dejaría salir al que quisiese). Antes, en el mes de abril, ya había ocurrido lo de la Embajada del Perú (en menos de cuarenta y ocho horas cerca de 11 mil personas ingresaron a la Embajada de Perú en La Habana con la intención de emigrar). O sea estoy hablando de un año que ideológicamente la revolución estaba muy mal, aunque no lo parecía. Lo del Mariel fue un mazazo terrible y a nivel privado muchos periodistas lo pensaban y comentaban.

A partir de ahí la prensa cubana no se recuperó mas. No solamente fue destronado el director de Bohemia, Angel Guerra, sino que también fue destituido Orlando Fundora, jefe del Departamento de Orientación Revolucionaria, el DOR, como le llaman a la secretaría ideológica del comité central del partido comunista. Fundora estuvo un tiempo en “plan piyama”, en su casa, y después fue nombrado presidente del Movimiento Cubano por la Paz.

En la redacción –voy a decir una palabra poco femenina- los periodistas se apendejaron. En Cuba la gente coge miedo, habla bajito aquí y allá, siempre en ciírculos cerrados, no comenta nada en voz alta, porque la gente siempre está tratando de proteger su salario para mantener a su familia. En el caso de los periodistas oficiales tenemos que pensar que ellos tienen posibilidades que no tiene el ciudadano de a pie, como viajar, sino fuera del país, pueden ir a provincias, participar en eventos donde pueden comer, resolver algo y conocer algún extranjero.

Es una actitud cobarde, pero es una reacción similar a la de todo el pueblo, porque es la reacción propia y lógica de todos los regímenes como el cubano, de callarse, de no denunciar, de no crear problemas, de no hacer nada.

La gran estafa

Yo nunca estuve sentada esperando los planes temáticos que hacía el departamento ideológico del partido: “Ahora esta semana hay que escribir sobre el aniversario de la revolución o el aniversario de Martí o esto y lo otro”. No, no. A mí se me ocurrían las cosas y como se me ocurrían las cosas tenía posibilidades de hacer lo que me gustaba, porque a mí se me habia ocurrido.

Entonces siempre logré tener contactos y hablar y, sobre todo, discutir con los políticos. La cosa ésta de la política la llevo dentro y por eso discuto y le escribo a todo el mundo. A los que dirigían la prensa siempre les decía: “Ustedes no les pueden pedir peras al olmo” Porque querían hacer “un periodismo militante y creador”.

Y el problema es que un periodismo militante no puede ser creador, pues se contradicen totalmente. O quizá podría hacerse en Argentina o en Brasil, donde uno puede criticar al presidente. Pero es que en Cuba no se puede hacer un periodismo crítico, no se puede criticar al sistema ni al partido.

Y después ocurría que venían los periodistas extranjeros y hacían grandes entrevistas, grandes reportajes. La diferencia estribaba en que ellos tenían libertad para hacerlo y los periodistas cubanos no.

Yo comencé a trabajar en Bohemia como periodista, pero ocupando una plaza de secretaria, al mes me pagaban 163 pesos (menos de 7 dólares al cambio actual). A pesar de ello, logré buenos trabajos, escribí para las páginas económicas, culturales, nacionales, históricas. En 1978 hice un serial sobre los alemanes antifascistas en Cuba, trabajo que me valió una invitación a la República Democrática Alemana.

Estuve tres semanas, en junio de 1979, invitada por el ministerio de relaciones exteriores de la RDA. Y déjenme decir que ese ministerio después dijo que la periodista más productiva que los había visitado había sido yo. Solamente de ese viaje en Bohemia publiqué 50 páginas, ustedes pueden ir a los archivos de la revista o a la Biblioteca Nacional y contarlas.

Junto con el elogio me gané una crítica: “Parecía mentira que fuera una periodista socialista, porque me había comportado como una capitalista”. Ellos no podían entender que me había comportado en la RDA como me comportaba en Cuba. No publiqué ni una palabra de la visita que hice a una fábrica de Berlín llamada Rosa Luxemburgo, porque yo quería hablar con los obreros y con quien quisiera y unas personas a nombre del partido, el sindicato y la administración me recibieron de una manera muy formal, en una oficina con café y galleticas.

Al día siguiente a la señora del ministerio de relaciones exteriores que me atendía le dije que eso no era lo que yo quería y, por lo tanto, no iba a publicar nada. También tuve una discusión muy fuerte con esa misma funcionaria, porque sin consultar con ella, me entrevisté con el hombre que en ese momento era el presidente de la asociación de judíos alemanes y en la RDA ése no era un tema que a ellos les interesara divulgar. Con la periodista Cathèrine Gittis fui al cementerio de los judíos en Berlin y los del departamento de prensa volvieron a disgustarse, dijeron que eso estaba fuera del programa.

En Bohemia publiqué un primer serial titulado “El país de los cochecitos”, algo bastante novedoso y ameno. Era la primera vez que salía del país y a mí me impactó ver a las madres con niños en cochecitos por todas partes. En la Cuba de 1979 encontrar a una mujer con su bebé en un coche era como encontrar un cosmonauta por la calle.

Ese serial salió en cuatro partes y en él describía cómo era la gente, cómo vestía, el transporte, las carnicerías, llenas de carnes, salchichas y quesos. Comparado con Cuba, la RDA tenía mucho mas desarrollo, era un semitotalitarismo. Ellos tenían la cuestión ideologica ésa tan fuerte con la Alemania Federal y me dí cuenta que había un mal de fondo, pero no tuve una idea mas exacta hasta que no leí libros como “La gran estafa”, del peruano Eudocio Ravines.

Ese tipo de literatura me abrió un poco más las entendederas, porque yo estaba en el bosque y no veía los arboles.

Espacio conquistado

En 1982 pasé a la televisión cubana. Ya tenía 40 años y había quien pensaba que a esa edad no iba a poder adaptarme a un medio totalmente diferente, con otro estilo.

Empecé de guionista en distintos programas, fuí reportera del Noticiero Nacional de Televisión y mi último trabajo fue como realizadora de un espacio que se llamaba Puntos de Vista, de encuestas en la calle, un programa de debate y opinión que salió al aire entre 1986 y 1992. Hasta hoy, ha sido el programa más polémico que ha tenido la televisión cubana.

Después estuve cuatro años cobrando mi salario sin trabajar, no me daban contenido de trabajo poque mi hijo, Ivan García Quintero, en marzo de 1991 había sido detenido por la Seguridad del Estado, acusado de “propaganda enemiga”. Sin saberlo, había pasado a una lista negra y en la televisión prefirieron que yo cobrara mi salario sin hacer nada.

Entonces en 1995, cuando Raúl Rivero crea la agencia de periodismo independiente Cuba Press, prácticamente no tenía nada que perder, a no ser el salario: 250 pesos, unos 10 dólares al cambio actual. Tenía 57 años, me faltaban tres años para jubilarme y decidí dar ese paso y arriesgarme a ser periodista independiente.

Mi curriculum de trabajo se inicia en agosto de 1959, o sea, en 2002, cuando hago este relato, tendría 43 años de trabajo, que se tiraron por la borda y no me han reconocido. No cobro jubilación, no cobro nada, no tengo ningún derecho social, ni sindical, no tengo nada, nada.

Aqui estoy, ya llevo siete años en el periodismo independiente. Escribo todo lo que se me ocurre, critico al sistema y a veces también a la disidencia y al propio periodismo independiente, porque es la libertad que uno se ha ganado. Una corresponsal en La Habana del Sun Sentinel, que tiene 30 años y es puertorriqueña, me decía por teléfono que ella no entendía eso que dicen los disidentes cubanos que “hemos conquistado un espacio”. Y le respondí:

-Mira, hemos conquistado un espacio porque yo misma he estado detenida, me han hecho un acto de repudio frente a mi casa, han registrado mi domicilio, me ha visitado la Seguridad del Estado, me han amenazado, me han cortado el teléfono, me han vigilado y he continuado escribiendo.

Y uno sigue haciendo las cosas y, bueno, pasa el tiempo y ellos lo ven a uno con cierto respeto.

Creyendo y no

En 1991 mi hijo Iván fue detenido por la Seguridad del Estado, estuvo dos semanas en Villa Marista y para que no fuera enjuiciado mediaron Enrique Román, entonces presidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión y Carlos Aldana, quien en ese momento era considerado el número tres del régimen (entre 1975-79 Aldana había estado en Angola como jefe de propaganda de las tropas cubanas y en septiembre de 1992, cuando se encontraba al frente de los departamentos ideológico y de relaciones exteriores del partido comunista, fue abruptamente separado del cargo. Después de su destitución fue nombrado director de un balneario de las fuerzas armadas en Trinidad, provincia de Sancti Spiritus).

Hoy él tambien es periodista independiente. Escribe para Cubaencuentro.com y para la página de la Sociedad Interamericana de Prensa. Su fuerte es el deporte, pero también es muy bueno escribiendo crónicas sociales y artículos políticos.

Cuba Press, el grupo de Raúl Rivero, se fundó el 23 de septiembre de 1995 y yo envié el primer trabajo unos días después, el 12 de octubre. Iván también se incorporó desde el principio. Nunca había escrito ni una carta. Aprendió sobre la marcha y ahora Raúl dice que es uno de los que mejor escribe.

La detención de Iván va a provocar que yo, a la larga, pierda mi trabajo en la televisión: dejé de ser una periodista “confiable”. A Iván lo detuvieron junto con tres muchachos más del barrio, estaba ajena a todo, la Seguridad pudo probar que yo estaba al margen de sus andanzas. Me dijeron que ellos pintaban carteles antigubernamentales, todavía a ciencia cierta no sé qué hacían. En la Seguridad del Estado me interrogaron y me enseñaron varias pancartas y al oficial le dije: “Eso no lo hizo mi hijo, porque él tiene faltas de ortografía y, además, ésa no es su letra. No lo estoy defendiendo, simplemente le estoy diciendo la verdad”. Bueno, la cuestión es que no lo enjuiciaron, ni a él ni a los otros tres.

Fíjense que yo comienzo en el periodismo independiente en septiembre de 1995 y a mí no me expulsan del ICRT hasta el 4 de abril de 1996. Había consultado con un abogado y me había dicho: “No, no, tu te vas todos los meses a cobrar tu salario, ellos son los que tienen que decirte que no puedes cobrar más o que va a pasar contigo”. Recuerdo que en marzo del 96 a mí se me hacía muy dificil ir a cobrar, porque hablaba por Radio Martí, públicamente disentía e iba a cobrar mi salario, algo que en cualquier país democrático no es un delito, pero en Cuba sí. Pero el abogado habíá insistido en que no dejara de ir, que fueran ellos quienes me lo negaran.

Cuando uno da ese paso de disentir, empieza uno a tener situaciones con vecinos, amigos, familiares, personas que parecían ser muy allegadas y te encuentras que de pronto cogen miedo y te dan la espalda. Pero también descubres personas que tu no considerabas tan cercanas, con quienes no te unían grandes vínculos y se te acercan y te dan la mano.

Pasar de creer en la revolución a dejar de creer en ella es un proceso y lo primero que uno tiene que hacer es canalizarlo interiormente. Porque si uno psíquicamente no está preparado es muy difícil.

Simplemente periodista

Soy periodista, simplemente. No me considero oficial ni nada. Trato de estar siempre bien informada de la actualidad mundial y también de lo que ocurre dentro del país y en las filas de la disidencia. Me limito a visitar a las personas que no temen recibirme, personas que me ayudan, que saben que no tengo un centavo y me prestan o dan dinero o un poco de comida, porque están sensibilizadas con mi situación.

Otra cosa que quiero decir, es que cuando uno es disidente tiene que poseer un olfato o una intuición especial para poder mantener alejados a todos los informantes, colaboradores y agentes infiltrados por la Seguridad del Estado.

Por eso es que ando sola y no quiero a nadie alrededor mío. Yo boté de mi casa a una amiga, pues me di cuenta que la mandaba la Seguridad, para saber cómo vivíamos, quién nos visitaba, cualquier cosa, para después irlo a informar. Es muy difícil, sobre todo cuando uno sabe que dentro de los grupos de la disidencia y el periodismo independiente hay infiltrados de la Seguridad. Pero eso no lo hacen solamente en Cuba, también en Estados Unidos y en otros países donde hay exiliados cubanos.

La gente me respeta, no se me acercará, pero me respetan. Le pongo un ejemplo: en 1997 la Seguridad del Estado pidió a los vecinos que cuando yo pasara escupieran y a mí no sólo no me escupieron, sino que vinieron a decírmelo. También me dijeron que habían mandado a algunos vecinos de la cuadra a vigilarme, porque decían que yo tenía una computadora en la casa.

Mucha gente ha ido perdiendo el miedo, pero les falta ese arranque final de valor. Es comprensible, todavía el régimen es poderoso y constantemente está haciendo demostraciones de fuerza y tiene todos los recursos para movilizar a las masas.

Y muchos no se deciden a disentir porque sopesan y dicen “no, no puedo arriesgarme a quedarme sin trabajo ni nada, no tengo a nadie que me respalde, no tengo familia afuera que me ayude si un día me pasa algo”. Saben que si a uno lo encarcelan, lo llevan a una prisión en el otro extremo de la isla. Porque cuando aquí condenan a alguien, condenan también a la familia.

Esperanzas

Me comunico anónimamente, así como ando, vestida como cualquier mujer simple, sin alardear que soy periodista ni nada. Voy en los carros esos de alquiler de diez pesos, porque no se puede coger el transporte público, y ahí se habla y yo, callada, escuchando. En esos taxis pueden caber hasta ocho personas, pero lo normal es que vayan cinco.

A veces alguien dice: “En Cuba todo el mundo habla, pero nadie hace nada. Hablan y después se van a la plaza y todo el mundo va a votar y ése es el problema que tenemos los cubanos, que hablamos aquí en los carros y en las casas, pero no hacemos nada”. Entonces yo salto y respondo: “Un momentico, eh, eso será con ustedes, no conmigo. Me llamo Tania Quintero Antúnez, nací en La Habana el 10 de noviembre de 1942, toda mi familia fue comunista, era periodista del gobierno y desde 1995 soy periodista independiente, hablo por Radio Martí, por la BBC y otras emisoras internacionales, me llaman del Canal 23 y de todas partes y recibo en mi casa a toda clase de periodistas extranjeros, así que eso no va conmigo”.

Nadie contesta, todos se quedan callados. Mas de una vez lo he tenido que hacer y también en la cola de la carnicería, en el barrio todos saben quien soy y por eso mismo cuando alguien se pone a echar pestes del gobierno, en voz alta digo: “Comentarios no, por favor, hagan las cosas como hay que hacerlas, porque las cosas hay que decirlas de frente y sin miedo”. Y doy media vuelta y me voy.

Aunque soy miope, veo lo que pueda ver y todo lo que pueda oir lo oigo. Mi nieta dice: “Abuela, tu siempre estás hablando con la gente en la calle”. Y es verdad, siempre estoy queriendo saber la opinión de las personas. Regularmente visito a amigos que a su vez tienen a conocidos en el gobierno y así me entero de muchas cosas. O que viven en lugares céntricos o trabajan en empresas importantes y también por ahí obtengo información.

Ando mucho por las calles, a veces tarde en la noche, por ello pude escribir sobre los travestis. Hacía tiempo que no andaba a esas horas por La Rampa y me dí cuenta cómo había cambiado, con tantas jineteras, homosexuales y policías.

En ocasiones vienen personas a mi casa y me cuentan cosas, porque por teléfono tienen miedo contármelo. Me considero una mujer totalmente libre.

Mi nieta todavía no sabe estas cosas, ya las sabrá. No tengo ese conflicto interno, de tragar bilis todos los días, esa impotencia de callar y de aguantar. A fin de cuentas, todos queremos cambios pacíficos y no lo que hizo Fidel Castro para llegar al poder, de coger las armas y atacar un cuartel.

Tengo la esperanza, y estoy segura, que mi nieta podrá disfrutar de otra Cuba. Aunque tenga yo que irme para que ella un día regrese, vamos a ver.

2 comentarios:

  1. Aparece su foto y no su nombre. La chilena se llamaba, se llama, Marta Harnecker, disculpen la errata.

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  2. Sra. Tania Quintero: Me siento muy honrado de poder leer sus testimonios y su posición tan vertical ante la dictadura.Valiente cubana, gracias y sigo sus narraciones tan verídicas.Gracias.

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