Google
 

lunes, 6 de mayo de 2024

La Reina de las calles de La Habana


Desde 1918 oficialmente se llama Avenida Simón Bolívar, pero todos los habaneros la conocen por la calle Reina.

En su tramo inicial se construyó en 1840 el edificio más lujoso de toda Cuba, el Palacio de Aldama y prácticamente termina en la Iglesia más alta de la Isla, el Sagrado Corazón de Jesús y San Ignacio de Loyola, construida entre 1914-1923 . De estilo gótico, posee una torre de 77 metros de longitud sobre la que, a su vez, se alza una cruz de bronce de 6 metros. La base está conformada por tres amplias naves de inmensas ventanas, hermosas vidrieras y columnas interiores, según el diseño propuesto por los padres jesuitas.

Por sí sola, esta Iglesia justifica una visita a la calle Reina, anticipo de las maravillas que esconde su vecina Habana Vieja. La gente común, que transita sin reconocer sus cualidades, amontonada entre edificios, céntricas barriadas y calles estrechas que impiden su plena admiración.

Fue en 1844 cuando la calle ganó el nombre de Reina, Calzada de la Reina, en homenaje a Isabel II, la hija de Fernando VII, que un año antes había comenzado a regir los destinos de España. Con sus 13 cuadras de extensión, Reina comienza donde termina el Paseo del Prado, en el Parque de La Fraternidad al lado de la Fuente de La India y durante su recorrido atraviesa las calles: Industria, Amistad, Águila, Ángeles, Galiano, Rayo, San Nicolás, Manrique, Campanario, Lealtad, Escobar, Gervasio, Chávez hasta llegar a Padre Varela (Belascoain) y a partir de allí se llama Carlos III (posteriormente el castrismo le pondría Salvador Allende, pero nadie la identifica por el nombre del chileno).

Reina es una calle popular y legendaria con antiguos y grandes edificios, de varios estilos arquitectónicos que se destacan en ambas aceras, y los múltiples usos de sus inmuebles la convierten en eje vital en lo doméstico, comercial, cultural, religioso, educacional y de salud.

En Reina conviven el Art Decó y el Art Noveau (estilo de arte ornamental que floreció entre 1890 y 1910 en Europa y Estados Unidos con Tiffany, Gaudí y Toulouse, entre otros), con edificios coloniales y góticos. El transeunte lo mismo encontrará una vivienda, un gran almacén, una imponente iglesia, un parque o un jardín casi escondido. En lo alto, balcones que sobresalen, con preciosas rejas como obras de arte, grandes columnas de los más variados estilos, molduras en yeso, imponentes portones junto a sobrias y pequeñas entradas.

Sorprendentes escaleras interiores con balaustradas incompletas que denuncian el esplendor de antaño, junto a un moderno inmueble. A uno y otro lado de la calle había casas residenciales de dos y tres plantas, pero sin los portales de Galiano. A Reina también se le llamó Camino de San Antonio el Chiquito, por conducir al ingenio de igual nombre que estaba donde está hoy la otrora Plaza Cívica.

En la parte donde la cruza la calle Águila existió un placer sombreado con un semicírculo de bancos donde se reunían por la tarde los viejos y los políticos a formar tertulia y beber el refresco de moda, por eso se le conocía como El Mentidero. En Reina 352 esquina a Lealtad destacaba una casa al más puro estilo Art Noveau, construida en 1910 por el empresario José Crusellas Faura. Muy cerca en el No. 301 esquina a Campanario, en la misma época y con el mismo estilo, se construyó El Cetro de Oro, un edificio de tres plantas.

El narrador, periodista, novelista y poeta Enrique Labrador Ruiz (1902-1991) y su esposa María “Cheché” vivieron durante largos años en Reina 107, donde atesoraban una de las bibliotecas particulares más grandes de que se tenga noticias en Cuba. En el No. 360 resaltaban los vitrales, hermosos trabajos de herrería y lucetas decorativas en la fachada de la residencia del patriarca de las letras cubanas, Antonio Bachiller y Morales.

Algunos de los negocios e inmuebles existentes en la calle Reina antes de que a Cuba llegara la tormenta de 1959.

Abogados: Dr. Pánfilo Camacho en Reina 107 y Dr. Manuel Villalón Groso, en Reina 410. Médico: Dr. Nicolás Bello, en el No. 214.Dentistas: José Alonso Lemus en Reina No. 214 y Alberto de Cárdenas, en el 454. Droguería Alcázar en Reina 219.

Bares o Cafés: Aldama en Reina1, Hollywood en Reina 72, Especial de Reina en el No.151, El Popular, en el No.156, El País en el No. 202, Unión en el No. 265, Salón Cuba en el No. 307 y El Polo esquina Ángeles.

Cámara de Comercio China en Reina 161. Carnicerías: Benjamín Robles en el No. 351 y Heriberto Vega en el 270. Cines habia dos, el Reina, en el No. 112 y el Cuba, en el No. 309. Colchonería La Casa Sánchez, en el 107, y el Conservatorio Carlos A. Peyrellade en Reina 453;

Dulcería La Flor de Reina esquina a Lealtad. Comercios de efectos eléctricos: Casa Edison en los Nos. 214-216, La Casa Eléctrica en el 210, Casa Marconi en el 317 y la Casa Radar, en Reina 162. Tienda de efectos religiosos: Al Bon Marché en el No. 467. La Escuela Elemental Artes Plásticas radicaba en Reina 362. Ferreterías: La Cerámica en el No. 214 de Méndez y Cía. y Feíto y Cabezón en el No. 301.

Funeraria: Vega Flores, en Reina 306. Convento de María Reparadora en el 409 y la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús en el 463. Joyerías: Aldama en Reina No. 1, El Estilo, en Reina 57 entre Águila y Ángeles, La Estrella, en el No. 7, Fiancé en el 203, Ritz, en el108, Roxy, en el 204 y La Joya en el 65. Juzgado Municipal del Sur en Reina 303. Laboratorio Vieta Plasencia en el 310. Librería Canelo en el 259. Locerías: La Cerámica en Reina 217, La Criolla en el No. 59, La Mariposa de Reina en el 256 y La Moderna en Reina 53.

Mueblerías: La Idea en el No. 63, La Cordial en el 315, Quevedo en el 404 y La Colonial en el 315. Peleterías: Bolívar en Reina 117, La Diana en el No. 51, El Gallo en el 110, Myriam New Deal en el 7, La Ópera en el 105 y Vanidades en el 263.

Periódicos: El País y Excelsior en Reina 158. Policía Secreta en el 402; Radios: Audioland en el 262. Tiendas de ropa: Almacenes Inclán en el No. 55, Almacenes Ultra en el 109, Creaciones SA-LO en el 209, Sears Roebuck en Reina y Amistad, Los Precios Fijos en Reina No. 9 esquina Águila. Sastrerías: El Arte en el 61, Internacional en el 254, York en el 266 y Abraham Stein en Reina 209.

Álvaro. J. Álvarez
Libreonline, 26 de marzo de 2024.
Video de la calle Reina que el periodista uruguayo Fernando Ravsberg subió hace nueve años a su blog Cartas desde Cuba.
Nota.-: En Reina 314 funcionó desde el 1 de abril de 1943 hasta el 12 de marzo de 1948 la emisora Mil Diez, que junto con el periódico Noticias de Hoy fueron órganos del Partido Socialista Popular.

lunes, 29 de abril de 2024

Juana y su hermana


La más grande creación de Neris Amelia Martínez Salazar fue una excéntrica diva de cabarets llamada Juana Bacallao. No fue fácil darle forma porque, para cuando terminó de hacerlo, allá por los últimos años cuarenta, Neris se ganaba la vida como sirvienta en una casa de ricos.

—Ella [Juana] nació pelá, con una mano adelante y la otra p’atrás. Tuve que tirarme de cabeza en la noche habanera para sacarla a flote —contó muchos años después, en una de las pocas declaraciones públicas que Juana le permitió, pues para entonces la arrolladora personalidad de la creación había consumido casi por completo a la creadora.

Los relatos de ambas solían contradecirse, y al principio ni siquiera se pusieron de acuerdo en la fecha de nacimiento de cada una. Según Neris, la deidad negra de los cabarets en Cuba surgió a finales de aquella década, cuando el compositor Obdulio Morales la escuchó cantar mientras limpiaba una escalera; por su parte, ella había nacido el 25 de mayo de 1925. Enseguida, la segunda contestó diciendo que de eso nada, nananina, porque ambas vinieron al mundo aquel 25 de mayo, solo que en esa época sus rasgos más distintivos no habían emergido.

—Artista no se hace, se nace —remató Juana.

Neris terminó aceptando que compartían esta fecha, aunque no el signo zodiacal: ella había nacido en Géminis, mientras que Juana lo hizo bajo el signo de «Calamar», o eso le soltó cierta vez a una perpleja Raffaella Carrà, quien nunca entendió del todo lo que acababa de escuchar.

Más tarde llegaron otras discusiones. Cuando Neris defendía que nacieron en Calzada del Monte, en La Habana, dentro de una familia muy pobre, con un padre estibador y una madre lavandera, atrás venía la otra a decir que en Atarés. Entonces Neris cambiaba su versión y aseguraba que fue en el Vedado, a lo que Juana, para que la suya quedara como la definitiva, respondía con más detalles. Según la artista, fue en Lealtad No. 103, en Cayo Hueso, y el padre, aunque trabajaba en el puerto, tenía responsabilidades que iban más allá de simple estibador. La madre, aseguraba también, no era una lavandera cualquiera, porque no todas las negras de la zona tenían el honor de lavarle y plancharle las ropas a Juan Gualberto Gómez.

Aunque con el paso de los años Neris fue desapareciendo frente al empuje de Juana, alguna que otra vez emergió para desmentirla, lo que terminaría dejando un pequeño archivo de entrevistas contradictorias. Nunca se supo a ciencia cierta si el primer viaje de ambas a Estados Unidos fue de la mano de Marlon Brando, quien las habría llevado a cantar en Las Vegas, como dijo una vez Juana, o si fue a través de una presentación del Cabaret Tropicana en Los Ángeles (¿o fue en Broadway?), ya siendo ambas ancianas, como defendía Neris. Tampoco quedó claro si el encuentro con Michael Jackson fue en los camerinos, donde, según la exempleada doméstica, se desmayaron en cuanto les dirigió la palabra, o si, como sostuvo Juana, fue encima de un escenario en que ella no solo le robó el show al Rey del Pop, sino que, de improviso, comenzó a azotarlo con un mazo de yerbas mientras le cantaba a Yemayá.

En lo que sí coincidieron fue en que, de muy niñas, quedaron huérfanas de madre y padre, por lo que fueron internadas en el colegio de monjas de las Oblatas de la Providencia. Las hermanitas religiosas no advirtieron que ya existía Juana Bacallao, quien, aunque todavía no contaba ni con nombre propio, impulsó a Neris a fugarse y ganarse la vida limpiando casas. Pero Obdulio Morales sí intuyó su presencia desde el principio. Fue, como dijeron ambas, en una escalera; un día cualquiera de finales de la década de los cuarenta. Obdulio estaba montando por entonces un espectáculo en el Teatro Martí llamado El milagro de Oshún; ya lo tenía armado, excepto por que todavía no le había preguntado a la popularísima vedette Rosita Fornés si quería hacer uno de los personajes. Así lo contó Juana, casi 60 años después, en una entrevista publicada en Cuba Escena:

—Obdulio para mí es el símbolo de un hombre muy grande porque hizo a muchas estrellas. A Mercedita Valdés él la hizo. Él me explicó: tú vas a ser Juana Bacallao. Y yo le dije: ¡qué nombre más feo! Y él: sí, pero te va a traer suerte. Entonces le contesté: Déjeme hablar un momentico con la señora de la casa, que es la que me tiene aquí, trabajando. Ahí empezó el tira y encoge entre Neris Amelia Martínez Salazar y Juana Bacallao. Neris, pa’enfrentarse a un público, no servía. Neris es una persona. Las personas son un despetronque y están hechas de muchas dobladeras, como las sábanas que doblas p’acá y p’allá y siempre se estrujan.

La obra fue el debut de Juana, que se sintió como pez en el agua en los ensayos con Candita Batista, Celeste Mendoza y Miguelito Valdés, todas figuras de renombre en las noches habaneras. "Yo soy Juana Bacallao", la guaracha con que entraba al escenario del Teatro Martí en aquellas presentaciones, se convirtió en la piedra angular del pequeño repertorio que mantendría casi intacto durante las siguientes siete décadas. Aunque nunca la cantaría dos veces de igual forma. La pieza de Obdulio Morales terminaría siendo más de cien canciones distintas, apenas vinculadas entre sí por el título y el estribillo.

Durante la siguiente década, Juana Bacallao compartió escenarios con estrellas de la talla de Bola de Nieve, Celia Cruz y Benny Moré. En 1956, Nat King Cole montó con ella uno de sus números en Tropicana, y apenas un año después apareció en la película Yambaó, aunque como extra, haciéndole coros a las voces de Olga Guillot y Ninón Sevilla. Su carrera, sin embargo, no terminaba de despegar. Juana, a decir de ella misma, era una nicharda «feíta pero refrescante», y sólo por eso la aceptaban en algunos cabarets. Pero resultaba difícil competir con las grandes divas de entonces, bendecidas todas con voces o figuras deslumbrantes.

Donde sí le abrieron las puertas de par en par fue en los pequeños centros nocturnos de las playas de Marianao que, si bien no estaban entre los más afamados, eran quizá los más auténticos o los más populares entre la gente de a pie. La sabrosura, el cubaneo, el escándalo y el baile frenético a zapato quitao solo se podían encontrar allí, sobre todo en el cabaret Pennsylvania, donde el mítico percusionista conocido como El Chori le sacaba rumbas lo mismo a un tambor que a una hilera de botellas de cerveza.

El otro sitio donde la recibieron como a una reina estaba a un salto de mar: República Dominicana. Tanto gustó allá Juana que, según ella, el mismísimo Rafael Leónidas Trujillo la invitó a una cena elegante con su familia. En una situación así, Neris se hubiera paralizado de miedo, porque la misma Juana estuvo a punto de hacerlo. Mucho tiempo después, la diva contó que lo primero que le pasó por la cabeza fue: «¿Pero qué me invento yo ahora con todos estos cubiertos, que ni sé pa qué sirven, al lado de este hombre, que to’ el mundo dice que ha matao a mucha gente?».

Sin embargo, echó mano a su personalidad irreverente («En el mundo del arte, si no tienes gracia, si no le caes bien a la gente, mejor retírate», también habría de decir), y comió como se le vino en gana, seguramente exagerando sus falsos modales. A Trujillo aquello le divirtió tanto que la hizo hija adoptiva de República Dominicana. Años más tarde, en Santo Domingo bautizaron una calle con su nombre. O eso aseguraba ella.

En Cuba, sin embargo, seguían sin aceptarla del todo, lo que a veces la obligó a dejar salir a Neris para que dedicara las horas de sol a la limpieza de casas. Durante los primeros años de la Revolución tampoco la tuvo fácil. El mismo gobierno que en nombre de la moral censuró el desenfreno de las noches habaneras, y hasta sus representaciones, se negó a darle espacio en la televisión por considerarla a ella demasiado grosera y su música de mal gusto.

—La Habana es rara por la noche. Complicadita es La Habana. ¡Mira que le han dado a la noche de La Habana! Le han dado con todo y por tos laos. Y ella ahí. Estropeadita. Pero ahí, completa, bajo las estrellas llueva, truene o relampaguee —dijo Juana, a sus 80 años, de la ciudad que la hizo una figura del espectáculo, aunque es posible que solo estuviera hablando de sí misma.

Para triunfar extremó sus rasgos más característicos hasta límites insospechados, y se apropió de cada una de las expresiones populares que aprendió en las noches del Pennsylvania. Era consciente de que no tenía una gran voz ni dotes actorales para representar otro papel que no fuera el de Juana Bacallao. Por eso hizo de su persona un show andante: el de la mujer irreverente, coqueta y excéntrica a la vez, a quien todo le importa un carajo. Perseveró como nadie. Cuba, que era un país lleno de divas de la noche, se fue quedando sin ellas, pero Juana Bacallao siguió inamovible, esperando su oportunidad.

Para siempre, Juana Bacallao reinaría sobre los escenarios, y muy pocos habrían de conocer los momentos en que no se exponía al público. Esos estaban reservados para Neris, una mujer obsesionada con la limpieza y la colección de muñecas.

Cuentan que hubo una época en que las autoridades de la isla decidieron otorgar, evaluación mediante, los certificados de artista, y Juana, que no tenía estudios («Solo tuve la escuela de la calle», diría), debió presentarse ante una comisión encabezada por Omara Portuondo. Portuondo, que tiempo después se convertiría en la diva del Buena Vista Social Club, debió partirse de la risa cuando la vio llagar con el cuento de que un incendio le había quemado las partituras y que solo le había quedado un papelito chamuscado e ininteligible… Juana terminó con evaluación A, la más alta.

Su extravagancia conquistó el espectáculo nocturno. La mímica, el baile, la parodia y los dicharachos que soltaba entre canción y canción la volvieron una estrella en el Sans Souci, el Caribe, el Ali Bar, el Palermo, Tropicana, el Copa Room y el Parisién. Aunque su show más recordado fue La Caperucita se divierte, realizado durante años en el Capri, junto a Dandy Crawford, Gladys León y el cuarteto Los Meme. «La Caperucita se divierte… ¡Y de qué manera! La coquetería femenina se debate con la caballerosidad de un lobo enamorado… ¿Qué sucederá después? Cuando usted lo vea, [¡]se sorprenderá!», voceaba el cartel de este espectáculo de cabaret, quizá el más icónico de los sesenta en Cuba.

Juana Bacallao comenzaba a ser leyenda, no solo por su impresionante variedad de pelucas de colores, sus trajes de lentejuelas, su manía de cambiar las eles por las erres, sus juegos de palabras (Venecia siempre fue para ella «Venecia sin ti»), y sus simulaciones («Yo siempre he sido una mujer muy fina», decía con delicadeza, para luego rematar con un agresivo: «¿De qué tú te ríes, asere? Ponte pa’ esto y armoniza»), sino también por sus anécdotas.

Dicen que una vez fue al ballet, y que cuando tuvo cerca a Alicia Alonso le dijo: «Ya yo vine a tu espectáculo. Te espero en el mío». Y también que, en uno de sus viajes a Estados Unidos, cuando se acostó a descansar en la cama de su habitación y descubrió que se trataba de un colchón de agua, salió gritando: «¡Auxilio, los yanquis me quieren ahogar!». Y que, durante un homenaje a José Martí, con la excusa de que había olvidado el poema «Los zapaticos de rosa», improvisó un verso: «… el aro está por la libre y el balde por la libreta». Las historias de su irreverencia son infinitas, y puede que sean todas ciertas, o solo algunas, o ninguna. Esa incertidumbre fue también parte del show.

Durante mucho tiempo anduvo con el auricular de un teléfono en el bolso, que de cuando en vez sacaba para fingir una conversación totalmente improvisada y absurda, incluso antes de que existieran los celulares. Además, solía cambiar a su antojo las letras de las canciones y hacer pasar jerigonzas sin sentido por frases en inglés. Juana Bacallao ponía a bailar, pero también a reír, y en el club nocturno habanero El Gato Tuerto lo consiguió hasta el último espectáculo, cuando ya rebasaba los 90 años. Su versatilidad en los escenarios la hizo finalmente merecedora de reconocimientos oficiales, desde la Distinción a la Cultura Nacional y la medalla Alejo Carpentier hasta el Premio Nacional del Humor.

—Los artistas deben ser personas sencillas. Yo siempre he sido la misma, no me he creído cosas. Pero, imagínate, anduve por Jólivu, pisé el piso de Jólivu, y eso no lo hace to’ el mundo —decía, burlándose de sí misma, y después añadía—. Yo le he dado la vuelta al mundo, pero como Cuba no hay nada.

No hubo entrevista o presentación en la que Juana no le agradeciera «al pueblo de Cuba». De hecho, cuando salía al extranjero y alguien le hacía alguna pregunta incómoda, casi siempre vinculada a su filiación política, ella respondía, invariablemente, con un agradecimiento al pueblo cubano… hasta hacer desistir al entrevistador. Por supuesto, cantó en actos políticos del régimen y figuró en escenarios cuya función principal era hacer propaganda en medio de alguna nueva «batalla» impulsada por el gobierno, pero siempre se las ingenió para que su show pareciera auténtico. En 2013, por ejemplo, cuando el régimen montó un espectáculo por la liberación de los cinco espías cubanos, Juana Bacallao hizo de las suyas en tres ocasiones durante los pocos minutos que duró su presentación: primero, confundió a los llamados «Cinco Héroes» con Los 5u4, un grupo musical muy popular en la isla a finales de los años sesenta; luego, señaló a un funcionario en el público y se refirió a él y sus acompañantes como «Fulanito y sus secuaces», y al final gritó a todo pulmón: «¡Pero qué buenos están los Cinco, caballero!».

Juana fue bien recibida en todas partes de la isla, pero también por el exilio cubano en Miami. Y hasta por la venerada Celia Cruz, con quien compartió escenario por segunda vez, luego de 40 años, en Francia. En más de una ocasión, cuando le preguntaron el secreto de su carisma, respondió:

—A mí la gente me quiere porque nunca tuve palanca. Toda mi arte me la hice sola. Y, lo más importante, nunca le hice daño a nadie.

Por su parte, Neris Amelia Martínez Salazar apenas salió a luz pública, siempre para dejar claro que a Juana Bacallao la había creado ella.

—A Juana la armé como un rompecabezas, con trocitos de aquí, aquí, aquí —decía, mientras se señalaba distintas partes del cuerpo. A la otra aquello no debió causarle mucha gracia.

—Ya la persona que soy, Neris, casi ni sale, solo a veces, en las madrugadas, cuando me desvelo y me dan ganas de levantarme y ponerme a peinar muñecas —confesó.

Este 24 de febrero, a sus 98 años, murió Neris, la exempleada doméstica que nunca pudo domar a su otra yo. Dicen que también murió Juana Bacallao, que como vinieron al mundo juntas, juntas también se fueron. Pero eso nadie puede asegurarlo.

Darío Alejandro Alemán
El Estornudo, 26 de febrero de 2024.
Video: Documental sobre Juana Bacallao que en 1989 le hizo Miriam Talavera, ICAIC. Tomado del blog Desmemoriados. Historias de la Música Cubana de Rosa Marquetti Torres. Ver también Juana Bacallao casi cien años.

lunes, 22 de abril de 2024

Juana Bacallao, sin puerto seguro

Nunca he visto a Juana Bacallao como creo la ve el común de los cubanos. Siento que se le recibe muchas veces como la fuente suprema de la que emana – o debe emanar- la gozadera de los demás, una especie de artilugio sin alma, emisor de un consumible llamado hilaridad, en rigor, alguien de quien se espera provoque más risas y menos sonrisas con su sola presencia. Alguien en quien hay que pensar únicamente en estos términos.

Siento que se le ve -como a muchos actores de la escena y la pantalla- como una predestinada a incitar la carcajada que ha de dejarnos knock-out, como una versión femenina de Dwayne Johnson, pero por un camino diferente: La Roca es siempre la diversión del sentido visual, pero Juana es -y le exigimos que sea- la fiesta de todos los sentidos.

Es así como la hemos asumido, como un producto-cliché, dispuesto a nuestros impulsos lúdicos, disponible para reírnos. Siento que ha sido el modo en que nos hemos enfrentado a la Bacallao en las últimas décadas, en esa difícil relación espectador-artista. Poco nos hemos detenido a pensar cuándo ganó y cuánto dejó por el camino para llegar hasta aquí. Si realmente le gustó lo que terminó siendo, ese personaje diseñado por ella, cincelado por los que acudían y acuden al circo de los sentidos y sacralizado por quienes, a toda costa, probablemente impidieron que Juana fuera mucho más ella misma, pero también otra.

Me he preguntado qué habría sido de Neris Amelia Martínez Salazar si las circunstancias no la inclinaran hacia lo que fue, casi sin opción, si Obdulio Morales no la bautizara para siempre con el nombre de la guaracha que le compuso y que devino su pasaporte a la eternidad: Juana Bacallao. Porque visto lo visto, no tengo dudas de que pudo tener para el arte dramático no humorístico, iguales dones, aptitudes atendibles, que nunca pudieron ponerse a prueba.

Estoy convencida de que cuando dejó atrás su trabajo de doméstica y, gracias a Morales, debutó en el Teatro Martí, Neris Amelia sabía más de sí misma, de sus habilidades y de sus posibilidades, mucho más de lo que imaginamos, pero hay caminos que entonces -y hoy también- eran más largos o imposibles para una mujer negra, pobre y desprovista de cualquier otra influencia y respaldo.

Ella lo sabía, lo supo siempre, probablemente. Y se dejó llevar por la intuición y también por la constatación. Se afianzó con seguridad a un nicho que terminó siendo únicamente suyo, donde ha reinado y reinará per secula seculorum, porque nadie podrá repetir nunca la proeza de dejar de ser quien era para convertirse en ella misma, creativa, sagaz, pero incontrolable e impredecible.

Fueron esas sus cartas seguras en un medio donde el humor femenino tuvo en la radio, el teatro y la televisión a figuras absolutamente legendarias como Alicia Rico, Mimí Cal, Eloísa Álvarez Guedes, y hasta la mismísima y polifacética Rita Montaner, que dejaron una profunda huella en el imaginario popular del cubano.

La libertad creativa de Juana, enraizada en la vivencia personal de lo más popular y callejero, en la rapidez de sus reacciones y en ese algo con que se viene al mundo como marca genética para "caer bien", era un reto para cualquier director o productor en un programa o espectáculo donde ella estuviera.

Así anduvo por la vida, por los escenarios y los estudios de radio y televisión, repartiendo alegría, desbordando sandunga y cubanía. Hay edades donde todo esto es perfectamente sinérgico y su unicidad es seguro un factor de triunfo, pero hay otras en las que hay que tener un puerto seguro al que arribar en busca de sosiego y respeto, despojados ya del sinfín de personajes amontonados sobre la piel y dispuestos a abrigarnos en aquello que construimos para la vejez.

Pero Juana no supo qué cosas tenía que dejar por el camino, ni que había una vida otra que tenía y debía vivir para ser medianamente terrenal y corpórea. Y aproximándose al final del sueño, Juana Bacallao no pudo despojarse de Juana Bacallao, ni supo ni sabe hacer otra cosa que seguir siendo la fiesta de todos los sentidos ajenos.

Guillermo Álvarez Guedes debió revelarle las claves para sobrevivir con hidalguía, pero no lo hizo: actuar, sí; hacer reír, muchísimo, pero también gestar una empresa, trabajar para su éxito y hacer rentable el esfuerzo que asegurara el puerto cálido y firme al que llegar décadas después, cuando la risa tiende a convertirse en dolorosa mueca.

Al parecer, sin familia propia, Juana nunca encontró, ni tuvo, ese puerto seguro. Quizás por eso, se sumió para siempre entre las carcajadas de quienes, sin pensar en que aún le deben una vida, la buscan solo para eso: para reír. Quizás por eso, desde hace mucho, Juana decidió vivir no su vida, sino la del personaje que la ha hecho inmortal.

Juana, como su coterráneo Chocolat, el esclavo cubano que encontró literalmente la salvación en un traje de payaso francés, es una sobreviviente salvada por las inmisericordes risas ajenas, que, paradójicamente son los únicos sonidos con los que, a no dudarlo, se siente abrigada y querida.

Rosa Marquetti*
Madrid, 13 de enero de 2023.

*Nota escrita a petición de Lázaro Caballero Aranzola, autor del libro Juana Bacallao, Juana La Cubana. A raíz del fallecimiento de la artista, Caballero concedió una entrevista al periodista Jaime Masó, que con el título Juana Bacallao fue una artista sin ataduras fue publicada el 4 de marzo en La Joven Cuba. La foto de la portada del libro fue tomada de esa entrevista.

lunes, 15 de abril de 2024

Nacida bajo el signo de Calamar


La astrología puede convertirse en ciencia, incluso en ciencia exacta, si se la toma con algo de imaginación. En un programa televisivo donde trataban de signos zodiacales, la italiana Raffaella Carrà preguntó a Juana Bacallao cuál era su signo del horóscopo, a lo que la cubana contestó: "Calamar".

Hay signos zodiacales de animales que embisten, signos zodiacales de animales que rugen, de animales que nadan con todas sus aletas y, aunque ningún horóscopo traiga pronósticos para los calamares, no puede ser más exacta la adjudicación de tal signo para Juana Bacallao. Porque su destino ha sido escapar, creando alrededor una nube que deje turulato a quien intente procurarla.

Nacida bajo el signo de Calamar, el nombre por el que la conocemos es, no solo un nombre artístico, sino un nombre artístico ajeno, y el que aparece en el registro civil es Nerys Amelia Martínez Salazar. El otro, Juana Bacallao, salió de una canción de Obdulio Morales compuesta para que la cantara Rosita Fornés (sobre este punto hay versiones que se contradicen). Debió cantarla Rosita, debió ponerle la escasa gracia criolla que tuvo, y al final fue a parar a Nerys Amelia Martínez Salazar para que ella se llamara Juana Bacallao, luego de debutar en el teatro Martí.

Y fue como nacida bajo el signo de Calamar que Juana Bacallao justificó su preparación musical el día en que así se lo exigió una comisión evaluadora. Las comisiones evaluadoras estatales adjudicaban categorías —cantante A, cantante B, cantante C— a cada profesional, por establecida que anduviera su carrera.

Poco importaba la popularidad o la obra hecha, era preciso examinarse para entrar en la tabla mendeléieviana de la administración cultural. Omara Portuondo presidía la comisión encargada de examinarla a ella, que apareció tarde y agitada, con el cuento de que se le habían quemado los papeles de música y solo podía aportar ante el jurado un cachito de papel chamuscado con la clave de sol. La comisión se echó a reír en pleno y le dio una A, la categoría más alta.

Por este estilo habrán sido sus salidas para sobrevivir a los cierres de centros nocturnos y a los castigos sobre tantas figuras musicales. Debió lograrlo de modo semejante a como se salvan los bufones en las cortes, aparentando más locura de la que tienen.

Excéntrica musical fue el título con que a veces la anunciaron. En una época en que la excentricidad, artística o personal, resultó perseguida, la excéntrica Juana Bacallao logró, si no salirse con la suya, por lo menos no terminar aplastada.

Su repertorio musical (si es que en su caso puede hablarse de repertorio) se reduce a unos pocos temas que la orquesta ataca, y cuya letra ella no hace el esfuerzo de memorizar. Porque nadie va a verla por oírla cantar, sino por escucharle sus ocurrencias. Tampoco estas consisten en un espectáculo muy coherente que digamos, y no hay que pensarla como comedianta cabal. Su popularidad estriba ni más ni menos que en ser ella, y es titánico haber sido ella en una sociedad que funciona como una cepilladora de carpintería, dispuesta a devastar todo cuanto se atreva a sobresalir un poco.

Hay pruebas de que alguna vez cantó números enteros, completamente afinada. "La chismosa", por ejemplo, que antes interpretara Rita Montaner, adorada por su público como "La Única". Aunque lo que apasiona de veras en Juana Bacallao es su interacción con el público: alguien que le grite desde una mesa, alguien a quien ella hace subir al escenario y, en ocasión extraordinaria, el lanzamiento de peluca hacia el público.

Olvidada o desentendida de la letra (sus papeles de música desaparecidos, al fin y al cabo), apela a la improvisación. Una improvisación casi siempre centrada en historias de divorcio. La orquesta hace en el fondo su trabajo mientras ella discute con una pareja la separación de bienes. "El refrigerador, no", acostumbra a sellar. Y hay alusiones a violencia doméstica, peticiones (tal como alguna vez logré desentrañar) de que no le peguen con la toalla mojada.

Juana Bacallao vive sola, hasta donde sé, y he oído que cuando le tocan a la puerta ladra para hacer creer que tiene en casa un mastín protector. Por señales así puede conjeturarse que, detrás de sus maniobras calamarescas, ella esconde miedo.

Es única en el imaginario popular gracias a sus anécdotas. No chismes, que cualquiera que despierte deseo erótico puede emanar, sino anécdotas, episodios de valor intelectual si se quiere. En una sociedad sin farándula, donde los más populares artistas están reducidos a lo que sea su arte, y donde resulta recomendable enseñar lo menos posible de la vida fuera del escenario, circulan de Juana Bacallao muchas anécdotas. Ella tiene valor e interés, tanto en la calle como en el escenario.

¿Cómo ha podido sostener tan delicado equilibrio entre sus exposiciones públicas y sus miedos? Con calamaresco cuidado. Apenas se menciona su nombre en un círculo de cubanos, fluyen las anécdotas. Alguien la vio en un bar de mala muerte de la calle San Lázaro tomando cervezas con unos hombres y la saludó, para que ella respondiera: "Aquí, tomándome unos copetines con estos licenciados".

Antológicos son sus encuentros con grandes figuras. Saluda a Alicia Alonso después de verla bailar, y le comenta: "Alicia, ya vine a tu show, vamos a ver cuándo tú vas al mío". Se reencuentra con Celia Cruz después de décadas, Juana actúa en Nueva York, Celia está en el público, y en el intermedio le lleva al camerino unas flores. Abre Juana la puerta, la ve allí después de tanto tiempo, y le susurra: "Celia, dame las flores y piérdete, que aquí, una de las dos, o tú o yo, es de la Seguridad", refiriéndose a la policía política, a Seguridad del Estado.

Las campañas propagandísticas del régimen cubano la han incluido a ella también, porque hasta el bufón más recóndito está obligado a sumarse, y resultan tremendas sus meteduras de pata, las traducciones que ha hecho de temas políticos. Con Angela Davis encarcelada en Estados Unidos, su grito de guerra fue: "¡Nixon, suéltala, déjala vacilar!". Al referirse a los "Cinco Héroes" habló una vez de Los 5U4, el combo de músicos ciegos donde cantara Osvaldo Rodríguez. Y saludó desde el escenario a un alto dirigente con su comitiva (el nombre del dirigente varía en las distintas versiones) refiriéndose a él como "Fulano y sus secuaces".

Un congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) le permitió entablar diálogo con Fidel Castro, quien le preguntó qué necesidades tenía. Ella soltó: "Comandante, tengo el gao en candela". Gao es casa, habrán tenido que traducir al comandante en jefe.

Una noche, en "El Monseñorcito", al lado del restaurante donde Bola de Nieve tuviera centro fijo, Juana Bacallao dirigió a mi madre una de sus grandes frases. De jovencita, mi madre había pedido a mi abuelo que la llevara a ver un show donde Juana Bacallao era Caperucita Roja y otro excéntrico musical, Dandy Crawford, era El Lobo Feroz. En esa u otra expedición desde Matanzas fueron a escuchar a La Lupe en el club La Red.

Décadas después, viviendo en La Habana, mi madre salía cada noche de su oficina y se encontraba a Juana Bacallao sola, tomándose un trago en la barra de "El Monseñorcito". Actuaba muy cerca, en el hotel Capri, pero antes pasaba por allí a darse un cañangazo. Una de esas noches mi madre le preguntó por qué no iba al bar del Capri, que era mucho mejor, y Juana le confesó que tuvo que dejar de hacerlo porque allá la veían con malos ojos. "Pero", se recuperó enseguida, "a mí la pinga, darlin".

La frase se hizo clave entre familiares y amigos a quienes mi madre se la contó. Puede decirse que a una frase así se reduce, luego de mucha expulsión de tinta encubridora, la filosofía de los seres nacidos bajo el signo astrológico de Calamar.

Antonio José Ponte
Diario de Cuba, 24 de febrero de 2024.
Nota: Este texto pertenece al libro La lengua suelta, Editorial Renacimiento, Sevilla, 2020.

lunes, 8 de abril de 2024

No fui fan de Juana Bacallao

Aunque no fui fan de Juana Bacallao, nombre artístico de Neris Amelia Martínez Salazar (La Habana, 1925-2024), una mujer alegre que desde los escenarios divertía al público con sus chistes y ocurrencias, pensé que hasta su lecho final sería acompañada, como mínimo, por un centenar de seguidores, casi todos mayores, porque los jóvenes no la conocieron.

Pero en las fotos publicadas en redes sociales y medios independientes, al Cementerio de Colón solo fueron veinte y pico de personas, incluido el ministro de la incultura, que le mandó una corona, la única que tuvo, no sé si por falta de flores o por su alto costo. Quiero pensar que muchos de los viejos que con ella se rieron hubieran querido ir a la funeraria o al entierro, pero en La Habana no hay guaguas, menos un domingo. Y los ancianos habaneros están mal alimentados como los del resto de la isla.

Cuando trabajé en el ICRT (1982-1995), muchas veces vi a Juana Bacallao, también por el lobby del hotel Habana Libre, donde en esa época ella era punto fijo. Pero nunca me gustó lo vernáculo, fueran programas como Alegrías de Sobremesa, Detrás de la Fachada y San Nicolás del Peladero o películas cubanas protagonizadas por actores cómicos como Reinaldo Miravalles, Consuelito Vidal y Eloísa Álvarez Guedes. En mi infancia, el único personaje de comics que me gustaba era La pequeña Lulú.

El 7 de octubre de 1966, mi padre, José Manuel Quintero Suárez, falleció a los 57 años. Fue velado en la funeraria Rivero, en Calzada y K, Vedado, la misma donde velaron a la Bacallao, sin apenas flores ni dolientes. Muy distinto fue lo que ocurrió con mi padre en 1966: todo el tiempo el salón estuvo repleto de gente y de coronas. La caja era de caoba con asas de bronce, cubierta por un tul salpicado de rosas rojas y una ofrenda floral, de rosas rojas y blancas, a nombre de su viuda, su única hija y sus dos nietos. Tuvo tantas coronas, que al cementerio tuvieron que ser trasladadas en un carro de bomberos.

Mi padre, barbero de oficio, solo estudió hasta el cuarto grado en su Palmira natal. No fue un hombre famoso, pero sí un hombre fiel: lo mejor de su vida lo dedicó a cuidar la vida de Blas Roca Calderío (Manzanillo 1908 -La Habana 1987), el seudónimo por el cual ha quedado conocido el secretario general del Partido Socialista Popular, cuyo verdadero nombre era Francisco Antúnez Calderío: su padre se llamaba Francisco Antúnez y su madre Josefa Calderío (por deseo de Blas, mi padre fue enterrado en la misma tumba de su madre en el Cementerio de Colón). Por eso cuando recuerdo el velorio y entierro de mi padre, que no fue un hombre famoso, me entristece esa fría despedida a una famosa artista habanera de 98 años.

En su teque en el periódico Granma, Pedro de la Hoz y el Martillo, como le decía Raúl Rivero, incluyó el tuiter del puesto a dedo (Díaz-Canel), quien evidentemente desconoce que Juana no tenía familia a quien enviarle condolencias, y un video que al igual que en otro, también del Canal Caribe, los planos son cerrados, para que los televidentes no se percaten del escaso respaldo popular y oficial que tuvo su funeral.

Ante la repercusión que tuvo la hospitalización y el fallecimiento de la Bacallao en medios independientes dentro y fuera de Cuba, en particular entre cubanos radicados en Miami, Granma publicó un segundo teque de Pedro de la Hoz y el Martillo, una nota de Nancy Morejón y otra del Ministerio de Cultura. Lo mejor que he leido en los medios estatales lo escribió la periodista venezolana Lil Rodríguez, se titula "La alegría está de duelo, partió Juana, La Cubana", publicado en la web de teleSur y posteriormente reproducido por Cubadebate.

A Lil la conocí en La Habana a fines de los 80 y a pesar de su posición política, la sigo considerando una gran conocedora de la música popular de Venezuela, Cuba, Puerto Rico y el Caribe. Dueña de una fabulosa colección de discos, cassettes, libros, revistas, informaciones, fotos, videos, que pude ver en la habitación en la cual, muy bien organizado, tenía ese valioso material en el apartamento donde Lil vivió con Uncas, su único hijo, en el edificio Focsa, en 17 y M, Vedado. Entonces, a partir de las 12 de la noche por Radio Rebelde se transmitía El Club Caribe, conducido por Lil Rodríguez, uno de los mejores espacios musicales que tuvo la radio en aquellos años (1988-1991).

En la foto que sale en una entrevista de 2023 en Radio Café Atlántico, descubrí que Lil sigue llevando muy corto su cabello, ahora canoso, y supe que venció un cáncer. Al verla, pensé en mi amigo Juan Carlos Alsar, fallecido en 2022. En varias ocasiones, Juan Carlos y yo visitamos a Lil en el Focsa y tomamos café en su apartamento. Y más de una vez, la conversación la compartimos con Pedro de la Hoz (todavía sin el Martillo) y Guille Vilar, que era bastante liberal y nunca imaginé se transformaría en un tipo servil, a quien Pepe Forte en julio de 2021 le dedicó un programa titulado "Respondiéndole al oficialismo en Cuba. Qué pena de Guille Vilar" y que en You Tube se puede ver.

Aunque no fui fan de Juana Bacallao, los cinco posts de mi blog en el mes de abril se los he dedicado a Juana Bacallao. Es lo menos que puedo hacer por una mujer negra que tantas veces viajó al exterior y a pesar de su soledad y lo difícil, precario y angustioso que era vivir en la Cuba castrista, siempre regresó y decidió morir en su patria.

Tania Quintero
Foto inédita de Juana Bacallao que Eugenio Pedraza Ginori, escritor y director de programas durante más de tres décadas en la televisión cubana, subió a su blog el 4 de junio de 2020, con esta nota: "Mi gran amigo Simón (léase ese tremendo fotógrafo suizo nacido en Quemado de Güines que se llama Simón Escobar), iba un día de hace quince años por el Vedado y la esquina de 21 y 10 se topó con ella, la grande, la inconfundible, la leyenda que despierta sonrisas y buen rollo por dondequiera que pasa. Simón sacó el hierro (la cámara) y apretó el obturador. El resultado es esta foto, nunca antes publicada, que viene al caso porque la gran Juana, la enorme Bacallao de todos los cubanos, la virgen santísima de la guaracha y la improvisación, Nuestra Señora de las Pelucas y los Neceseres, anda por estos días de 2020 cumpliendo 95 años y continúa tan genial como siempre. Juana, bendita tú eres entre todas las mujeres. Cuánta alegría nos has dado. Ojalá nunca te mueras".

lunes, 1 de abril de 2024

Adiós, Juana


Juana Bacallao, que murió el sábado 24 de febrero en La Habana, a los 98 años, cumplió su promesa de mantenerse en el escenario hasta el fin de sus días, deleitándonos con su gracia y sus ocurrencias.

Algunos la consideraron extravagante, desatinada y vulgar, pero fue la artista más original y auténtica en el mundillo de las cantantes cubanas de las últimas décadas, donde tanto abundan las poses pretensiosas, el falso oropel y las fanfarrias de vedettes y divas que distan mucho de serlo. Irreverente, chota, burlona, espontánea hasta el escándalo, Juana Bacallao, con su peluca platinada y bamboleándose sobre sus altísimos tacones, se creó un personaje que llegó a ser ella misma.

Chusmona simpática, mal hablada pero nunca grosera con su público, a quien mucho respetaba, fue la caricatura de una estrella del espectáculo, una especie de parodia habanera y rumbera de Marilyn Monroe. Una intérprete de voz áspera y poco afinada, que cambiaba las letras de las canciones, con intención de parodiarlas o sencillamente porque se le olvidaban o no logró aprendérselas, que cantaba We are the world o algo de Michael Jackson en un inglés que se inventaba, como mismo exclamaba, con ambientosa guapería solariega de Centro Habana: “¿Qué volá con lo mío, asere?”.

Fue el pianista y compositor Obdulio Morales quien la descubrió, la bautizó con su nombre artístico que era el título de una guaracha suya, y auguró que llegaría lejos. Eso, a pesar de que Neris Amelia Martínez Salazar (que era su verdadero nombre) lo tenía todo en contra: era pobre, huérfana, poco agraciada, de pequeña estatura. Y además, negra. “Negra prieta y cocotimba” –como ella misma se describía– en un país que aún hoy, pese a estar el racismo abolido por decreto desde hace seis décadas, no acaba de vencer los prejuicios raciales.

En la década de 1960 le fue difícil a Juana Bacallao –que ya se había presentado con artistas como Nat King Cole, Celia Cruz, Benny Moré y Bola de Nieve– que la aceptaran en la TV. Los muy pedantes y elitistas comisarios y decisores de la cultura oficial, con su poco sentido del humor, la consideraban chabacana y de mal gusto. Pero finalmente tuvieron que aceptarla y hasta conferirle la Distinción de la Cultura Nacional. Y eso que Juana nunca se dejó manipular ni se prestó para su politiquería y hasta llegó a mofarse de los envarados mandamases comunistas. Como en una memorable ocasión, cuando luego de tener que esperar que llegara un alto dirigente y su séquito para iniciar su actuación, preguntó: “¿Qué volá, ya están aquí todos los secuaces?”

Adiós, Juana. Gracias por divertirnos y por nunca dejar de ser como eras. Los cubanos te vamos a extrañar.

Luis Cino
Cubanet, 24 e febrero de 2024.

lunes, 25 de marzo de 2024

"Cuba es como un dogal"

Conozco a Vicente Echerri desde mi llegada a Nueva York hace más de diez años. De él primero me habló Esther Allen, mi traductora al inglés, que en estos días trabaja en una biografía de Martí. Creo que esa afición por nuestro insigne escritor neoyorkino-cubano los había llevado a conocerse y entonces me lo presentó, en un bar del antiguo Hotel de Mme. Griffou, tan asociado a la vida de Martí en Nueva York. Intercambiamos libros, entablamos una amistad, comencé a seguir sus excelentes columnas en El Miami Herald.

Es un gran conversador, hombre de vasta cultura, carácter afable y clara vena pedagógica: toda conversación con Echerri es en realidad una suerte de conferencia magistral. Después, tuve ocasión de leer en manuscrito A lo largo del año, antología de columnas de opinión de Vicente Echerri, editado en Argentina por la Fundación Federalismo y Libertad (2021). Leído el texto, me llamaron la atención tantos detalles, el abanico de temas, la ingeniosa organización por los meses de distintos años, la solidez de su escritura, la claridad, elegancia y convicción o quizá cabría mejor decir, vehemencia con que expone las ideas, que pensé debíamos registrar una conversación sobre su nuevo libro, el diálogo que exponemos al escrutinio del lector.

En A lo largo del año, hallo un sorprendente despliegue de erudición conectado con un claro afán didáctico. Cuéntame un poco sobre la génesis del libro y sobre tu labor como columnista. ¿En que años comenzaste con esas columnas?

-Comencé a escribir para El Miami Herald (todavía no se llamaba El Nuevo Herald) y otros periódicos recién salido de Cuba, en los cinco meses que viví en Europa antes de venir a Estados Unidos. Una entrevista que había aparecido en la revista Cambio 16, a poco de llegar a Madrid y que fue muy reproducida en América Latina, me había dado una cierta notoriedad. Cuando llegué a Miami en marzo de 1980, Roberto Fabricio, entonces director del Herald, me pidió que colaborara con algunas columnas sobre Cuba. Esto se tradujo en una serie de cinco artículos que abordaban distintos aspectos del país donde mandaba Fidel Castro desde hacía más de veinte años: política, cultura, religión, y que se difundió por todo el continente. Mis colaboraciones, al principio artículos más bien extensos de carácter cultural, no tardaron en convertirse en columnas de opinión que empezaron a aparecer quincenalmente y luego una vez por semana y así seguiría siendo por más de treinta años. Nunca el diario intervino en lo que debía o no debía escribir. Siempre tuve completa libertad de elección, y por eso la diversidad de temas que abordé durante esos años y que ahora se refleja en este libro. A ese prurito de didactismo que encuentras en esos textos no sé si llamarlo afán, pues siempre intento atenuarlo (los lectores rehúsan que les den lecciones), pero también creo que en todo escritor hay un maestro y un predicador en ciernes.

Algo que me maravilla de tus columnas, te lo he dicho siempre, es que están escritas en excelente castellano, siempre escogida la palabra justa sin que por eso el texto pierda ni por un momento soltura o agilidad periodística, lo que es todo un logro. Cuéntame un poco cómo las escribes, qué tiempo dedicas a ello, qué rutina has elaborado.

-Como digo en el artículo que le sirve de prólogo a esta selección, el periodismo, aun aceptando que sea un género subalterno, impone el rigor de cualquier otra escritura, si vamos a ser serios con nosotros y con nuestros lectores, no importa lo efímero de una obra, que en el caso del periodismo algunos no dudarán en tildar de deleznable. En todo lo que escribo siempre procuro la excelencia, aunque no siempre la consigo. Estas columnas también me permitieron destilar lo aprendido en los muchos años dedicados a leer y meditar sobre el mundo: eran como aspectos fragmentarios de una única, extensa y constante reflexión que me excede, una suerte de regurgitación de ideas y experiencias muy asimiladas. A la hora de escribir lo más difícil es la selección del tema, dentro del repertorio de asuntos sobre los que me permito dar una opinión sin que suene como un atrevimiento, ya que, como sabes, estoy en las antípodas de un especialista. La tarea misma de escribir a veces no llegaba (acuérdate que en ese momento no estoy escribiendo columnas) a una hora, a veces se extendía hasta dos. Estaba obligado a ser rotundo, como siempre hay que serlo cuando uno sólo dispone del breve espacio de una columna de opinión, pero no por creerme dueño de la última palabra. Por el contrario, todo punto de vista es susceptible de ser negado por otra opinión, igualmente válida, como el haz y el envés de una hoja. No obstante, creo que debemos afirmar nuestras convicciones con rotundidad, aunque sobre ellas se cierne la duda

Las crónicas, sean del tema que sean, gravitan siempre, de un modo u otro, en torno a Cuba, a la historia de Cuba, a la paradoja cubana. Cómo lector siento además una marcada expresión cubana, un modo de ver y leer el mundo muy cubano, sin dejar por eso de ser universal, cosmopolita… ¿Estás de acuerdo conmigo?

-En gran medida, sí. En otra entrevista he dicho que “lo cubano tiñe mi visión del mundo” y eso tengo que aceptarlo, aunque sea a regañadientes. Cuba es como un dogal o, al menos, como el albatros que cuelga del cuello del viejo marinero, una suerte de irredimible maldición, algo de lo que no puedo librarme, a pesar de los muchos otros asuntos que me motivan y a los que recurro con genuino interés, pero que también podrían leerse como mis evasiones. Dicho esto, y a pesar de que no he renunciado a mi condición raigal y esencial de cubano, nunca quise ser un cronista de lo cubano, como otros de mis colegas de las páginas de opinión de El Nuevo Herald. Me interesaba toda la realidad y pronunciarme sobre ella.

Siempre me ha llamado la atención que no evadas jamás expresar opiniones muy propias, muy personales, lo que Nabokov llamaba “strong opinions” y que con frecuencia son opuestas a la tónica general. Con arrojo y no con menos gallardía, abordas temas controversiales y siempre, como digo, con un enfoque personalísimo. En una columna de hace unos pocos años, luego de lo acontecido en París en aquel célebre semanario, fustigas, por ejemplo, a tantos musulmanes por no entender las razones de un comportamiento -que ellos tildan de sacrílego- y que hunde sus raíces en la Ilustración, en el humanismo occidental.

-Creo, desde hace mucho, que si nos atrevemos a expresar nuestras opiniones éstas deben ser penetrantes, incisivas, agudas. No escritas necesariamente para escandalizar, pero sin miedo a provocar escándalo. Me irritan mucho las limitaciones que en Occidente pretenden imponernos, cierta prensa, ciertos gurús de la cultura, incuso los políticos, por respeto -dicen- a ciertos grupos, a ciertas minorías. Una cosa es el discurso de odio gratuito -que si bien no debe reprimirse al menos debe contrarrestarse- y otra la pura opinión que puede y debe ser enérgica, condenatoria e incluso insultante si es menester. Yo no tengo ningún problema, por ejemplo, en reconocerme islamófobo. Creo que el islam es una de las peores calamidades de la Historia: un monoteísmo arcaico que, a diferencia del judaísmo y del cristianismo, no se contaminó de razón y conserva intacto su fanatismo. Sé que la inmensa mayoría de los musulmanes no son terroristas, pero en la mayoría está sembrada la semilla de la intolerancia que germina poderosamente en el terrorismo. El extremismo musulmán es un resultado, no una causa, la causa está en esa cosmovisión religiosa, que merece ser denunciada y combatida.

Son crónicas de actualidad, pero que leídas a todos estos años de distancia (van de 1985 a 2019) no han perdido frescura ni relevancia. Asombran la exactitud y hasta la clarividencia con que enfocas complejos escenarios de política internacional. Para poner tan solo un ejemplo, el pronóstico que haces sobre Venezuela en el ahora ya lejano 2000 no pudo ser más exacto.

-No creo que entre los deberes de un columnista de opinión esté la predicción del porvenir, tarea que se aviene más bien a la sección de astrología, si esta última tuviera algún rasgo de seriedad; pero no es difícil, en ocasiones, vislumbrar cómo han de desarrollarse los acontecimientos, sobre todo si atendemos a lo ocurrido en el pasado: la Historia nos da continuamente lecciones que la gran mayoría pasa por alto, confirmando así el famoso dictum de Santayana. Si analizamos una situación actual a la luz de acontecimientos semejantes del pasado, no es difícil llegar a un pronóstico bastante exacto, sin que eso tenga demasiado mérito. Mi más acertada opinión en ese terreno fue cuando me atreví a predecir, en febrero de 1982, y cuando la prensa del mundo le cantaba el réquiem a Solidaridad, no sólo que el movimiento obrero polaco terminaría por triunfar, sino que eso significaba el fin del sistema soviético.

Se aprende mucho de la historia de Cuba leyendo tus crónicas, ¿tienes algún historiador cubano favorito?

-Tuve el privilegio de conocer y de tratar a los dos historiadores cubanos más grandes del siglo XX: Ramiro Guerra (cuando yo era un adolescente en La Habana) y Levi Marrero, ya estando en el exilio. La obra de ambos se articula como un todo continuo. Recuerdo que Marrero me dijo en una ocasión que, a pesar de que, en un principio, el plan de su monumental Cuba, economía y sociedad llegaba hasta el fin de nuestra experiencia democrática, una de las cosas que lo disuadió de pasar de 1868 fue la convicción de que no había nada que añadir a La guerra de los Diez Años de Guerra. Pero mi interés por la Historia, y por la historia de Cuba en particular, bebe de muchas fuentes, escritas y orales, y parte de un hogar donde esa historia estaba muy presente. De niño, me gustaba ir al Centro de Veteranos de mi natal Trinidad a oír los relatos de esos hombres, ya entonces bastante ancianos, que solían recontar sus peripecias de nuestra última guerra de independencia.

El periodismo que practicas, enjundioso y serio, es ajeno a lo fragmentario y superficial de tanta nota en internet. Por su concisión compositiva y por su brevedad (siempre no más de 800 palabras, me dices que en los últimos años sólo 600 palabras) pueden ser leídas online, pero uno percibe que fueron concebidas para lectores en papel, por decirlo así.

-Al escribir una columna de opinión siempre imagino a un lector con un periódico en la mano, no frente a un ordenador, una tableta o un teléfono, como es hoy día lo más frecuente. Imagino, además, a un lector matutino, junto a la taza de café, que puede sentir una alegría súbita al leerme, o sentirse poseído por un ataque de furia, en el que acaso se le vuelque el café y termine por acordarse de mi madre. Ese es el poder que debe tener una opinión que se precie de tal, de influir decisivamente en el ánimo de los otros, ya sea para estar de acuerdo contigo o para disentir de ti. Un artículo que te deja tranquilo o indiferente no es más que una basura.

Como lector comparto los intereses intelectuales, culturales del cronista: las novelas de Chandler, el cine de Bergman, etc. En eso radica ser contemporáneo con alguien, ¿no crees?

-La contemporaneidad tiene una extensión insospechada. Mi pasión por la Historia -que no me convirtió en historiador, pero sí en historiófilo- tenía por misión secreta ensanchar los límites de lo contemporáneo; partía de la ilusión que, de poder llegar a conocerse todo lo acontecido entre algún suceso o personaje del pasado y el momento actual, las barreras impuestas por el tiempo se desplomarían y esos sucesos y personajes se harían próximos. Podemos encontrarnos, tú y yo, en el gusto por las novelas de Chandler o el cine de Bergman, pero también como lectores de la gran literatura del siglo XIX, en el disfrute de la música barroca, en la tragedia griega y en la Biblia.

La revolución francesa aparece como una fecha infausta en alguna de tus crónicas. ¿Cuál es tu opinión de las revoluciones en general y de la cubana en particular? Te lo pregunto porque viviendo en Estados Unidos, uno no puede dejar de notar la persistencia de una fuerte mística revolucionaria, que quizá explique la simpatía con que en su momento la Revolución Cubana fue acogida en este país.

-Siempre escribo con minúscula el nombre de estas revoluciones, de estas calamidades, lo contrario sería jerarquizarlas. Ciertamente, abomino las revoluciones: los órdenes precedentes siempre serán más estables, más benignos y más bellos: la Francia de Luis XVI, la Rusia de Nicolás II, la Cuba de Batista. Para poder negar una revolución hay que rechazar sus orígenes. El gran conflicto de muchos exiliados cubanos es que fueron y son revolucionarios, que creyeron y aún creen en ese programa de subversión política y redención social que los encandiló. Estados Unidos tiene el insólito privilegio de haber sido el escenario de la única revolución que salió bien. Son meritorias sus razones: vasto territorio, apego a la libertad y respeto a la ley, enciclopedismo francés, sí, pero asociado con el pragmatismo anglosajón. Son condiciones que muy difícilmente se repiten. Cuando aquí hablan de “revolución” parten de una experiencia que, si bien tuvo algunos excesos (como fue la expulsión y confiscación de bienes de muchos leales a la Corona) se asienta en un éxito de más de dos siglos. Es un fenómeno único y acaso irrepetible en la historia de la humanidad. Mejor es que no haya revoluciones.

Las crónicas aparecen también como muy escritas desde Estados Unidos y abarcan todo tipo de temas “locales¨ como la crasa ignorancia de tantos escolares norteamericanos. ¿Desde cuando vives aquí? ¿Te sientes parte de la tradición periodística americana, latinoamericana?

-Vivo aquí hace más de 40 años y la mayoría de mis lecturas las hago en inglés, pero eso no me convierte en norteamericano, aunque lleve un pasaporte de este país, al que le agradezco la oportunidad de ser persona, condición básica de la que en Cuba estuvieron a punto de despojarme. Pero no sabría decirte cuánto de la tradición periodística de este país me toca o me influye, puesto que escribo en español. Sé que no he sido inmune a la prensa de aquí, a la que me he visto expuesto durante tantos años, sobre todo al periodismo editorial, pero no podría cuantificar ni precisar esa influencia. Por otra parte, casi no leo prensa latinoamericana; de ahí que tampoco pueda decir que me siento parte de esa tradición. Con los años fui adquiriendo una manera de expresarme bastante personal, pero uno no escribe en el vacío, tú bien lo sabes. Somos deudores de muchos estilos y tradiciones. Corresponderá a otros, si valiera la pena, situarme en el marco de alguna tradición.

Muchos personajes desfilan por las páginas del libro, personajes de tu infancia, maestros, gentes de Trinidad, donde naciste. Y hay retratos entrañables, como es el caso de Heberto Padilla, con quien sostuviste una cercana amistad.

-Creo que uno es la suma de innumerables experiencias vitales, el resultado de muchas voces que resuenan en vida y obra, aunque no seamos muy conscientes de ellas. A mí siempre me interesó la conciencia de esos antecedentes, el reconocimiento de esas deudas. Uno es sus circunstancias: formación familiar, ambiente social, religión, patria, idioma… Destacarlas es ser. Trinidad fue un privilegio prenatal. Haberme asomado al mundo allí fue un extraordinario regalo que nunca me cansaré de agradecer; un ámbito lleno de peculiaridades, de carácter, que determina, sin duda, mi visión del mundo, desde allí me asomo a la realidad, nunca podré desprenderme de ese “punto de vista”. Las personas que han incidido en mi vida: familiares, maestros, amigos, también tienen una importancia capital. En mi núcleo más íntimo, por ejemplo, están los cantos y poemas con que mi madre me acunaba, los relatos que solía contarme a la hora de dormir, como también las lecturas bíblicas que oí tantas veces de labios de una de mis tías; a eso vendría a sumarse lo aprendido en la escuela y en el diálogo con tantas otras personas en una vida que ya va siendo larga y, desde luego, en el mundo maravilloso de los libros.

En todos los textos pulsa una obsesión por las paradojas de la historia. Algo, creo, muy entendible en un escritor cubano. Cuéntame un poco de tus otros proyectos, sobre la reedición de ese libro tuyo de cuentos que en su momento leí con tanto placer, Historias de la otra revolución.

-Espero que este año, una editorial asociada a la Universidad de Medellín reedite las Historias (luego de más de veinte de la primera edición). Esta oportunidad me ha permitido reescribir enteramente el libro (del cual no conservaba una versión electrónica), enmendarle algunas erratas y añadirle un relato que sentía que le pertenecía, así como otro prólogo, sin suprimir el original. Me satisface como ha quedado, teniendo en cuenta de que se trata más bien de testimonios algo enmascarados como relatos de ficción, pero en el que hasta los nombres de los personajes son reales. Finalmente salió, a fines de 2019, El caballo de ébano, la novela cuyo texto conoces y que ha estado más de una década a la espera de editor y cuya trama, contrario a las Historias, le debe poquísimo a mi biografía. También busco editor para una colección de ensayos que he reunido bajo el título de La tierra y la palabra y estoy en colaboración con un artista plástico para la publicación, como un livre d’artiste, de otro conjunto de relatos que he titulado Memoria del paraíso y en que recojo mis propias versiones de algunas historias y leyendas de Trinidad. Entre tanto no queda otro remedio que ocuparse del ganapán, que también, como solía decir un amigo inolvidable, puede ser ganaoporto y ganacaviar.

Texto y foto: José Manuel Prieto
Cubaencuentro, 22 de febrero de 2021.

lunes, 18 de marzo de 2024

Youtuber dominicano muestra la realidad de Cuba


Se llama Pablo José Rodríguez y su canal, con más de 3 millones de seguidores, da voz a la gente del barrio, según esta entrevista que en 2021 publicaron en Listín Diario.

Hasta el momento de redactar este post, a You Tube había subido estos otros videos realizados en Cuba:

Otro youtuber famoso, el colombiano Planeta Juan, con más de 2 millones de seguidores, estuvo en Cuba en 2023. De la decena de videos realizados en la isla, todos localizables en You Tube, reproduzco el segundo:

Ojalá que la realidad de Cuba y los cubanos siga siendo reflejada por youtubers extranjeros, aunque sean menos conocidos, como es el caso de Stas Konstantinov, ruso-holandés residente en Colombia, quien de su estancia en Cuba, tiene 16 videos en su canal. Los dejo con el primero, grabado en La Habana:


Tania Quintero

lunes, 11 de marzo de 2024

Mitos y leyendas involucionarias

Lo que quedará de la llamada Revolución cubana será una hábil mezcla de mitos y leyendas entretejidas, cuya originalidad consiste en haber hecho sobrevivir a un régimen sin base económica sustentable, sin una ideología coherente. De curiosa aparición en medio de la Guerra Fría, el modelo cubano agotó tempranamente los recursos materiales y espirituales del pensamiento nacional-liberal fundacional para girar hacia un destino que permitiera la concentración absoluta del poder, el sostén parásito, y el enfrentamiento a quien, sin dudas, se opondría a la deriva totalitaria, Norteamérica.

La sociedad cubana podrá ser estudiada en tiempos venideros no solo por sus fracasos y logros, sino por esa peculiar manera de construir y engarzar mitos y leyendas que, contrarios a toda lógica, incluso del marxismo clásico, carecen de un soporte racional y material. Los mitos y leyendas han sido expuestos y creídos como verdades no solo por el pueblo cubano; gran cantidad de personas en el mundo, para desgracia de sus propios pueblos, han copiado lo que creían era una revolución cuando no era otra cosa que sobrevivencia en el poder a todo costo.

¿Cómo se fueron entrelazando los mitos y las leyendas del Castrismo? Las leyendas, ¿dónde la verdad y donde la fantasía? Para comprenderlo es necesario saber qué es un mito, qué una leyenda y cómo funcionan en las comunidades humanas.

Los mitos son narrativas maravillosas cuyo destino último es dar cohesión a grupos de seres humanos. No existen en otros mamíferos pues necesitan del lenguaje. Los mitos, a pesar de tener definiciones divinas, ahistóricas, son mapas explicativos que justifican el presente y proyectan el futuro. Según Malinowski, “el mito es un ingrediente vital de la civilización humana, no un cuento ocioso, sino una laboriosa y activa fuerza, no es una explicación intelectual ni una imaginería del arte, sino una pragmática carta de validez de la fe primitiva y de la sabiduría moral”. Los mitos, debemos añadir, no tienen un lugar, tiempos y espacios concretos, sino que se construyen sobre hechos y personajes inalcanzables por el entendimiento humano.

Las leyendas, en cambio, fusionan realidad y fantasía. Y aunque sus metas también son moralizar y dar cohesión a la comunidad, poseen escenarios y personajes creíbles. Lo que pudo comenzar como un hecho anodino pero único, el tiempo y las narraciones lo pueden ir convirtiendo en una historia idílica e inspiradora. Las leyendas están muy relacionadas con la cultura popular y los orígenes de los pueblos. Una leyenda bien construida y asumida, moviliza, dirige, coloca estándares para todos los miembros del grupo, desde una familia hasta toda la nación.

Por otro lado, no todas las leyendas emergen de una acción heroica. Podría decirse que en ocasiones hasta de catastróficos fracasos. La “técnica” de trastocar lo doloroso, y la derrota en algo bueno y útil para un propósito determinado ha sido llamado reframing en inglés, y reencuadre en castellano. Recuadrar la historia hasta convertirla en leyenda potable y apetecida necesita tiempo —timing— y lenguaje precisos. No todo puede ser recuadrado. No todos los destinatarios del “enmarañe” aceptan mansamente gato por liebre. La frase que mejor ilustra esto es la tan utilizada en Cuba de convertir el revés en victoria. Porque… ¿qué es el socialismo cubano sino una cadena interminable de fracasos “convertidos” en victorias? Al final, en política, lo que vale no es la verdad constatable sino la percepción que se tiene de esa realidad.

Quizás el primer mito-leyenda autóctono fue el de la Revolución cubana inacabada, trunca, citada por varios historiadores cubanos. Desde la fundación del Partido Revolucionario cubano por José Martí en 1892, casi todos los partidos políticos usaron el adjetivo revolucionario para autenticarse como artífices del cambio radical. Parte ese mito revolucionario puede que haya surgido de la mutilada obra martiana, y la independencia mediatizada. Hasta los más cercanos colaboradores del apóstol se negaron entre sí; disputaron quien era o no “un verdadero revolucionario”; lidia que perviviría en la primera República como nuestro peor caudillismo al llamarse Auténticos, Insurreccionales, Radicales.

Las palabras revolucionario y revolución estaban tan al pairo, reclamadas por tantos apóstoles del cambio, que un astuto ex Máximo Líder se adjudicó encarnar la Revolución Acabada. Él estaba llamado a concretar la obra inconclusa del sueño martiano; secuencia mística que recuerda el pasaje evangélico: Martí es el Bautista que anuncia el Salvador en un Jordán tropical llamado Sierra Maestra. O si se prefiere cantando, es así: “te lo prometió Martí, y Fidel te lo cumplió”.

De aquí se desprenden varios sub-mitos que podrían resumirse en frases inteligentes como aquella en referencia a los mambises: “hoy ellos hubieran sido como nosotros y nosotros hubiéramos sido como ellos”. O el mito de encadenar el Partido Revolucionario de Martí y el Partido Comunista de Cuba como prolongaciones históricas e ideológicas cuando hay abismales diferencias de propósitos, tiempos, y, sobre todo, de filosofía política.

Una vez enlazado el pasado con el presente en una narrativa mítica, fue fácil rellenar con leyendas los espacios libres para rediseñar —y adoctrinar— en el futuro. La primera leyenda involucionaria fue el ataque frustrado al cuartel Moncada en Santiago de Cuba en 1953. Esta acción armada, como sabemos, fue un fracaso militar desde la planeación hasta la ejecución. En palabras de una de las llamadas heroínas del Moncada, debía ser el día más triste de la historia, y la leyenda la convirtió en fiesta y Dia de la Rebeldía Nacional. Nunca se habla de los soldados del ejército muertos o heridos, casi todos sencillos uniformados que descansaban en las barracas después de una noche de carnaval. Ni un solo alto oficial batistiano perdió la vida esa noche triste.

Después de asesinatos, torturas, y escapes, vendría la leyenda de los juicios. La muy polémica autodefensa llamada La historia me absolverá. Hay indicios de que el estilo en que está escrita corresponde a un buen amanuense, habilidad carente en el ex Máximo Líder. Lo más curioso de la leyenda es que el texto fue proclamado como fundamento político para el asalto. Pero nadie lo conoció previamente pues fue escrito en la cárcel, después de la derrota. La frase que se lleva las palmas es auto exculpatoria, y simbólica, mezcla genial de lo mítico y lo legendario: “Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario… ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apóstol!”

A partir del triunfo, las leyendas de la guerra apuntalaron el mito de los campesinos y obreros que derrotan una tiranía opresora. Un relato que, desde los albores de la Humanidad, de Grecia pasando por Roma con Espartaco, el Cid Campeador, Sigfrido y Roldán, hacen del héroe y la epopeya una baza mítica difícil de desmontar y muy fácil de creer y seguir. Tras releer la prensa de esos primeros meses del triunfo, (Bohemia) se advierte la intención de crear los mitos de la Infalibilidad, la Invulnerabilidad e Invencibilidad del Máximo Líder. La publicación de fotos, reportajes, y narraciones épicas llenaron todo un dossier del primer año.

Paradójicamente, fue una publicación norteamericana la que todavía en tiempos de la dictadura batistiana fundó el mito en la invencibilidad-inmortalidad castrista al reportar desde la profundidad de la Sierra la sobrevivencia del grupo guerrillero a despecho de la aseveración de que había sido liquidado. Mucho contribuyeron y siguen contribuyendo los vecinos del Norte, por omisión, intención o simples tonterías para mantener la mítica y la leyenda involucionarias. Sin su colaboración voluntaria y a veces inconsciente, mitos y leyendas como el Bloqueo-Embargo, la mafia terrorista de Miami, el neoliberalismo autoritario y otras tantas historias no habrían podido llegar al tuétano social de los cubanos de la isla.

Uno de los dilemas de la Continuidad, además de no ser auténticamente populares, y de carecer de capital político propio, es el uso y abuso de mitos y leyendas que tienen marca registrada fidelista, trucos con denominación de origen —protegida— castrista. De un error a otro, el pueblo cubano aceptó todo acto de “magia” y reencuadres siempre que viniesen de un traje verde olivo. Pero parece, además de ser actos de ilusionismo ajenos, que las mangas del disfraz continuista están cortas, y se nota la engañifa. Por cierto, el ex presidente general ha hecho muy bien en no quitarse el uniforme. Es un símbolo mitad mito, mitad leyenda al que ni él ni su hermano podían renunciar.

Los viejos mitos del Imperio asesino, el bloqueo genocida, y la mafia terrorista cubano-americana cumplieron su rol histórico: mantuvieron vivo al enemigo. Pero en tiempos de Internet, esos mitos-leyendas carecen de suficiente efectividad. Son, para decirlo en lenguaje vernáculo, cuentos chinos —con perdón para las moralizantes leyendas asiáticas. Hoy un breve artículo, algunas fotos, unas estadísticas, desmontan en reversa cualquier construcción mítica y legendario-simbólica del castrismo.

Francisco Almagro Domínguez
Texto y foto: Cubaencuentro, 20 de diciembre de 2023

lunes, 4 de marzo de 2024

Recordando a Tania Díaz Castro


El pasado 4 de febrero falleció en La Habana la poeta, periodista, activista por los derechos humanos y ex prisionera política Tania Díaz Castro. No la conocí personalmente, solo una vez la vi, de lejos, en la revista Bohemia, en la década de 1980.

Así se presentaba en el blog que abrió en 2022:

Nací en Camajuaní, Villa Clara, en 1939. El 30 de abril de 2022 cumplí 83 años. Durante casi sesenta me dediqué al periodismo. Primero en periódicos y revistas, como Hoy, La Tarde, Bohemia, Trabajadores, Los CDR y otros. Estudié seis meses en la Universidad de la Habana y lo abandoné para dedicarme a la práctica, por tanto soy autodidacta. Publiqué cuatro libros de poesía con la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y con Linden Lane Press y ZV Lunáticas. Viajé a Japón en 1972, casada con un japonés, y ahí descubrí que el socialismo y sobre todo el comunismo son un fracaso. En 1987 ingresé al Movimiento de los Derechos Humanos en Cuba y fuí presidenta del Partido de esa organización, suscribiendo un manuscrito que pedía un Plebiscito a Fidel Castro, por lo que sufrí prisión en dos ocasiones y fui amenazada con el fusilamiento. Durante más de veinte años pertenecí a la redacción de CubaNet como miembro fundadora.

En septiembre de 2007, Belkis Cuza Malé, viuda del poeta Heberto Padilla (1932-2000), escribía en El Nuevo Herald:

"Para escribir sobre ella, he vuelto a leer sus poemas, los de ahora y los de antes. Los que ha ido sembrando en el camino de su accidentada vida. No puedo ubicarla ni aquí ni allá, porque ha cambiado de casa como de vestidos. Pero tengo sus fotos, y sus textos, que a veces me llegan como chispas de luz quemándose en la hoguera. En esa hoguera que se ha llamado la revolución cubana, y que a ella en particular le ha costado casi la vida. Dos años de cárcel no son poca cosa en una prisión cubana, y para colmo de males, el descrédito y las calumnias que la dictadura no se ha cansado de propagar contra ella. Estoy hablando de esa excelente periodista y poeta llamada Tania Díaz Castro de quien el destino (o el karma) nos hizo amigas".

En Periódico Cubano, el ex prisionero político Ernesto Díaz Rodríguez le dedicaba unas sentidas palabras:

"Adiós, querida Tania. Mucho te vamos a extrañar aquellos que apreciamos tus virtudes y admiramos tus valores. Ha sido duro recibir la noticia de que te has ido para siempre, quizás a horcajadas sobre las alas de una paloma blanca o en un rayo de luz multicolor, no lo sé, pero te has ido. Gracias por tu nobleza de alma, por tus buenas acciones, por dejarnos, a través de tus letras cristalinas y tu amor por Cuba, las más bellas imágenes de tu exquisita poesía. Tus poemas son como hermosas amapolas, lo confieso, tejidas de ensueño y suavidad. Las vibrantes imágenes de tus versos son mariposas cargadas de gotas de rocío que, al despuntar el alba, reposan luminosas sobre las flores serenas de nuestra campiña".

Desde Suiza, donde resido desde noviembre de 2003 como refugiada política, algunas veces intercambié correos con mi colega y tocaya, sobre todo cuando quería comunicarme con mi primo Vladimiro Roca Antúnez, fallecido el 30 de julio de 2023, y con quien ella estaba en contacto. Mi hijo, el periodista independiente Iván García Quintero tuvo la suerte de conocerla y en varios escritos la mencionó, la última vez en La gente de los derechos humanos en Cuba, publicado el 5 de febrero de 2024:

"Cuarenta y un años después que Ricardo Bofill Pagés y Martha Frayde fundaran el Comité Cubano Pro Derechos Humanos, en el otoño de 2017 conversé con la periodista independiente Tania Díaz Castro en su casa, en el poblado costero de Santa Fe, al oeste de La Habana.

“Yo me integro al Comité en 1987. Bofill contaba que él y su pequeño grupo fundaron el Comité el 28 de enero de 1976, como homenaje al natalicio del Apóstol, en el domicilio de la doctora Martha Frayde, en el Vedado. Por ironías del destino, esta inolvidable y valerosa mujer había sido amiga personal de Fidel. Poco tiempo después, Martha, Bofill, Adolfo Rivero Caro, Elizardo Sánchez, Edmigio López y Enrique Hernández, entre otros fueron a parar largos años a la cárcel, por distintas acusaciones, inventadas, como era y es costumbre del castrismo. Así respondió el 'comandante' a la solicitud de aquellos intelectuales a una revisión de la situación de los derechos humanos en Cuba.

“En un momento dado fui una especie de secretaria de Bofill. En mi casa de Centro Habana recibía una decena de denuncias diarias de personas a las cuales las instituciones del régimen transgredían sus derechos. En 1987, junto a Bofill, Rivero Caro y Samuel Lara, fuimos al hotel Comodoro a reunirnos con una comisión de la ONU, que la dictadura autorizó a visitar Cuba para exponer nuestras denuncias. De forma espontánea, en las afueras del hotel, habían más de mil ciudadanos que se llegaron hasta allí a entregar sus acusaciones, a pesar de que en esos años la represión era feroz”, rememoraba entonces Díaz Castro.

En abril de 2023, el proyecto Casa Palanca, fundado por feministas cubanas, lanzó una campaña de recaudación fondos para mejorar las condiciones de vida y de salud de Tania Díaz Castro, que vivía sola con sus perros y gatos. Agradeció la solidaridad

con este post subido a su Facebook el 24 de agosto de 2023:

"Muchas gracias por sus comentarios que me llegan al alma. Quisiera responder a todos, pero no tengo acceso a internet en Cuba. Es mi hija desde España quién me lee por teléfono todo lo que me escriben y me publica mis notas. Sólo quiero decir que volvería a fundar de nuevo el Partido Pro Derechos Humanos y seguir luchando por la libertad porque ni aún cuando deje esta vida pararé en mi empeño de ver a Cuba por fin libre".

Tania Quintero