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lunes, 10 de noviembre de 2014

No soporto el ruido


Nací en La Habana el 10 de noviembre de 1942. Hoy cumplo 72 años. He decidido regalarme un post musical. Aunque no sé cantar ni bailar, la música para mí es tan importante en la vida de una persona como el amor, la amistad, la honestidad y la sinceridad. Y al igual que Charlie, tampoco soporto el ruido (Tania Quintero).

El volumen al que se escucha la música tiene poco que ver con la apreciación musical -muchos van solo por escuchar el ruido, y la base rítmica casi siempre muy primitiva, en lugar de apreciar el arte de cada instrumentista.

Y lo mismo puede decirse de los intérpretes: más de un mal músico esconde su falta de talento tras una pared de sonido con una amplificación inhumana o detrás de una pared de sonido diseñada de modo tal que las faltas del músico se esconden tras un batuqueo que distrae la atención o es tan ensordecedor que no permite que se aprecie ni lo bueno ni lo malo de un determinado intérprete.

El volumen, que se mide en decibeles, no es una virtud musical. Es un fenómeno físico. El volumen a niveles aceptables permite apreciar la música, pero cuando alcanza los niveles de un martillo neumático o de la cubierta del portaviones Nimitz, entonces se convierte en un instrumento de tortura que termina por borrar la cordura y el placer de la apreciación musical.

Para no hablar de que la mediocridad impone un volumen del mismo nivel de un martillo neumático o de la turbina de un cazabombardero pesado. Es como quien habla a gritos, como si el volumen le confiriera razones. Otra falta grave es la de los sonidistas que tratan de igual modo un club, que un teatro, que un estadio: una amplificación brutal y desproporcionada, que ensordece a los espectadores y a los músicos.

En el caso de los músicos de rock es una plaga fatal: la mayoría son sordos. Y se pregunta uno como se puede hacer música desde la sordera sin llamarse Ludwig van Beethoven. Para sordo genial, uno.

La otra parte es el vicio de la microfonía. Llega uno a una sala de conciertos y lo primero que ves es tres micrófonos por tumbadora y una batería con una batería de micrófonos digna de un dictador tropical. Garantizado, no hay ni habrá concierto. Ruido sí que habrá, pero no concierto. La misma palabra concierto nos dice que todo va concertado, y con un volumen tan desproporcionado es como pretender que siete guaposos de esquina tengan una conversación serena y tranquila a las dos de la mañana bajo un farol. No hay concierto, pero si una cacofonía de los aseres.

En Micrófono, volumen, ruido y "swing", Paquito D'Rivera menciona muchos nombres con los cuales estoy muy familiarizado, y agregaría al maravilloso guitarrista Wes Mongomery y los no menos legendarios Les Paul, Bill Frissell, George Benson y Charlie Christian. Ninguno de esos guitarristas tiene ni tuvo una muralla de amplificadores que ensordecieran a su audiencia. Simple y llanamente usan la amplificación para comunicar su música a unos niveles que no son reconocidos como tortura por la convención de Ginebra.

Paquito menciona también el vicio de los bajistas y bateristas, ahora confabulados en las llamadas secciones rítmicas. Son verdaderamente terremotos auditivos. El caso que él menciona, de Wynton Marsalis y su orquesta es representativo; es un oasis de musicalidad, donde cada instrumento se expresa como se debe sin que se convierta en una jungla de ruidos imposibles de diferenciar. Hasta cuando Clapton tocó con ellos se maravilló que se hiciera hincapié en la calidad del sonido, no en la intensidad del sonido ni en el volumen desmedido.

Vivo en Washington DC y hace poco acepté descargar con un guitarrista local en una fiesta de unos vecinos y acústicamente fue una maravilla. Pero luego cometí el error de ir a su casa a una descarga eléctrica. Se suponía que era blues y el baterista no tenía escobillas -la misma queja de Paquito- y la batería estaba en una esquina con los muros sirviéndole de pantallas reflectoras.

El bajista tenia un sistema de efectos que parecía la torre de control de un aeropuerto. Los otros dos guitarristas tenían unas torres de amplificadores que casi llegaban al techo y sendas pedaleras de efectos especiales. El cantante tenía que imponerse a todo eso y tenía un aparataje con…. efectos especiales para la voz!

Por lo general toco sin efectos y el único pedal que uso a veces es un wah si hay un poco de funk, prefiero escalas limpias y acordes serenos y que la guitarra suene como una guitarra no como un nave espacial a punto de despegar ni como un piano eléctrico fabricado en el antiguo bloque socialista, ni como un peine envuelto en papel sanitario.

Hay una tremenda confusión en lo que se refiere al timbre de cada instrumento musical, que todos parecen empeñados en cambiar. El timbre de los instrumentos debe ser único, e incluso varia entre instrumentos iguales, dependiendo de sus técnicas de fabricación.

Una guitarra eléctrica de cuerpo sólido no suena igual que una de media caja, o de tres cuartos de caja, o de caja completa. Ni una acústica amplificada suena igual que una eléctrica, porque la colección de principios físicos que define su sonido es diferente, por tanto el timbre será diferente también. En el caso de una voz educada, el timbre se llama metal, y no es precisamente el del heavy metal.

También, hay una confusión entre tono y timbre, debido a que en inglés, tone significa timbre, y pitch significa tono. Entonces, muchos que se expresan en 'spanglish' le preguntan a uno sobre tono, cuando se están refiriendo a timbre. El tono es la característica de cada nota, altas y bajas, que se mide en hertzios, y que si se toma con una escala correcta define la afinación del instrumento.

En el caso de la guitarra, cada traste define un semitono, y en otros instrumentos como el bajo “fretless” o sin trastes, el violin, contrabajo y otros de brazo liso el músico puede trabajar con variaciones que son fragmentos de tono y por tanto se llaman “microtonos” y se pueden tocar melodías microtonales.

Volviendo a la descarga, le tuve que decir a los músicos que tocaría solo un par de piezas, porque ten'ia un compromiso de trabajo que cumplir, y así fue. Dos descargas instrumentales, solo con el bajista y el baterista, ya más domesticado. Y con la misma, adiós.

No soporto el ruido. La música en mi casa y en mi auto siempre están a niveles que se puede disfrutar y, sobre todo, que uno la escuche callado y tranquilo, que se inventó para eso, para reflexionar acerca de las ideas de los músicos y para prestarle atención al arte!

Claro, una conversación agradable, romántica y serena, se puede tener con un acompañamiento musical adecuado. Pero para eso, hay que disfrutar la música primero!

Charlie Bravo

Video: Eric Clapton y Wynton Marsalis y su orquesta interpretan Layla, una de las más famosas canciones de Clapton. Ocurrió en un concierto celebrado en el Lincoln Center de Nueva York en abril de 2011.

3 comentarios:

  1. Muchas felicidades Tania, aunque sé por experiencia propia que cuando se tiene a parte de la familia lejos la felicidad es más bien escasa. Mucha salud y suerte.

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  2. Gracias, Lola, por tus felicitaciones. Ya cuando se pasan de los 70 muchas cosas dejan de ir teniendo importancia y otras, por lo regular sencillas y cotidianas se aprecian más. Mucha salud y suerte también para ti, Tania

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  3. Impecable el Sr. Bravo.
    Gracias por el post.

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