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lunes, 25 de noviembre de 2013

La delincuencia juvenil en Suiza


Las noticias aparecidas en los medios sobre el ‘caso Carlos’, un joven delincuente violento en un programa de reinserción con condiciones de lujo, ha causado indignación en la población y la clase política suizas.

Sin embargo, los tratamientos de esta índole suelen dar buenos resultados no solo para los beneficiarios, sino también para la sociedad. En el caso de jóvenes de entre 10 y 18 años, el Derecho Penal suizo aboga por la protección y la educación.

Desde el 1 de enero de 2011, el procedimiento penal que se aplica a los menores es uniforme en todo el país. La mayoría de edad penal se sitúa en los 10 años. La ley sobre protección de menores preconiza dos tipos de sanción: medidas de protección y penas.

Las primeras contemplan: vigilancia y apoyo externo, tratamiento ambulatorio, asignación a una familia, una institución educativa o un tratamiento.

Las penas incluyen: advertencia, prestación de servicios (generalmente un máximo de 10 días, tres meses para los jóvenes de 15-18 años que han cometido un delito); multa de hasta 2 mil francos, detención hasta un año (15-18 años) o hasta 4 años (para los de 16-18 años que han cometido delitos graves).

¿Qué hacer con los adolescentes violentos: castigarlos o rehabilitarlos? ¿O combinar ambos? En Suiza, la prioridad oficial es “protegerlos y educarlos”. “El sistema helvético aboga por la readaptación y la reinserción”, explica Allan Guggenbühl, psicólogo y fundador del Instituto para la Gestión de Conflictos (IKM).

“Respecto a otros países, como Estados Unidos, ponemos más énfasis en la reinserción del adolescente”, agrega Guggenbühl. Además, el porcentaje de jóvenes condenados que no reinciden es “muy elevado” en Suiza. “Algunos programas prevén sesiones regulares para aprender a gestionar la rabia. En otros, los jóvenes delincuentes se trasladan al campo, a la montaña -antes salían incluso al extranjero, pero ya no. En varios programas tienen que trabajar”.

Aunque se considera que es más importante educar que sancionar, muy pocos jóvenes delincuentes estudian una carrera universitaria, generalmente debido a su bajo rendimiento escolar. “El objetivo principal reside en que consigan cursar una formación profesional”, aclara el fundador del Instituto IKM.

El año pasado, 11.883 jóvenes de entre 10 y 18 años fueron condenados por delitos varios. El 80% de ellos eran varones y el 68% de nacionalidad suiza.

La tasa de reincidencia, que la Oficina Federal de Estadística define como una nueva condena en los tres años que siguen a la primera, desde hace años se sitúa en el 35%. A modo de comparación, en Gran Bretaña, las estadísticas de 2012-2013 revelan que el 73% de los jóvenes delincuentes reinciden en el primer año después concluir su condena.

¿Significa que el sistema suizo funciona? “En general, sí, porque tenemos menos jóvenes delincuentes que ingresan en prisión que Gran Bretaña u otros miembros de la Unión Europea. El número de delitos también es inferior. Por tanto, el sistema funciona para muchos jóvenes”, responde Allan Guggenbühl.

Aun así, este sistema afronta grandes retos. Entre ellos, figuran la dificultad de encontrar una estancia apropiada a cada caso, la falta de coordinación entre cantones, la escasa regulación (la mayoría de las instituciones son privadas) y los elevados costes, que son difíciles de defender políticamente frente a una opinión pública escéptica.

“Siempre intentamos hallar la mejor solución, pero no siempre es fácil convencer a las instituciones”, señala Beat Burkhardt, presidente del Juzgado de Menores de Basilea. “Si nos presentamos con un joven que tiene problemas de comportamiento y mencionamos los diferentes centros donde ha estado, muchas se niegan a acogerlo”.

Para Christian Perler, responsable de la única unidad de psiquiatría forense para niños y adolescentes en Suiza, fundada en Basilea en 2011, lo más difícil es encontrar el término medio entre disciplina y flexibilidad.

Pero lo que más ha escandalizado a la opinión pública y a la clase política es el precio del tratamiento que recibía Carlos: 29.300 francos mensuales a expensas de los contribuyentes, incluidos mil francos de asignación para sus gastos y las clases diarias de boxeo tailandés. Muchos ciudadanos y editorialistas consideran profundamente injusto y una señal de que la delincuencia es rentable. El programa se ha interrumpido y Carlos ha regresado a prisión.

De los 635 jóvenes registrados en el sistema penal de menores en 2012, 556 siguieron un tratamiento en una institución privada o estatal o un centro educativo.

Unos 14 cumplieron penas de prisión en centros penitenciarios con sección para menores. El 41% de los condenados prestaron servicios a la comunidad durante 10 días; el 27% recibieron una advertencia y el 22% fueron multados. (Fuente: Oficina Federal de Estadística).

Sin embargo, tampoco los programas más modestos son baratos. Marcel Riesen, fiscal general de menores del cantón de Zürich, estima que el coste medio de una persona en detención en régimen cerrado ronda los 20 mil francos mensuales. Una estancia en la unidad de Christian Perler en Basilea, que ofrece una terapia intensiva a diez delincuentes, muchos de ellos rechazados en las demás instituciones, cuesta 1.450 francos diarios.

Allan Guggenbühl admite que “es problemático” convencer al contribuyente de lo eficaces que son los programas de este tipo. “La suma desembolsada en el caso Carlos es exorbitante, pero también absolutamente excepcional. Conozco programas menos costosos. La mayoría de los juzgados de menores nunca autorizarían clases de boxeo, es absurdo. Tengo a varios jóvenes que querrían pagar las clases de su bolsillo, pero no se les permitió. En el caso de Carlos se han excedido todos los límites”.

Hansueli Gürber, fiscal de menores de la ciudad de Zúrich, que presuntamente recibió amenazas de muerte a raíz del caso Carlos, ha reducido su jornada laboral debido a problemas cardíacos. No obstante, sigue convencido de que el programa de Carlos fue un éxito. “Hemos conseguido que no reincidiera durante 24 meses, cuando había cometido 34 delitos en cinco años. Este método hubiera funcionado”.

Aunque Allan Guggenbühl critica las sumas astronómicas gastadas en el caso Carlos, considera que estos programas constituyen una buena inversión, tanto a corto como a largo plazo. “En primer lugar, permiten ahorrar dinero porque los delincuentes no ingresan en un centro penitenciario. Y es que cada día de prisión cuesta una fortuna. Por ejemplo, en Estados Unidos, el estado de California se acaba de percatar de que no puede hacer frente a los gastos que representan los jóvenes encarcelados”.

Según Guggenbühl, a largo plazo, “debemos evitar la socialización de estos jóvenes en un contexto de delincuencia. Tenemos que hallar un medio para reconducirlos al buen camino de una manera u otra. Es decir: que encuentren un trabajo, unos ingresos regulares y un lugar en la sociedad”.

Thomas Stephens
Swissinfo en Español, 4 de octubre de 2013.

1 comentario:

  1. eso es un niño pijo switzo....EN SPAIN los moritos acogidos nos lo agradecen delinquiendo 50 veces al dia. impunemente, y si se les coje, se les premia con comoda residencia por unos meses. ...y luego a seguir jodiendo!

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