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lunes, 30 de abril de 2012

Pez león al plato


Por Reinaldo Emilio Cosano Alén

El voraz pez león, amenaza de muchas especies marinas y del medio ambiente en su conjunto, está ahora 'amenazado por los cubanos', no solo atendiendo a razones ambientales, en un intento por frenar su rápida proliferación, sino también por su gustada carne, que se abre paso en los restaurantes particulares, donde el plato cuesta entre cinco y diez dólares, con ganancia de dos dólares por libra para los pescadores.

Así me lo ha referido Salvador Valle, un pescador submarino de Guanabo, pueblo turístico al este de La Habana, quien añade: “Otros gustados peces y mariscos de las aguas próximas a las costas cubanas son cada vez más escasos, por la captura intensiva, que se cotiza a dólar la libra. Sin embargo, el pez león, que puede alcanzar hasta cinco libras, se paga más caro”.

Clientes de pequeños restaurantes de la localidad, consultados al respecto, coinciden en afirmar que el sabor del pez león es delicioso, al tiempo en que queda atrás el tabú de que su carne es tóxica, porque ya se sabe que su veneno, que es su medio de defensa, se localiza solo en las aletas.

Resulta frecuente encontrar a pescadores con ensartas de hasta veinte ejemplares de pez león, proponiéndolos por las calles, o directamente en los 'paladares'(pequeños restaurantes privados que generalmente funcionan en las casas de sus dueños). Asunto que, de paso,es una señal de alarma sobre su rápida propagación.

Este pez se está apoderando de las aguas del Golfo de México, Bahamas, Florida y en el Mar Caribe, donde para mayor preocupación ecológica, las corrientes marinas contribuyen al traslado de los huevos a grandes distancias, aumentando el peligro de su expansión, cada vez menos controlable. Su único “depredador” conocido es el hombre, aunque el pez león va más rápido en su carrera por extenderse.

Oriundo de los Océanos Pacífico e Índico, donde mantiene balance ecológico, el pez león está considerado una verdadera máquina devoradora y de él se conocen 68 especies. La Academia de Ciencias de Cuba y el Instituto de Oceanografía recomiendan la eliminación sin cuartel del intruso pez.

En tanto, su pesca, incentivada por la demanda gastronómica, y por la extrema escasez de pescados y mariscos en el mercado cubano, contribuye al enfrentamiento contra la proliferación del pez león. La mayor preocupación de los pescadores es por sus tóxicos pinchazos.

Edelmis Olano, pescador de sardinas, también residente en Guanabo, asegura: “El pinchazo del pez león es idéntico al pinchazo del rascacio. Produce un dolor intenso. Una vez recibí el alfilerazo de un pez león que saltaba atrapado en la red y sentí como si me pusieran un hierro encendido en la palma de mi mano”.

Pero más duelen las cornadas del hambre, como afirma el viejo proverbio.
Cubanet, 7 de febrero de 2012
Video: Subido a You Tube por Gerardo Ochoa el 29 de marzo de 2011, con el título Prepare y coma pez león.

sábado, 28 de abril de 2012

¿Desaparecerá la papa en Cuba?


Por Oscar Espinosa Chepe

La papa es una de las viandas más deseadas por los cubanos. Pero todo parece indicar que la escasa oferta en el 2011, será aún más limitada este año, según los datos publicados por la Oficina Nacional de Estadística (ONE) e informaciones brindadas en el noticiero nacional de televisión el pasado 31 de enero,

En el quinquenio 2005-2010, la producción promedio anual de papa fue de 234,8 miles de toneladas, un 30,0% menos que lo obtenido en 2000-2004. En 2010 la producción descendió a 191,5 miles de toneladas, y en 2011 a 167,3 miles de toneladas, según los datos de ONE.

En el reportaje televisivo antes mencionado, se anunció una producción estimada de 140,0 miles de toneladas para 2012. La reportera señaló que se debe a la reducción de las áreas sembradas -lo cual sucede desde hace años-, pues su cultivo depende en gran medida de la semilla y otros insumos importados -pesticidas y fungicidas-, así como riegos con altos consumos de combustible.

A eso se añade que para garantizar el suministro de papa durante todo el año, una parte de la cosecha debe ser almacenada en frigoríficos, con gran empleo de electricidad, cuidado y manipulación, todo lo cual hace que los costos de producción y distribución del tubérculo sean relativamente elevados, con respecto a otras viandas: malanga, boniato, plátano, yuca…, menos exigentes en la demanda de requerimientos del exterior.

Por tanto, el abastecimiento de papa será muy limitado, incorporándose a la larga lista de productos agrícolas difíciles de obtener por los cubanos. Podría pensarse que el limitado suministro de este tubérculo será compensado con otros productos agrícolas, pero eso resulta inseguro, ya que la producción de otras viandas tampoco avanza significativamente.

En 2011 la producción de boniato decreció en 18,9%, malanga en 3,9% y los demás tubérculos en 8,6%. Respecto a viandas en general, solo se incrementó el plátano en 17,2%, al parecer recuperado de los efectos causados por los huracanes en 2008. No obstante, el crecimiento logrado ocurrió fundamentalmente gracias a la actividad del sector privado (27,1%).

Como ha informado la ONE, en 2011 con respecto a 2010, aumentó en un 19,8% el precio promedio del total de productos agrícolas y cárnicos, vendidos en los mercados de oferta y demanda y los estatales. El precio promedio de los productos agrícolas creció 24,1% y los cárnicos 8,7%.

La papa fue sacada del sistema de racionamiento en octubre de 2009. Hasta entonces, se vendía a razón de unas pocas libras al mes por persona, a 30 centavos la libra en época de cosecha (febrero-abril aproximadamente), y los demás meses a 40 centavos.

Entondes se autorizó a venderla únicamente en los mercados agropecuarios estatales a un peso la libra, por lo regular sin límite de venta, aunque desde septiembre de 2011 desapareció la oferta. Parece que se incorporará definitivamente a los productos ausentes del consumo de los cubanos, como ha ocurrido con la leche, la carne de vacuno, el café y otros. O deberán adquirirse a altos precios en las tiendas por divisas o en el mercado negro.

Cubanet, 7 de febrero de 2012
Foto: La papa rellena es uno de los platos preferidos de los cubanos, sobre todo si se pueden rellenar con picadillo de carne de res o con jamón y queso molidos.

jueves, 26 de abril de 2012

No hay guarapo en Cabañas


Por Moisés Leonardo Rodríguez

Los residentes de Cabañas no pueden tomar guarapo desde el mes de noviembre de 2011 porque no tiene caña la única guarapera existente en el pueblo y en un radio de unos 40 kilómetros a la redonda.

Las tierras que rodean al poblado, perteneciente al municipio Mariel, provincia Artemisa, en su casi totalidad estaban dedicadas al cultivo de la caña de azúcar, que desde el siglo XVIII abastecía al antiguo central Merceditas, a unos dos kilómetros del pueblo, rebautizado con el nombre de Augusto César Sandino, luego de ser expropiado a sus legítimos dueños por el gobierno comunista.

Con el desmontaje de este ingenio en 2002, los campos de caña fueron desapareciendo de los alrededores, hasta llegar al estado actual, cuando la cooperativa agrícola Antero Regalado, que administra la guarapera, no cuenta con cañaverales y no encuentra en todo el municipio y sus inmediaciones quienes cultiven caña.

“Los cabañenses sufrimos una carencia más, que obviamente no se debe al famoso embargo norteamericano sino al mal gobierno que padecemos. Con esto, la cooperativa pierde empleos y ganancias”, opinó un trabajador de la cooperativa Antero Regalado que pidió no ser identificado.

“Todavía quieren que la gente crea en el supuesto perfeccionamiento del sistema. Eso no se lo cree ni el que inventó el guarapo”, comentó Ernesto Álvarez, de 79 años, jubilado de la industria azucarera después de más de medio siglo de labor en el desaparecido central Merceditas.

Cubanet, 9 de febrero de 2012
Foto: Marichoube, TravelPod. Guarapera en Centro Habana. Un vaso de 8 onzas de guarapo bien frío, en la capital cuesta un peso (5 centavos de dólares) y en el interior de la isla, 0.80 centavos de peso o menos por la misma cantidad.

martes, 24 de abril de 2012

La ilusión de los paladares cubanos


Por Juan Juan Almeida

Conozco algunos interesados en escribir la famosa Guía Michelín de La Habana. Y para ello nombran nuevos restaurantes y hasta dan sus mejores recomendaciones. San Cristóbal, y su comida creole-cubana; Vista al Mar y sus atardeceres; La Guarida, La Fontana, Le Chansonnier

Percibo cierto sensacionalismo, en este resurgir de la iniciativa privada, donde además se intenta obviar o minimizar la omnipotente opción estatal. Y no es que me parezca injusto, al contrario, este renacer es un paliativo, y el dinero con que se paga va directo a quienes lo trabajan, pero se me hace morboso o, cuando menos, fantasioso.

De los paladares recientes, Doña Eutimia es de los más visitados, casi oculto a un costado de la Plaza de la Catedral, en el Callejón del Chorro, uno de los lugares más curiosos de La Habana colonial. En ese pedazo de calle, una cabeza antropomorfa -cuya boca es un surtidor- es cuanto queda del antiguo boquerón que servía de desagüe hacia la antigua Zanja Real.

Justo allí, en el número 60, se encuentra el paladar donde puede degustar un delicioso tamal, cerdo asado, filete miñón, pescado grillé, pulpo al ajillo, o su plato especial, la insuperable ropa vieja. Sus dueños son Leticia e Iván. Él es ingeniero y trabajó en el grupo de restauración de La Habana Vieja. Quizás por ello, como recuerdo, marca de calidad, trofeo, atractivo o agradecimiento, mantiene colgada en la entrada una camisa del doctor Eusebio Leal.

Pero con camisa y todo, no se puede comparar con el restaurante estatal El Aljibe, que en plena ciudad, en el corazón de Miramar, en 7ma y 26, logra un ambiente campestre y con la receta del difunto Sergio, dueño del otrora Rancho Luna, el pollo que lleva su nombre es aparatoso, excesivo, y exageradamente sabroso.

Como regla general, los paladares más famosos son casas de antiguos dirigentes, familiares de dirigentes, tolerados ex militares, o algunos “neodiplogentes” que, para sobrevivir, no pueden hacer otra cosa que mostrar sus labios sonrientes, aferrarse al silencio, o brindar su paranoico aplauso al discurso gubernamental.

Durante las visitas, en ocasiones diferentes a La Habana, Jimmy Carter y la Reina doña Sofía, consumieron los manjares de dos famosos paladares que no voy a mencionar, porque se dice que en ambos, tanto el célebre ex presidente, como la distinguida soberana, atraparon el “anti deleite” de un malestar estomacal.

Los restaurantes-paladares son bonitos, se han puesto de moda, y nada más. Ninguno de ellos podría, no hablemos ya de competir, sino simplemente acercarse a la exquisitez de, por ejemplo, el Café París, en el casco histórico, Habana Vieja.

Quienes se inventan esas loas efectistas y desatinadas, o nada saben de comer, o desconocen que el 'chino vaquero geriátrico' (entiéndase Presidente) supervisa su cría de búfalos, avestruces y ganado charolé para únicamente surtir los restaurantes que pertenecen a la cadena “Palco” del Consejo de Estado, y/o la casa de algún agraciado.

Tan ilusos trasnochados tampoco saben que en La Habana aterriza a diario un avión con carne americana fresca (USDA Choice) destinada, entre otras mesas, a las del restaurante La Finca (Calle 140 y 19, Playa, rodeado de exuberante vegetación), que regentea el más mimado, capacitado y despiadado de los chefs cubanos, el señor Erasmo, ex soldado de la columna del Che.

La iniciativa privada sin recursos y sin “La mano invisible” de Adam Smith, es un nudista motivado que atado a una bomba de tiempo sigue siendo una ilusión.

Martí Noticias, 21 de febrero de 2012
Foto: EFE. Un grupo de amigos en el restaurante privado Los amigos, en La Habana.

domingo, 22 de abril de 2012

Vamos al túnel, mi vida


Por Nicolás Águila

El Túnel de La Habana no es un túnel cualquiera. Es el túnel de La Habana y eso lo dice todo. Porque La Habana sigue siendo La Habana aunque ya no sea exactamente lo que se dice La Habana. O lo que se decía La Habana… Ay, San Cristóbal bendito.

La ciudad está apuntalada y se desmorona, y se cae a pedazos y se derrumba, y huele mal, y te escupen y te mean, y si te descuidas te tiran las inmundicias desde el balcón de un tercer piso. Eso si no te cae encima un desprendimiento de la baranda, una lasca del techo, un ladrillo, un pedrusco, un bilongo, una salación, un maraño… Y te matan y no te pagan los muy marañeros.

A La Habana solo le queda el casco histórico y la mala idea de una ciudad que perdió el encanto pero conserva la época, con su malecón expuesto a los elementos ambientales y un túnel de ida y vuelta que le traquetea. Y le quedan las mañas de una urbe marinera que sigue siendo habanera y puñetera aunque de otra manera. Una manera bisnera y jinetera, a oscuras y medio encuera, ocultando a la vez que mostrando la pelleja esa vieja ramera que reza y espera que del cielo le llueva su arroz a la chorrera. Y que Dios pronto lo quiera.

La Habana tiene un túnel, o tiene más de uno pero el que nos importa es ese, el que se llama túnel de La Habana y fue construido en tiempos de un dictador que no dictaba tanto como el que vino después. Lo inauguraron cuando yo tenía apenas seis años y empezaba a tararear los chachachás de moda, en una época en que Cuba reía y bailaba sin pensar en echarse a un turista, a un pepe, a un yuma, y La Habana sí que entonces era La Habana y para de contar. Era eso que en el mundo entero suspiraban como el colmo del placer: a night in Havana hasta que salga el sol.

Que no te vengan con cuentos, que cuando La Habana era La Habana los perros satos habaneros andaban por la calle sueltos y sin vacunar, no importa que los amarraran con longanizas o chorizos El Miño. Y el vacilón se cantaba y se bailaba, se bebía straight o a la roca, sentado, de pie o arrollando a paso de conga, sin esa bruma de duelo a orillas del Almendares, donde en tiempos de mi abuelo dos bolas eran tres pares.

El Túnel de La Habana es particular. Ha sido declarado una de las siete maravillas cubanas de la ingeniería civil, pero no me preguntes cuáles son las otras seis, que ni me las sé ni me importa aprendérmelas. Para mí que lo maravilloso del túnel fue que uniera a La Habana pedestre con el Este agreste. Y que para ir a las playas de Guanabo y Santa María del Mar ya no hubiera que dar una larga vuelta alrededor de la bahía.

Pasabas el túnel y ya, por derecho y por lo corto. El viaje se te abreviaba y podías ir a la playa en guagua, vamos al túnel mi vida, a vacilar el mar demagógico azul turquí; o podías coger un botero, que era entonces el nombre del taxi habanero, y atravesando la bahía por abajo, donde está el tasajo, vamos al túnel mi amor.

El túnel de La Habana es una de las siete maravillas cubanas, y eso parecería exagerado si no fuera por lo otro. Yo sí creo que tiene bien ganada su fama y estatus de maravilla ingenieril. La prueba de que es un túnel maravilloso está en que ha resistido más de medio siglo de destrucción total, sistemática, rencorosa, y todavía sigue ahí, funcionando y todo.

Con dos te miro y con tres me espanto, oh túnel testimonial de lo que fue La Habana, truco del almendruco o troque del almendrón, pero siempre indiferente al soplo de la brisa desde el Malecón hasta La Rampa zarazona. Déjame tocar madera, que con esa gente nunca hay nada seguro.

Cubanet, 13 de febrero de 2011

viernes, 20 de abril de 2012

Las raíces afrocubanas del tango


Por Carlos Olivares Baró

El vocablo Tango proviene de lenguas africanas que llegaron con los esclavos al Río de la Plata. / Orígenes posibles del término criollo afro — portugués: tangere (tocar). Tambo, tam — tam, candombe: “toca tambo”: “toca tango” (celebración, fiesta de negros). Tango: lugar de reunión de los esclavos en casas de los arrabales: los negros se encontraban para danzar. / Inmigrantes africanos, españoles, argentinos, italianos, británicos, polacos rusos… Polkas, valses, mazurcas, habanera cubana, ritmos candombes africanos: nacimiento del tango, danzón, milonga… Danzón cubano (1879). Auge del tango argentino (1900). / Malones, compadritos y orilleros se reúnen en los boliches para escuchar ese ritmo agridulce y quebradizo en 2 x 4. En los salones de Matanzas, Cuba, los “negros de sociedad” se juntan para zapatear en pareja los acordes de violines, clarinetes y tímpanos (danzón). // El tango es demanda. Abundancia de morriña que el organillo vocea. / El tango, gestualidad frente al azogue. Guitarra, piano, violín, bandoneón y contrabajo escriben las pausas en los costados del silencio. / El tango, exuberancia de acordes lindantes con la vendimia. / El tango sucede en intemporalidades acuciantes: la duración se extiende hasta las riberas del deseo y estalla en sinuosidades: acordes del violín. Dentellada caprichosa de las cuerdas tensando el instante: prolongando el abrazo y el cruce de las piernas en transposición tersa. / El tango, disimulo de bálsamos armónicos. / El tango permite que sigamos andando curtidos de soledad. / El tango nos reconoce en el lejano mirar, por las coplas que mordemos. / El tango emborracha el corazón y apaga, en el olor del trago de un buen oporto, esos amores locos que más que amor son sufrires. / El tango, fruición en los ejes del destierro: cadencia que todos los exiliados del mundo acogen en su soledad. / El tango, una fiesta: sollozos y dolencias que se despliegan en el estrado de la vida. / “El tango es un pensamiento triste que se baila”: magister dixit, Enrique Santos Discépolo. Hay una consonancia afro en los acordes del tango que detona en los cuerpos que se enlazan.

La vuelta del Malón (CNR Discos, 2008), de Tango Negro Trío (Juan Carlos Cáceres, piano y voz; Marcelo Russillo, batería y percusión; Carlos 'El tero' Buschini, bajo y percusión. Invitados: Javier Girotto, sax soprano y barítono; David Pecetto, bandoneón y acordeón), álbum porteño que chorrea euritmias afrocubanas por los 15 temas que lo conforman. Segunda placa que se conoce de esta agrupación dirigida por el exuberante Juan Carlos Cáceres, quien con su voz de barítono bronco enseñorea los conformes armónicos y repasa los recodos meridionales del tango. Tango que me hiciste mal… (2005), primer disco que conocimos de estos músicos argentinos que exploran, con tino, las gradaciones africanas presentes en los ritmos rioplatenses.

Temas de Cáceres y Buschini arreglados en consonancias jazzísticas en las que las enunciaciones bordean el toque a la parrilla: variaciones y ornamentos que respetan la melodía y armonía planeadas, pero con ciertas libertades en la ejecución instrumental. Recreaciones de rock latino de Santana (Qué pasó, La vuelta del malón), latin jazz con halo de candombe (No te mueras nunca, La nueva,), habanera cubana con asomo de milonga y vals (Sólo un sueño, Gris, Alejandra) y tango (Queremos saber, Quédate piola, La casita de mis viejos). Percusión que compendia colores africanos, bandoneón que se pasea por resquicios rioplatenses, sax que explaya apuntes jazzísticos a la parrilla (“Sólo un sueño”).

La vuelta del malón confirma los cruces de polka, vals, habanera, candombe y ritmos africanos en las raíces del tango. Seductora propuesta del pianista Cáceres y su Tango Negro Trío.
Cubaencuentro, 30 de enero de 2012

miércoles, 18 de abril de 2012

Lydia Cabrera o la felicidad (II y final)


Por Duanel Díaz Infante

Lydia Cabrera es el escritor feliz; la que no escribe: oye y apunta. Desconoce la angustia de la página en blanco. Nada que ver, por ejemplo, con los artificios verbales de un Sarduy, esos magníficos triunfos de la voluntad donde la Forma va arrebatando, milímetro a milímetro, espacio al informe vacío. En ella todo se mueve, por el contrario, en sentido inverso: los negros son "los verdaderos autores".

Muy significativo, a propósito, es el episodio de la nganga Camposanto Medianoche, que aparece en el prólogo de El monte. Resulta que un brujo que, años atrás, se había negado a la petición de la etnógrafa de fotografiar la prenda ("hasta la fecha, santeros y paleros son inflexibles"), un día se apareció en su casa con el caldero en un saco, alegando que "el espíritu que en éste moraba le había manifestado que quería retratarse y que estaba bien que la 'moana mundele' guardase su retrato". Una buena metáfora para la obra toda de Lydia Cabrera, la delicadeza con que se acerca al mundo negro a partir de ese arte de la escucha que de tanta paciencia requiere.

En 1957, Lydia acompaña a Pierre Verger en un viaje a través de Cuba. Para el libro que recoge las fotos realizadas por el etnógrafo francés, publicado en París en 1958, ella escribe una breve introducción, disponible en español, inglés y francés. Allí la geografía física del país ocupa casi todo el espacio, y la reseña histórica culmina, significativamente, con la etapa colonial: "Tras una intervención de dos años, el 20 de mayo de 1902, se inauguró, regida por una constitución propia, la actual república de Cuba".

Cuando uno hojea ese volumen editado casi en las vísperas de la revolución de 1959, viene enseguida a la mente el contraste con The Crime of Cuba, el reportaje de Carleton Beals ilustrado por las fotos de Walker Evans, que denunciaba la penetración norteamericana en la economía y la política de la isla. Si las instantáneas de Evans, tomadas unos meses antes de la revolución del 33, parecen captar algo de la convulsión histórica que estaba en el aire, en las de Verger predomina la belleza calma del paisaje y de la arquitectura; no aparece la "cuestión social" ni la inquietud política; nada se adivina de la tormenta.

Menos aun en la introducción de Lydia Cabrera, donde Cuba se presenta como naturaleza arcádica, donde no hay "ni fieras, ni una sola alimaña de las que creó el diablo, que le impida [al hombre cubano] tenderse a dormir confiado en pleno campo solitario, al amor de las estrellas", pero sí tierras que "además de la mejor caña de azúcar, producen las frutas más dulces y perfumadas del mundo. Bastará con nombrar el mamey de pulpa rosada como el fuego, el anón, la guanábana, los plátanos, nísperos, aguacates y cocos, 'que dan de beber y comer en una misma pieza', la piña, según Oviedo coronada por la naturaleza para reinar sobre todas las demás frutas […]".

Poco después, esa estampa de paradisíaca felicidad sería destrozada por los demonios de la historia. "La Revolución, la Revolución realiza su trabajo de prisa; la Revolución trabaja rápido y avanza rápido", decía Fidel Castro el 31 de diciembre de 1960, y esa prisa hecha programa era, desde luego, lo opuesto al "tenderse a dormir", la tradicional "indolencia cubana" inseparable de cierto imaginario colonial: Viaje a La Habana (1844), de la Condesa de Merlin; "En la hamaca"(1870), de Diego Vicente Tejera; La siesta (1888), de Guillermo Collazo. Lo opuesto, asimismo, al "remanso colonial" de la quinta San José, que al decir de María Zambrano mostraba "en una perfecta continuidad la vida cubana en su más puro estilo, sin desmentirse a través de sus dos centurias".

Ahora la continuidad tendría su desmentido; a la memoria, se oponía el futuro, el tiempo futuro que con voracidad inaudita había que recobrar. Un cataclismo, bien lo sabían los griegos, es justo eso: inundación de futuro que amenaza el hilo de la memoria. Carleton Beals estará, por cierto, entre los que saludan a la revolución (Cuba: transformación del hombre, Casa de las Américas, 1960, incluye un breve testimonio suyo); Lydia Cabrera entre los que experimentan la revolución como una calamidad. Calamidad: lo que nos cae encima.

La "tristeza del destierro" planea como una sombra en sus escritos del exilio, pero el insomnio y la melancolía no acabaron con la felicidad de su escritura. La memoria no es inconsolable sino consuelo y bálsamo en los espléndidos Itinerarios del insomnio, librito donde la arcadia colonial toma forma en la evocación de un entrañable reducto de tradición, a salvo de los cataclismos de la historia y del ruido de los automóviles. De Trinidad de Cuba, dice:

"Adonde siempre me encaminaba el insomnio es a ella, a su tranquilidad inmutable, a su puro silencio lleno de antiguos rumores; y me encuentro en la calle del Lirio, del Rosario, de Jesús María, Real del Jigüe, del Cristo o San Procopio, viendo pasar los burros cargados de maloja o de botijas de leche, las sombras de los vianderos, y a las 'dulceritas' de antaño, a Caridad y a Má Merced que llevan en cajas de límpidos cristales cubiertos con una servilleta impecable de largos flecos en los bordes, almíbar en tazas de bola, merengue, jaleas, dulce de coco, de leche, de naranja y de guayaba en cajitas de papel…"

Diario de Cuba, 14 de febrero de 2012
Foto: Orlando Jiménez Leal

lunes, 16 de abril de 2012

Lydia Cabrera o la felicidad (I)


Por Duanel Díaz Infante

Se ha señalado que en Cuba no hay tradición de escritores de derecha o conservadores, solo alguna que otra excepción como el injustamente olvidado Alberto Lamar Schweyer. Pienso, por mi parte, que en cierto sentido el escritor cubano más propiamente contrarrevolucionario es Lydia Cabrera. Aunque más conocida que Lamar Schweyer, la autora de El Monte está, por cierto, mucho más al margen de cualquier grupo o tradición intelectual cubana que él. Éste procede del "minorismo", al que queda vinculado, aunque sea polémicamente; Lydia Cabrera, en cambio, es ajena a esos debates generacionales, nada tiene que ver las actitudes renovadoras de aquellos años veinte donde surge, al calor de protestas y manifiestos, una cultura cubana de izquierdas. Nada, o poco, con el vanguardismo de la revista de avance, pero tampoco con el catolicismo de Orígenes.

El monte no parece tener modelos ni antecedentes, tampoco descendencia. Más que a los letrados latinoamericanos posteriores a la independencia, desvelados en la constitución del orden republicano, recuerda a cierto tipo de escritura colonial, la de los cronistas, esa escritura híbrida, con sus glosarios de especies americanas y sus relatos intercalados, sus ilustraciones sorprendentes y sus graciosas estampas, anterior al surgimiento de la autoridad propiamente literaria a fines del siglo XIX, que no por gusto es contemporánea de la cristalización de la ciencia etnológica en los primeros trabajos de Ortiz. Acaso la última gran obra del costumbrismo cubano, El monte se publica en los cincuenta, pero da la impresión de que pudo haberse escrito décadas antes.
Si el pasatismo de los origenistas, con su idealización del siglo XIX y su culto a los padres fundadores, es sentimental, se diría que Lydia es ingenua: escribe como fuera del tiempo, como si la historia misma no existiera. Los Cuentos negros remiten al mundo intemporal de la fábula y la leyenda, a la eternidad y universalidad de la naturaleza humana: la envidia, la astucia, la avaricia, la enfermedad y la muerte… Son pocas las referencias históricas en esos relatos; cuando las hay, son a la colonia. No la colonia de los horrores de la plantación, sino una más amable, patriarcal; a la obra de Lydia Cabrera parece subyacer algo de "arcadia colonial", esa idealización de la colonia que compartía con su amiga venezolana Teresa de la Parra, y que puede encontrarse en la siguiente cita:

"En las clases altas, a los esclavos domésticos se les quería como a miembros de la familia. Esto en las de más alta alcurnia. Creo que es harto sabido el lugar que la vieja 'criandera' ocupaba en el hogar, su autoridad sobre los niños de la casa, sin exceptuar al Niño y a la Niña que eran sus amos. Paternalismo, diríamos despectivamente hoy, pero aquel mutuo afecto que los unía hacía honor al siervo y ahora daría envidia a los nuevos esclavos de un moderno implacable régimen esclavista." ("La influencia africana en el pueblo de Cuba")

Desde esa perspectiva conservadora, la independencia misma era un cataclismo; la revolución, entonces, venía a ser una segunda hecatombe, una que venía a destruir lo que quedaba del pasado colonial.

Aunque, según se dice, fue su cuñado Fernando Ortiz quien la llevó por primera vez a las ceremonias ñáñigas, el mundo de Lydia Cabrera es esencialmente distinto al de Ortiz; más cercano, acaso, al del brasileño Gilberto Freyre. En Casa grande y senzala, su reconstrucción nostálgica de la cultura precapitalista del Nordeste brasilero en los tiempos de esplendor del azúcar, Freyre evoca la riqueza del mundo oral de los esclavos domésticos que transmitían cultura a las niñas blancas analfabetas y, particularmente, la figura del ama de leche que mastica la comida antes de dársela al amito de la casa, como mastica el idioma, y lo suaviza todo. En la obra de Lydia es crucial esa figura de la negra criandera, como advirtiera agudamente María Zambrano en su reseña de los Cuentos negros:

"La raza de piel oscura es la nodriza verdadera de la blanca, de todos los blancos en sentido legendario. Lo ha sido de hecho desde la esclavitud y verdadera libertad del liberto de esta Isla de Cuba donde las gentes de más clara estirpe fueron criados por la vieja aya de piel reluciente, cuyos dichos, relatos y canciones mecieron, despertando y adurmiendo a un tiempo, su infancia. Y así la venturosa 'edad de oro' de la vida de cada uno se confunde en la misma lejanía con 'el tiempo aquel' de la fábula, ¡felices los que tuvieron pedagogía fabulosa! Quizá ese vínculo de amor por la vieja aya, por el mundo que rodeó a su infancia de leyendas sea el secreto que a Lydia le ha permitido adentrarse en el mundo de la metamorfosis que a la par es el de la poesía y el de la primera infancia. Memoria, fiel enamorada que ha proseguido su viaje a través de las zonas diversas en que cosas y seres danzan."

Me parece que es justo esta centralidad de la memoria lo que mantiene a Lydia Cabrera fuera de la antinomia de civilización y barbarie, tan medular en la constitución de los estados nacionales en América Latina. En la tradición cubana, ese discurso ilustrado pasa desde Saco ("¿Quién no tiembla al pensar en el enjambre de africanos que nos surca?") a los letrados autonomistas y, ya en la República, a los de Cuba Contemporánea, pero sobre todo se realiza en Ortiz del Hampa afrocubana. Aunque más joven que él, se diría que espiritualmente Lydia es anterior; anterior a la dicotomía entre lombrosianismo y negrismo, la criminalización positivista del negro y su idealización vanguardista, el primer Ortiz y el segundo.

Es sabido que el giro en el pensamiento de Ortiz se enmarca en la crisis general de la Cuba de la década del veinte, cuando se redefine la identidad nacional a partir de una cierta aceptación de la marginada población negra por la élite blanca. En esta coyuntura, Ortiz saluda a comienzos de los treinta la poesía "mulata" (Nicolás Guillén, Eusebia Cosme) como un anuncio de la liberación del "tesoro escondido por la presión infame de la esclavitud": la total asimilación nacional de este rico legado, cuyas más notables expresiones son la música y el baile de los negros, implicaría la superación definitiva de una enajenación que para él sólo puede ser vencida por la atracción erótica amestizadora. El motivo de las nalgas de la negra (que él llama "la metáfora nalgar"), recurrente en la poesía negrista, es leído por Ortiz como la metonimia de un goce que preside el abandono, simbólico y efectivo, de la opresión esclavista.

En el proyecto de nacionalización de lo negro hay, así, una clara consciencia de ese "pecado original" de la nación que fue la esclavitud, y el propósito de exorcizarlo en el espacio integrador, incluso redentor, del afrocubanismo. En mi opinión, poco hay en Lydia Cabrera de esa conciencia histórica de los letrados nacionalistas. En su imagen de Cuba como "un país en que la raza blanca dominante convivió armoniosamente con la negra" ("Las religiones africanas en Cuba") se esfuma la violencia del entrepuente y el barracón, por no hablar de la masacre de 1912, mucho más problemática para los intelectuales republicanos en tanto se produjo ya fuera del orden colonial, es decir, la violencia no recayó sobre súbditos sino sobre ciudadanos.

En El monte, Lydia Cabrera reconoce que la influencia africana sobre la población blanca es "hoy más evidente que en los días de la colonia", pero no emite juicio. "Ha sido mi propósito ofrecer a los especialistas, con toda modestia y la mayor fidelidad, un material que no ha pasado por el filtro peligroso de la interpretación, y de enfrentarlos con los documentos vivos que he tenido la suerte de encontrar."

Aunque su concepción del negro como niño, habitante de ese mundo mágico del que el hombre blanco se habría alejado está en consonancia con el interés por las culturas africanas con el que tuvo contacto durante su larga estancia en París, Lydia Cabrera no es primitivista. Al menos no en el sentido más vanguardista, ese que informa las aventuras radicales de ciertos surrealistas fascinados por el vudú o los cultos mexicanos. Si ese primitivismo, muy influido por las ideas sobre la "decadencia de Occidente" tan en boga en el período de entreguerras, tiende a celebrar lo irracional de la cultura africana como una fuente de vitalidad, a Lydia lo que le fascina del mundo negro es más bien su poesía. Nada que ver con un Artaud persiguiendo en los ancestrales ritos tarahumaras una salida de la cárcel de la subjetividad burguesa. Si semejante primitivismo está ligado a la noción moderna de literatura como "experiencia de los límites", Lydia parece a salvo de ese tipo de conciencia infeliz.

Diario de Cuba, 14 de febrero de 2012
Foto: Mitra Encyclopedia

sábado, 14 de abril de 2012

Antes, los comunistas se vestían bien, igual que la mayoría de los cubanos


Por Tania Quintero

En la crónica La elegancia de La Habana, un lector que firmó como antfreire dejó este comentario: ¿ Y no pudieron encontrar fotos que no fueran de comunistas? Al día siguiente le respondí que me había dado una idea: publicar fotos de miembros del Partido Socialista Popular, que habían salido en este blog. Cumplo la palabra. Pero para no molestar demasiado al señor antfreire sólo pondré dos fotos de miembros del PSP. El resto, de habaneros.

En la imagen que encabeza este post aparecen los senadores comunistas Salvador García Agüero, con espejuelos y traje y oscuro, y Juan Marinello Vidaurreta, con traje blanco. La foto fue realizada durante una sesión en el Capitolio Nacional, en mayo de 1945. A los dos los conocí y siempre se distinguieron por sus buenos modales y su elegancia.


En esa foto, de la misma fecha, Lázaro Peña, secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba, con un traje blanco, conversa con el Ministro de Trabajo, José Suárez Rivas, con un traje oscuro. Después de 1959, cuando los barbudos le decretaron la muerte al traje, cuello y corbata, Lázaro Peña adoptó la guayabera, de mangas largas o cortas.


El hombre hablando ante un micrófono, con un traje que supongo era beige, es Ibrahim Urbano, famoso locutor que fue nombrado director general de Mil Diez, emisora que tenía el Partido Socialista Popular en la calle Reina. Entre los artistas que en la Mil Diez actuaron se encuentran Celia Cruz, Olga Guillot, Elena Burke, Omara Portuondo, César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Benny Moré, Pacho Alonso y Miguelito Valdés. Nótese que el público, compuesto por gente común y corriente, está bien vestido.


El 1 de mayo de 1945, por el Prado desfila un grupo de trabajadores de una clínica, todos adecuadamente vestidos. En una tela reclaman la expulsión de los representantes del dictador español Francisco Franco en la isla. Nótese que el resto de los que desfilaron igualmente van bien vestidos, algunos con sombreros de pajilla y zapatos de dos tonos, muy usados en la época, como el hombre parado en la esquina de la Manzana de Gómez.


Una de las tantas aulas donde gratuitamente daban clases de inglés. Por la ropa, no se puede distinguir entre mujeres amas de casa u oficinistas ni entre hombres empleados públicos o profesionales.


Esta foto, de una reunión en la Escuela Normal de Maestros de La Habana, también ya fue publicada en mi blog. Pero me gusta verla, porque así eran los vestidos que usaban mis maestras en la primaria y la superior, como entonces se le decía al nivel secundario.

En otra ocasión desempolvaré fotos de mi album familiar y las compartiré con los lectores.

Fotos: Tomadas de los archivos de la revista Life.

jueves, 12 de abril de 2012

Escribir en los 70


Por Luis Cino

Nunca hablé con Reinaldo Arenas. Varias veces, lo vi por Marianao, allá por los 70. Como la Garota de Ipanema, la Tétrica Mofeta pasaba camino del mar acompañado de Petula y Troya, las damas de compañía de su regio séquito de locas de carroza.

Recuerdo, alguna vez, haberlo oído, en la playa del Cubanaleco, dar un escándalo por unas patas de rana que le robó un efebo que creía conquistado.

Nosotros no reparábamos mucho en los gays. Su mundo, paralelo al nuestro, era parte del paisaje de la playa. Como los erizos, las rocas y las botellas vacías.

Estábamos demasiado ocupados en exhibir las melenas al compás de la WQAM que sonaba en pesados radios rusos de batería, y en competir por las mejores pepillas para llevárnoslas a nado hacia lo hondo, “adonde nadie nos viera”. Y estar siempre atentos a la llegada de los agentes de la corrección político- ideológica que no renunciaban a inculcarnos los valores del hombre nuevo.

Años después, me enteré que Reinaldo Arenas era un autor premiado. “Celestino antes del alba” había sido recogido de las librerías por los inquisidores. Cuando leí “Antes que anochezca”, su delirante ajuste de cuentas con el castrismo machista-leninista, ya Arenas había muerto en el exilio.

En uno de sus libros, que en Cuba pasan de mano en mano, y hay que leer de prisa porque siempre hay alguien esperando, me sorprendió leer el nombre de Nelson Rodríguez. Siete años antes de que lo mataran, había publicado un libro de relatos titulado “El Regalo”. Fue en 1964, en Ediciones R, que entonces dirigía Virgilio Piñera.

Conocí a Nelson allá por 1970. Era varios años mayor, pero parecía tan adolescente como yo. Era delgado, pequeño de estatura, melenudo y tenía granos en la cara.

Había nacido en Las Villas y participado en la alfabetización. Hablaba inglés y francés y escribía cuentos y poemas. Nunca hablaba de su libro. Su padre era un tipo de confianza del MININT, pero no impidió que en 1965, internaran a Nelson en un campamento agrícola de “rehabilitación para lacras sociales” en Camaguey. Cuando lo conocí, decía estar preparando un libro sobre sus vivencias en las UMAP.

Ambos frecuentábamos la casa del pintor Waldo y su musa, Bárbara Fernández, una de las muchachas más bellas del underground habanero. Allí confluían aspirantes a pintores y escritores -recuerdo a Carlos Victoria- y hasta algún futuro alto personaje de la Nomenclatura -en aquella época, sólo un melenudo hijito de papá que deliraba con las canciones de Janis Joplin.

Para los atentos vigilantes del CDR, todos éramos sospechosos hippies.

A todos nos unía el entusiasmo por escribir y la desesperanza por el medio tan hostil en que lo intentábamos. Pese a nuestra juventud, todos teníamos amargas experiencias que narrar. Lo que escribíamos reflejaba nuestro mundo de prohibiciones y redadas. Era una respuesta a la disciplina paralizante de plazas y campamentos. La rebelión contra “la triste monotonía de las dictaduras”, que decía Borges.

Angustias y esperanzas calamitosas volcadas en libretas escolares se ocultaban entre una improvisada tertulia semi-clandestina y la próxima. Desconfiábamos de los vecinos, los amigos y hasta de la familia. Cualquiera podía delatarnos a la policía política.

Alguno de aquellos manuscritos sirvió de carta de despedida de algún suicida que no soportó el miedo y tanta mierda. 1971 fue un año terrible. Los 10 Millones no fueron. En lugar de las bonanzas prometidas, lo que hubo fue más penurias y represión. Fue el año del Caso Padilla, el parametraje y la ley seca.

En el discurso de clausura del Primer Congreso de Educación y Cultura, el Máximo Líder retiró el derecho -si es que alguna vez lo tuvieron- a “las dos o tres ovejas descarriadas a seguir sembrando el veneno, la insidia y la intriga en la revolución”. Lo dejó “más claro que el agua”.

El futuro de la literatura cubana parecía irremediablemente condenado al realismo socialista de los escribas dóciles.

El grupo no se reunió más. Waldo fue apuñaleado en una parada de ómnibus de El Vedado por un guaposo borracho. Carlos Victoria regresó a Camaguey. Bárbara se quejaba de que la policía la chantajeaba por su relación amorosa con un diplomático extranjero. Cumplió 5 años en la prisión de mujeres Nuevo Amanecer.

Nelson corrió peor destino. Desesperado por escapar del paraíso, con una granada trató de desviar una avioneta de fumigación de Sancti Spíritus a Miami. Un escolta murió en la refriega. Herido, Nelson saltó de la nave durante el aterrizaje. Varias decenas de guardias, armados hasta los dientes, le apuntaban en la pista del aeropuerto de Rancho Boyeros.

A Nelson Rodríguez lo fusilaron una noche de verano en la fortaleza de La Cabaña. Tenía 27 años y soñaba con ser un escritor famoso. El paredón le ahorró el asco de vivir esclavo y el dolor del exilio. Le permitió, al fin, ser libre.

Publicado en Cubanet en 2004 y reproducido en el blog El círculo cínico el 17 de febrero de 2012.

martes, 10 de abril de 2012

No es cuestión de memoria



Por Leonardo Calvo Cárdenas

El pasado mes de febrero, el programa Hurón azul, del canal Cubavisión de la TV cubana, trajo a colación un tema en extremo interesante bajo el título “Músicos olvidados”. El espacio, de frecuencia semanal, dedicado a la información y el análisis de temas culturales es auspiciado por la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y en los últimos tiempos ha tratado de tocar problemas medulares de la creación y la difusión cultural.

En el programa varios especialistas y creadores se refirieron a la responsabilidad de los mecanismos de difusión y las políticas culturales por el desconocimiento y el olvido de que son víctimas tantos grandes artistas del pasado o que decidieron marchar a otras latitudes. El destacado musicólogo Lino Betancourt aseguró que el público no olvida, los que olvidan son los encargados de difundir la música.

Por su parte, Gloria Torre, directora de programas musicales, manifestó su pesar por la poca difusión que reciben muchas glorias musicales del pasado por lo cual son prácticamente desconocidas por las nuevas generaciones, que forman su gusto musical sin contar con la referencia de figuras que han hecho historia en nuestro panorama musical.

En la imagen televisiva o en la voz de los participantes regresaron esa noche a la palestra varias figuras durante mucho tiempo borradas del panorama musical cubano por el solo hecho de haber fijado residencia en otro país y no comulgar con la ideología imperante.

Para los televidentes más jóvenes no significan mucho los rostros de Mirta Medina, Orlando Contreras, Blanca Rosa Gil, Annia Linares o los nombres de Meme Solís, Celia Cruz y La Lupe, por solo citar algunos de los momentáneamente desempolvados aquella noche.

Los disertantes del programa, amén de señalar lo impertinente que han resultado las exclusiones u olvidos inducidos, se abstuvieron de reconocer que la culpa de tal fenómeno la tiene el diseño oficialista de otorgar reconocimiento en base a la fidelidad o alineación política de los creadores y artistas.

Uno de los especialistas participantes señaló como incongruente conceder difusión y reconocimiento a artistas que abandonaron el país antes de la revolución, mientras se le niega a los que emigraron después de 1959. Señaló además como se ha publicado en la Isla mucho de la producción literaria de los creadores de la diáspora al tiempo que se mantiene férrea censura sobre destacadas estrellas de la música cuyas obras y éxitos deben constituir motivo de orgullo para todos los cubanos.

Esto puede explicarse por el hecho de que para las autoridades cubanas la literatura llega solo a un sector élite de la sociedad y la música es una referencia de convocatoria masiva. Basta recordar el hecho de que la prensa especializada solo reporta los galardones alcanzados por artistas residentes en la Isla, sin hacer mención a las nominaciones y premios obtenidos por los artistas de la diáspora, muchas veces en los mismos certámenes como los Granmy

Lamentablemente ni los promotores del programa ni los participantes, se han dignado a cuestionar esos patrones de excluyente invisibilización ante las autoridades correspondientes o en el marco de los debates institucionales.

Al parecer, los especialistas convocados olvidan que de ese extremismo excluyente han sido víctimas también muchos artistas extranjeros. A lo largo medio siglo los mismísimos The Beatles y la música pop-rock anglosajona fueron censurados bajo permanente acusación de diversionismo ideológico. Otros cantantes populares de habla hispana -José Feliciano, Julio Iglesias, Rafael, José Luis Rodríguez “El Puma”- han sido eventual e inexplicablemente prohibidos.

Olvidados y desconocidos por las muchas instituciones culturales oficiales han sido grandes músicos que no han abandonado el país. Varios son los promotores y productores foráneos que han llegado a Cuba a rescatar de la miseria y el desamparo a destacados creadores e intérpretes para colocarlos en los más encumbrados escenarios internacionales.

Los integrantes de Buena Vista Social Club, La Vieja Trova Santiaguera o el malogrado Polo Montañez constituyen ejemplos fehacientes de tal realidad. Otros como Carlos Embale no han corrido con tanta suerte, el dueño de la voz más prominente del son y la rumba del siglo pasado malvivió sus últimos días pidiendo limosna en la populosa calle Obispo ante la perplejidad de los turistas extranjeros que lograban reconocerlo.

Bien harían en preocuparse también los promotores del programa por las persecuciones y ostracismos a que son sometidos los artistas que sin abandonar el país se atreven a no hacer el juego al hegemonismo castrista. Figuras renombradas como los cantautores Pedro Luís Ferrer y Frank Delgado, así como los más genuinos representantes del genero hip hop parecen espectros fantasmales en el panorama musical cubano, sin contar que la incontinencia crítica de un artista del renombre de Pablo Milanés ha hecho que sea tan arrinconado por los mecanismos oficialistas de difusión que muchos compatriotas piensan que el fundador de la Nueva trova abandonó el país.

No considero que los intelectuales cubanos estén dispuestos a echar la batalla por el respeto y reconocimiento merecidos por los colegas que hoy ocupan el lugar en que mañana pueden estar ellos mismos.

No dudo de las buenas intenciones de los promotores del programa de marras, sin embargo no creo a los gobernantes cubanos capaces de renunciar a sus tradicionales condicionamientos de manipulación hegemonista para hacer las reivindicaciones y los desagravios que merecen tantas figuras relevantes de la música olvidadas o satanizadas por la política cultural del castrismo, para que sus triunfos y grandezas sean orgullo de todos los cubanos, vivan donde vivan.

Cubanet, 22 de febrero de 2012
Video: Dónde andabas anoche, guaguancó de Ignacio Piñeiro, interpretado por Carlos Embale, el rumbero mayor.

domingo, 8 de abril de 2012

Whitney Houston: la tragedia de una superestrella


Pasar de oír la inconfundible voz de Whitney Houston en las décadas de 1980 y 1990, a ver su cuerpo adelgazarse y su voz deteriorarse en los últimos diez años fue una experiencia impactante para todos sus fanáticos.

Su serena imagen, que se iluminaba al entonar esa voz majestuosa, se vio trastocada en los últimos años de su carrera y se convirtió en el guión de una historia de suspenso que invadió las portadas de los periódicos sensacionalistas.

Houston nació con unos genes musicales inusuales: era hija de la cantante de gospel Cissy Houston, prima de la diva del pop en la década de 1960 Dionne Warwick y ahijada de la legendaria y reina del soul Aretha Franklin.

Desde que tenía 5 años, Houston estaba entonando canciones de gospel en New Hope Baptist Church, una iglesia cristiana en New Jersey. Pasó su niñez haciendo las segundas voces de artistas como Chaka Khan y Lou Rawls, así como las de su madre.

Pronto fue motivo del interés de Clive Davis, dueño de Arista Records, un bar en Manhattan, y, a los 19 años, ya se podía considerar una artista de reconocimiento. Davis solo dejó que los compositores más prestigiosos hicieran parte del equipo que produjo el primer álbum, Whitney Houston. Cuando fue lanzado, en 1985, se convirtió en el disco más vendido de un artista debutante.

Dio con diferentes éxitos, varios de los cuales ganaron premios Grammy, como Saving All My Love for You, How Will I Know, You Give Good Love, y The Greatest Love of All.

Houston se dio el lujo de ser más exitosa que los Beatles, al tener siete veces consecutivas el sencillo número uno de las lista estadounidenses. En 1987 sacó un nuevo álbum, Whitney, donde se encuentran las célebres canciones Where Do Broken Hearts Go y I Wanna Dance With Somebody.

Para finales de la década de 1980 ya se había convertido en una de las cantantes de soul más exitosas de todos los tiempos: para ese entonces, había vendido 100 millones del discos alrededor del mundo. Su poderosa voz, y sobre todo el hecho de que lo hiciera sin esforzarse, también la llevaron a ser actriz de Hollywood.

En 1992 fue la protagonista de El guardaespaldas, cinta también protagonizada por Kevin Costner que dio con la inimitable I Will Always Love You, un cover de Dolly Parton.

Whitney fue el álbum del año en los premios Grammy y se mantuvo en la cima de las listas durante varias semanas. El papel en la película, sin embargo, tenía cierta relación incómoda con la realidad. Por esa época surgieron rumores de que a Houston se le habían subido los humos: decían que era difícil trabajar con ella y que era cada vez más impuntual.

Houston volvió al cine en 1995 y 1996 con Waiting to Exhale y The Preacher's Wife, dos largometrajes cuyas bandas sonoras también cantó. Pero, para ese entonces, las noticias sobre abuso de drogas -de cocaína, marihuana y pastillas- empezaron a revelarse y la carrera de la artista empezó su decaída.

Su comportamiento se volvió más y más errático. En 1992 se había casado con el cantante de hip-hop Bobby Brown, con quien tuvo una hija, Bobbi Kristina. Pero el tumultuoso matrimonio se volvió un espectáculo público. Se divorciaron en 2007 y a Houston se le concedió la custodia de Bobbi.

La impecable voz de Houston se volvió áspera y ronca. Además, ya no lograba alcanzar esas notas altas por las que se había hecho famosa. Entró a rehabilitación dos veces antes de declararse abstemia en 2010, pero durante el proceso, la diva tuvo que cancelar conciertos y fue detenida en un aeropuerto por portar drogas.

En 2011, en un concierto homenaje a Michael Jackson, estaba tan flaca que se dijo que iba a morir al día siguiente. En una famosa entrevista con Diane Sawyer, en 2002, Houston había dicho que "el peor demonio soy yo; puedo ser o mi mejor amigo o mi peor enemigo".

En 2009 grabó un disco, I Look To You, con el objetivo de volver a la escena y al estrellato, pero su mal momento se evidenció en un concierto que estuvo desafinado tanto en lo musical como en lo personal.

En una conversación con la BBC, el periodista especializado en música Paul Gambaccini describió la voz de Houston como "el manual de canto para todas las artistas durante 30 años. Pero al final se convirtió en la víctima de una decadencia que ella misma administró y que tristemente dejó que todo se viniera al piso".
BBC Mundo, 12 de febrero de 2012
Video: Whitney Houston, entonces con 26 años, interpreta One Moment in Time, de Albert Hammond y John Bettis. Fue en un homenaje a Sammy Davis Jr. en el Shrine Auditorium de Los Angeles, el 13 de noviembre de 1989. El video inicialmente subido a You Tube era defectuoso y EyeLook2U -que supongo es japonés o sudcoreano- lo reconstruyó, mejorando la calidad de la imagen y, sobre todo, el audio.

viernes, 6 de abril de 2012

¿Con qué moral?


Por Odelín Alfonso Torna

“Ahora Alamar se pone malo”, decía una dependiente a su colega de turno, en una cafeterías en los portales, frente al Capitolio. Hablaban sobre dos jóvenes reclusos a quienes el gobierno les conmutó la sentencia, como parte de la amnistía anunciada a finales de diciembre, y están de regreso en su barrio, la zona 10 de Alamar, en el municipio capitalino Habana del Este.

¿Se puede medir el costo social que ocasionará la excarcelación, anunciada por Raúl Castro, de 2 900 reclusos? Probablemente no. Pero, con seguridad en los próximos meses igual o mayor cantidad de jóvenes será procesada por delitos comunes, económicos y políticos, y enviada a la cárcel.

Cuando el gobierno cubano deje de manosear los lineamientos de su partido único y cambie de verdad, habrá que preguntarse si el auge de las conductas antisociales tiene que ver con los 53 años de frustración, desesperanza, falta de oportunidades, eterno “periodo especial” y violencia de Estado e ideologización forzada.

La periodista Talía González, en su segmento que se transmite cada martes, en la segunda edición del Noticiero de la Televisión Cubana, abordó el tema de las indisciplinas sociales, luego de que apareciera una serie de reportajes sobre el tema publicados en la prensa impresa.

Según Talía, “para un país como Cuba, que ha conquistado altos niveles de instrucción y educación, resulta inadmisible permitir que ciertas conductas ocurran entre diferentes grupos y comunidades”.

El material de Talía González se concentró en ciertas indisciplinas sociales recurrentes en la vía pública, el entorno urbano, los teléfonos públicos y otros bienes colectivos.

En 2011, se registraron 206 actos vandálicos contra teléfonos en todo el país, sobre todo en los teléfonos destinados al servicio en moneda nacional. Según un trabajo publicado el 9 de febrero pasado por el periódico Granma, un individuo que reside en Antonio Maceo, en Santiago de Cuba, sustrajo la placa electrónica de 23 teléfonos públicos.

La cultura de la agresividad, la insolencia y la bravuconería afecta igualmente a los deportistas. Según el periodista deportivo Jimmy Castillo, en su comentario del 8 de febrero en el noticiero de la televisión, en lo que va de Serie Nacional de Béisbol (hasta el domingo 5 de febrero), se habían cometido 36 indisciplinas en el terreno de juego, con la consiguiente expulsión temporal de atletas y managers.

Otro reportaje de Maylín Guerrero Ocaña, publicado por Granma el 14 de febrero, mostraba los desperdicios vertidos en ambos lados de la línea central del ferrocarril, violación que pone en peligro el traslado de carga y pasajeros entre oriente y occidente.

Otros temas como las agresiones a los ómnibus metropolitanos, el fraude eléctrico en el sector residencial, el robo de angulares de acero en las torres de alta tensión, y el robo de bancos de los parques y paradas de ómnibus, se han reportado en los medios de difusión. Indudablemente, el vandalismo es un fenómeno que va rápidamente en ascenso en Cuba. Y Talía González pide resolverlo con más represión, porque según ella “son pocas y lentas las acciones de las autoridades para solucionarlo”.

El reparto “Alamar se pone malo”, como dijera la dependiente de la anécdota, y no sólo porque los teléfonos se queden sin auricular o las paradas de ómnibus sin bancos. Eso, quizás sea lo de menos.

La prensa oficial jamás habla de asaltos a mano armada, secuestros de taxistas, tiroteos, ni asesinatos de todo tipo; hechos bastante frecuentes y mucho más serios que el robo de un auricular de teléfono público. Tampoco dice que Habana del Este, Arroyo Naranjo, San Miguel del Padrón, Marianao y La Lisa son los barrios con mayor índice delictivo en cuanto a robos a domicilio, asaltos y peleas callejeras.

Mientras la corrupción y el robo de bienes estatales son publicitados, perseguidos y penalizados por la ley, los hechos delictivos que afectan a particulares no son divulgados, y en muchos casos son simplemente archivados por “falta de pruebas”, sin que la policía –tan ocupada reprimiendo disidentes- haga demasiado esfuerzo por castigar los culpables.

Lo que tampoco dice Talia, ni sus colegas de la prensa oficial, es que al igual que “la educación, la salud y el deporte”, de que tanto alardean los mandamases y sus compinches, el vandalismo, realizado por “el hombre nuevo” creado por el socialismo, es otra de las conquistas de la revolución, que se niega a admitir su “maternidad”.

Y, puestos a pensar, de algún lado nos vino el mal ejemplo: ¿con qué moral puede alguien que hace medio siglo se robó todo un país, alarmarse porque alguien le robe un teléfono público?

Cubanet, 23 de febrero de 2012
Foto: Parque en Alamar. Tomada de Cubanet.

miércoles, 4 de abril de 2012

Un decadente Fidel Castro de escenografía y maquillaje


Por Eduardo Yáñez

Mientras más se acerca la barca de Caronte a Punto Cero a recoger su macabro cargamento, más desesperados los esfuerzos de la gerontocracia cubana por “humanizar” la imagen del vetusto tirano. Ya no es cuestión de presentarlo “invencible”, “visionario” o “genial”, sino como buen padre, buena persona, alguien como cualquier vecino buena gente.

La primera de las andanadas de la etapa actual de maquillaje histórico ha sido la publicación de los dos primeros tomos de unas aparentemente interminables memorias, pues hasta ahora llegan solamente hasta 1958, bajo el título de Guerrillero del tiempo, donde lo más significativo no es lo que pueda decir, sino ver al “guerrillero” en la televisión presentando el libro, hablando incoherencias, confundiendo información, enredándose, balbuceando, todo ante la mirada embelesada de un coro internacional de focas amaestradas, conocidas también como “intelectuales de izquierda”.

Sin embargo, la ofensiva publicitaria no se ha quedado en eso. Entre lo más reciente en esta campaña de desinformación ha circulado en alguna prensa italiana una supuesta declaración de la hija del dictador, Alina Fernández, de que en los últimos tiempos Fidel Castro se ha ido acercando más a Dios, al extremo de que se ha comentado por supuestas “fuentes” del Vaticano que el Papa Benedicto XVI estaría dispuesto a ofrecerle la comunión durante su visita a La Habana. Noticia que, sin dudas, de inmediato desató el alboroto, y que solamente tiene un punto débil: que la propia Alina Fernández ha desmentido tal declaración suya sobre el supuesto acercamiento de su padre a lo divino, señalando claramente que ella nunca dijo eso.

Y entonces, mucho más recientemente aún, y todo esto no puede ser casualidad, el fotógrafo Alex Castro, hijo del tirano, publica un libro con fotos sobre la tragedia del terremoto de Haití, e inmediatamente el Dr. Antonio Castro, vicepresidente de la Comisión Nacional de Béisbol y de la Federación Internacional de Béisbol Amateur, gracias a ser hijo de quien es, acaba de señalar en un programa de la televisión cubana que su venerable padre “inculcó” a sus hijos el amor al deporte.

“Con el poco tiempo que tenía con tantas responsabilidades, siempre nos dedicó a la familia, a mis hermanos y a mí, un tiempo para inculcarnos la validez del deporte, la importancia del deporte”. “Cuando podíamos jugábamos incluso béisbol o el deporte que pudiéramos con él” (…). “Mi padre fue un practicante del deporte siempre (…) y para mí siempre fue un ejemplo a seguir en la práctica del deporte”.

Según la prensa extranjera en La Habana, estas declaraciones llamaron la atención a los televidentes, “toda vez que es inusual en Cuba ver a un hijo de Fidel Castro en la televisión y menos hablando de su padre”. Evidentemente, todo esto no es casualidad.

Puede entenderse el amor de hijo a padre por parte de “Fidelito”, Alex, Antonio, Alejandro, Alexis y Ángel (los únicos reconocidos), independientemente del currículum del progenitor: al fin y al cabo, cada quien tiene el padre que le trajo al mundo y no el que pueda seleccionar por admiración o simpatías.

Pero parece que los hermanos aprovecharon muy poco de lo que les “inculcó” su padre, que aparentemente no pudo o no tuvo tiempo (¿o sería que no quiso?) inculcarles la “validez” y la “importancia” del trabajo voluntario, las microbrigadas, el corte de caña, el trabajo en la agricultura, la escuela en el campo, las guerras internacionalistas, los contingentes obreros, la guardia obrera, la libreta de racionamiento, la vigilancia cederista, las guaguas repletas de “hombres nuevos”, los círculos sociales obreros, las asambleas sindicales, la emulación socialista, los mítines de repudio, los comedores obreros, las marchas del pueblo combatiente, el servicio militar obligatorio, los domingos rojos, la distribución de efectos electrodomésticos, los trabajadores sociales, la batalla de ideas, las jineteras más cultas del mundo, o el deporte sin instalaciones deportivas, recursos, ni alimentación adecuada, y todas esas exquisiteces del paraíso proletario construido por su padre.

Para no ser absoluto, y antes de que la Brigada de Respuesta Rápida Digital comience a decir en sus comentarios lo que corresponda decir esta semana, señalaré que no puede afirmarse absolutamente que el excelso Comandante no les haya inculcado a sus hijos los valores mencionados en el párrafo anterior. ¡No faltaba más!

Pero puede decirse, absolutamente, utilizando la misma sibilina fraseología de las “verificaciones” que lleva a cabo el régimen, que hasta el momento no se ha podido comprobar que los hijos del dictador en algún momento hayan expresado “amor” o “inclinación”, o hayan demostrado en la práctica la “validez” o “importancia” de esas actividades señaladas anteriormente, participando, aunque no en todas, al menos en algunas de ellas, tal y como han tenido que hacer millones y millones de cubanos durante más de medio siglo de dictadura castrista.

Sin embargo, el Comandante debe haberse encargado, si en algún momento sus hijos se enteraron por casualidad —pues nadie se los debe haber dicho—, de hacerles olvidar el hundimiento del remolcador 13 de Marzo, el derribo de las avionetas civiles de Hermanos al Rescate, la Primavera Negra, la inclusión de enfermos mentales y delincuentes comunes en la flotilla de refugiados del Mariel, la injerencia en América Latina y África, el apoyo a narcoterroristas, y el fomento del espionaje, entre los eventos más recientes a “olvidar”, junto con otros más antiguos, como los fusilamientos, las decenas de presos políticos, las confiscaciones arbitrarias, la eliminación de las libertades individuales, el aplastamiento de la sociedad civil, o la “ofensiva revolucionaria”.

Pero bueno, no se le puede pedir tanto al Comandante. Bastante hizo que, “con el poco tiempo que tenía con tantas responsabilidades”, supo inculcarles a sus hijos que los bates eran para golpear pelotas, no disidentes. Que para ese trabajo sucio siempre habría “hombres huevos”, pero nunca “hijos de papá”.

Cubaencuentro, 22 de febrero de 2012
Foto: Fidel Castro, durante un encuentro con intelectuales cubanos y extranjeros, el 11 de febrero de 2012. Tomada de Cubaencuentro.

Leer también: Antes de que muera Fidel.

lunes, 2 de abril de 2012

Cuba: Revival de las máscaras y el chantaje


Por Zoé Valdés

Dedicado a David Lago-González

En la primera edición de este evento recuerdo que María Elena Cruz Varela subrayó que las persecuciones en Cuba no se habían producido exclusivamente en contra de los homosexuales, lo que sabíamos, pero fue bueno recordarlo. Es la razón por la que me voy a referir de manera más amplia a lo que yo llamo “la especificidad” del castrismo, sus “sutilezas”, las modalidades que utiliza para planearlo todo de manera que la represión no sea apreciada como tal de modo evidente. Como también sabemos que tras esas persecuciones, probadas, que culminaron en detenciones, ejecuciones, desapariciones, asesinatos políticos, y sospechosos suicidios o suicidios reales, también comprobados, llegaron períodos de calma, de una extraña calma, en la que nada fue lo que parecía.

Las máscaras volvieron a esconder las verdades y el chantaje marcó y destruyó vidas. Es algo que no ha acabado, es un modo de actuar a la manera estalinista y totalitaria que está hoy en día más vigente que nunca bajo el Raulato.

En su libro Retrato de familia con Fidel, Carlos Franqui calificó a Alfredo Guevara como el cerebro gris de la revolución cubana. En la novela de Guillermo Cabrera Infante, Delito por bailar el chachachá, el Comisario que enfrenta al escritor tratando de seducirlo intelectualmente no es otro que el mismo Alfredo Guevara. En el primer libro se confirma que Alfredo Guevara, quien es totalmente dependiente de Fidel Castro pese a que él mismo se vanagloriaba de haberlo descubierto y salvado para la causa cuando todavía no se sabía si pudiera haber sido “un gánster o José Martí” (cito entrevista suya con Marta Rojas), devino desde muy temprano el protector de un joven e imberbe Raúl, el mismo joven que debió desarrollarse a la sombra aplastante de su hermano mayor y que se convirtió en el estratega de mano dura al que todos observaban no sin cierta compasión.

No pienso que Raúl Castro sea diferente por esa razón, por haber sido mirado con lástima, ni tampoco como cuenta su propia hermana Juanita Castro en su libro: Fidel y Raúl, mis hermanos. La historia secreta, que Raúl Castro sea mejor persona. Pienso que por el contrario, debido a esa inmensa e imbatible presencia, por vivir sojuzgado a ella, es que Raúl Castro, trabajando siempre en un segundo plano, desarrolló mecanismos más perversos y peligrosos, aunque en lo aparente menos dañinos. Pruebas nos sobran en la actualidad, pero muchos no han querido verlas.

Raúl Castro defiende el castrismo, porque es él y toda su descendencia son el castrismo. Raúl Castro no embiste de frente, sabe deslizarse fría y calculadamente, no lo hace en solitario, junto a él tendrá a un aliado, que jamás lo abandonó en las meteduras de pata del pasado ni lo hará hoy, y ese aliado no es otro que Alfredo Guevara, el que yo he llamado “el hombre profundo”, porque es a lo que ha aspirado siempre, de manera cínica y oscura.

Tras aquellas primeras persecuciones que se produjeron en La Habana, y en el resto del país, pero con especial encono en la capital, en los años sesenta y setenta, recordemos a vuelo de pájaro el caso PM, las Palabras a los Intelectuales, la Noche de las Tres P, el caso Marquitos (obra de Alfredo Guevara), el Caso Padilla, la cacería de brujas en la Universidad de La Habana, el Quinquenio Gris, el Consejo Nacional de Cultura con Pavón y compañía, y j’en passe…

Alfredo Guevara y Haydée Santamaría idearon aglutinar a una buena cantidad de artistas, de músicos y poetas, en un movimiento contestatario, de canción protesta, en lo que fue el Movimiento de la Nueva Trova, y lo que provocó que la ira, contestación y enfrentamiento de gran cantidad de jóvenes fueran silenciadas ante la presencia de algunos de los perseguidos que adoptaron una actitud obediente y disciplinada, reviraron su contestación contra Estados Unidos (incluso cuando su arte se inspiraba en poetas y artistas norteamericanos) y fueron enviados a la conquista de América Latina y de Europa con la tarea precisa de buscar adeptos a la causa castrista; algunos de ellos también viajaron a África, y allí sembraron, canción protesta mediante, su semillita.

Muchos años más tarde, a su regreso de Francia, y al ICAIC, de nuevo como presidente, Guevara decidió, siempre seduciendo a los jóvenes con su estilo de “hombre profundo y hereje”, de sobreviviente con alma femenina en medio de extremistas y machista leninistas, que a aquellos tres Grupos de Creación que componían el ICAIC con tres directores al frente de cada uno de ellos: Humberto Solás (el más liberal de todos, homosexual y comunista, esa dualidad le sirvió de mucho), Tomás Gutiérrez Alea (polémico, revolucionario, pero antiguevariano), Manuel Pérez (extremista y oportunista), debería añadirse un cuarto grupo compuesto por los jóvenes “desorientados” que pululaban en La Habana de los ochenta. Y así fue como terminó con el grupo de jóvenes cineastas underground que se había formado alrededor de la Brigada Hermanos Saíz, pero que actuaban de manera independiente, haciendo una obra verdaderamente crítica en contra del régimen. Al asimilarlos al ICAIC, los destruyó, y destruyó su iniciativa inmediatamente después. Los anulaba siempre con una respuesta tajante aunque cordial: “Esos guiones no son lo suficientemente realistas y críticos para que me conmuevan socialmente”.

De esa misma manera desguazó a novelistas y a poetas, trasmitiéndoles su propia frustración, sin duda, aunque con un plan muy bien orquestado por encima de todo: Acabar con el peligro que ellos significaban. Anteriormente había promovido y negociado los viajes de los pintores contestatarios de los años ochenta hacia el exterior, mediante permisos de viaje y autorizaciones del régimen, con destino sobre todo hacia México, donde los esperaba a la mayoría galeristas afines al régimen o galeristas del exilio, como es el caso de Nina Menocal.

En fin que hizo con el primer verdadero movimiento contestatario de la cultura joven lo mismo que había hecho Fidel Castro con él en una época pasada, lo de enviarlos a una traversée du désert, bien lejos del acontecer cultural, aunque los condujera a la amargura, al suicidio y al desespero que él mismo experimentó. Con el tiempo, con eso contaba, serían olvidados y borrados. Y en el extranjero no podrían dar rienda suelta al origen de su ira opositora, ¿a quién le interesaría semejante cosa, sobre todo en México?

Entonces prepararon a escritores y a pintores que a cambio de ese viaje pudieran a su vez utilizar, a través de sus máscaras de artistas en una suerte de exilio de terciopelo, para dar otra imagen de “la benevolencia de la revolución”. Durante un intercambio público, que no fue precisamente aquel que se produjera en el ICAIC en el año ochenta cuando Guevara propició el Encuentro entre escritores, profesores e intelectuales del exilio con los cuidadosamente seleccionados de adentro, a la cabeza de ese encuentro estaba Jesús Díaz, secretario general del PCC del ICAIC por aquella época, y como figuras decorativas Manuel Pereira y Luis Rogelio Nogueras; durante un intercambio público posterior, decía, pero donde también se encontraban intelectuales norteamericanos, franceses, y cubanos del exilio, alguien preguntó a Guevara cómo ellos tenían asegurado el relevo. Y si ese relevo se les parecería. Guevara contestó brillantemente: “No queremos un relevo que se nos parezca en lo absoluto. Ya nosotros hicimos nuestra revolución. Les tocará a ellos hacer la suya propia. Sin que nos borren de la historia podrán hacer su propia historia, pero esa historia tendrá que ser revolucionaria, cubana, martiana y fidelista (O sea, Dentro de la revolución todo, contra la Revolución nada). Esos jóvenes no tienen ni siquiera que ser como nosotros, ni ir detrás de las mismas ambiciones, el mundo habrá cambiado gracias a nosotros y ellos podrán apreciarlo y beneficiarse de esos cambios. Ellos sabrán tentar los límites…”

Así se manifestaba el homosexual explícito ante los homosexuales y tapiñado ante las autoridades del Partido, el que aupó el proyecto de Fresa y Chocolate creyendo gustoso que había encontrado un contrincante frente a Reinaldo Arenas, del que decía que era un buen escritor, pero con mucho odio dentro, el mismo que apoyó las UMAP, que puso su fidelismo y su estalinismo por encima de su condición sexual… Parole, parole, como diría la canción.

Las barras de esos límites se han movido siempre a su favor. Y mientras la represión, el horror, se ejercía continuamente contra los opositores y el pueblo, a los intelectuales también se les oprimía, se les chantajeaba, desde otra perspectiva, con otros instrumentos de tortura que a veces de sólo enseñarlos el sujeto se desplomaba. Se les chantajeaba proponiéndoles viajes, o aterrorizándole a la familia, quitándole o entregándole prebendas: viviendas, entregando automóviles, prometiéndoles exposiciones en galerías de arte, publicaciones en editoriales prestigiosas…

El castrismo ha sabido mutar hábilmente, reciclarse, reinventarse. Con el tiempo, la Federación de Mujeres Cubanas, organización de masas del castrismo, represora hasta lo inimaginable (un recuento de sus víctimas está pendiente), bajo el mando de Vilma Espín, y con ella todavía en vida, devino una ONG, beneficiándose incluso de donaciones importantes desde el extranjero. Lo mismo hizo Mariela Castro con la CENESEX, institución que es considerado una ONG fuera de Cuba. Esas ONG’s con máscaras hacia el exterior, tienen como primera tarea controlar, reprimir, a las mujeres antes y en el presente a los homosexuales. Si se es un homosexual anticastrista de inmediato será usted visto como un enemigo del sistema, y será perseguido y reprimido, encarcelado, aplastado. Las persecuciones de homosexuales no se han acabado en Cuba, sólo ha variado el estilo, el formulario ya no es el mismo, han asumido otro rostro. La opresión ha mutado una vez más de máscara, y prima el chantaje.

Lo mismo que Raúl Castro supo convertir a los militares de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en hábiles empresarios de corporaciones mixtas, vigilándose a tiempo completo entre ellos mismos, del mismo modo ha sabido crear un “bastión” (para usar una palabra de ellos) de soldados que dentro de la cultura han sido autorizados a independizarse en un círculo muchísimo más vasto. Pueden viajar, están autorizados incluso a vivir en el exterior, tiene un discurso medianamente crítico, aunque la culpa de todo la tiene el totí del embargo, y ahora hasta invitan a que la obra de los escritores del exilio, nuevamente seleccionado por ellos, sea editada en Cuba, bajo sus condiciones. ¿Habíamos vivido esto antes? Sí, claro, pero lo habíamos olvidado. Lo vivimos cuando aquel encuentro entre intelectuales en el ochenta, y que les acabo de citar. Año ochenta, el año de Mariel.

El intercambio cultural que se está produciendo con los Estados Unidos con el apoyo de Obama lo vivimos cuando se organizaron esos intercambios en Italia y en Brasil, a mediados de los ochenta y a inicios de los noventa, todos preparados por Alfredo Guevara. Esos escritores que hoy vemos copar espacios en editoriales y medios de prensa fuera de Cuba, que han recibido apoyos increíbles para armar ellos mismos periódicos y revistas, no tienen otra tarea que preservar el castrismo en su actual modelo, el del raulato, y destruir cualquier impedimento, cualquier estorbo. Esos estorbos somos nosotros. Y a muchos nos han destruido. ¿Se olvidan los nombres? Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, y a tantos otros artistas y escritores a los que han querido acallar, algunas veces lográndolo con la colaboración de sus agentes de influencia en el exterior.

Raúl Castro, nacido un 3 de junio, siempre citamos la fecha de nacimiento y el signo de Fidel Castro obviando que Raúl es Géminis, de ahí esas dos caras: la de supuesto reformista y demócrata y la de un sanguinario conspirador vinculado a la KGB; además ha conseguido que escritores a los que nadie hubiera publicado, ni siquiera en Cuba, que fueron y siguen siendo agentes del castrismo, se conviertan en agentes de influencia cultural y política bajo la mascarada de disidentes o contestatarios, lo que no son para nada. Mucho antes, su hermano había contado con el apoyo de Gabriel García Márquez para lograr similar objetivo, entre algunos de otros nombres importantes; pero en aquella época era mucho más difícil que un escritor oficialista modelado por Castro I se deshiciera de su langue de bois.

En la actualidad el panorama ha variado, hasta la apariencia física de los agentes secretos ya no es la misma, porque ahora más que nunca los intelectuales también trabajan como agentes secretos. Raúl Castro incluso ha sabido crear una oposición que firma cartas cuyo contenido está destinado a la preservación del modelo del raulismo light, y que de paso condena el embargo estadounidense. ¿Qué clase de oposición es ésa? Se preguntan los pocos lúcidos de este planeta, por cierto, algunos de ellos se han jugado la vida en guerras, y sus familias fueron exterminadas en África por las guerras químicas que experimentaron los soldados castristas en aldeas de ese continente. Raúl Castro ha sabido embelesar a todos, y no solo a los cubanos, con unas medidas aperturistas que no despegan nunca de manera radical y real.

Muchos de esos engañados estarían dispuestos a darle una oportunidad a los Castro, sobre todo a Raúl, el “gran demócrata”. Pero señores, abramos los ojos, como diría David Lago-González en su extraordinario e inolvidable texto: ¿Qué más nos tiene que pasar para que nos crean? Pero sobre todo, ¿qué más nos tiene que pasar para creérnoslo nosotros mismos, para que entendamos lo que nos ha pasado, lo que nos sigue pasando, y que se repite una y otra vez? ¿A cuántos Boitel, Zapata Tamayo, Villar Mendoza nos tienen que matar mientras otros juegan a hacernos fintas patéticas enmascarados con la dignidad empleada por esos mismos muertos? ¿Hasta cuándo vamos a aceptar las máscaras y el chantaje, en nombre de qué y de quiénes?

La vida es una, una sola, y no es justo ni mucho menos humano vivirla sin libertad. Pero lo que resulta ya insoportable es que mientras la vida se apaga y se acaba, y nuestros hijos crecen en el exilio, sigan riéndose, mofándose de nosotros, bajos sus asquerosas máscaras y usando el chantaje que los define como los seres más bajos e inmundos que pueblan este mundo. Muchas gracias.

Nota. Palabras pronunciadas por la escritora cubana Zoé Valdés en la jornada sobre derechos humanos, sociedad civil y homosexualidad en Cuba, celebrada los días 23 y 24 de febrero de 2012 en Casa América, Madrid (http://zoevaldes.net/2012/02/23/a-debate-la-realidad-cubana-por-julio-cesar-galvez/).

Foto: Máscaras. Acrílico sobre tela del pintor griego Kyriakos Klimatsakis (Atenas, 1985).