Cuando el 25 de marzo de 2007 Magia creó este blog, lo hizo para que en él fuera publicando algunos de los cientos de textos míos -y de mi hijo- diseminados por internet. Pero cuando supe que estaba próxima la liberación de Antúnez, hice una excepción. Ahora hago otra: el Premio Ortega y Gasset que acaba de recibir Raúl Rivero el 25 de abril en Madrid lo menos que merece, por parte de Iván y mía, es que reproduzcamos un texto suyo. He escogido uno de 1997, cuando una inmensa mayoría de cubanos estábamos comiendo muchas de las “creaciones” más abajo enumeradas. Escoger entre tantas cuartillas de periodismo-literario no fue fácil. Estaba a punto de hacer una rifa y pasar en limpio el que saliera, cuando decidí escoger aquél donde más me reí. Y fue éste.
NATURALEZA MUERTA CON MENÚ
Por Raúl Rivero
Algún día sabremos el origen y la composición exacta de muchos de los alimentos que se consumieron en Cuba durante el período especial. Estoy seguro. Lo sabremos.
Una comisión de expertos y politólogos se encargará del asunto. Iluminará esa zona oscura de la vida de 11 millones de personas obligadas a comer sustancias preparadas por técnicos del Ministerio del Comercio Inerior, asesorados por intransigentes cuadros del Partido Comunista. Sabremos por fin qué es el fricandel, qué quiere decir picadillo texturizado, extensión cárnica, perro de pollo y producto sazonador, entre otras cosas.
Esa misma comisión descifrará para las nuevas generaciones de habitantes de la isla un texto como éste que transcribo y que tomé de un diario habanero en el verano de 1997: “Se informa que por falta de disponibilidad de plátanos a las unidades que no han recibido la libra correspondiente al mes de marzo, se les asignará papa por éste, con igual per cápita. Una libra por consumidor”.
Esa dieta forzada, esa uniformidad, la persecución implacable para el sacrificio clandestino de reses, y para lo que se llama aquí pesca furtiva, convocó a las amas de casas a inventos, adaptaciones y compuestos que desafían el equilibrio mental de cualquier ser humano.
Así surgió el picadillo de cáscaras de plátanos, una receta que indica que si usted muele esa corteza verde y pegajosa como si fuera carne, y la sazona con ajo, limón, tomate y cebolla, la puede servir a la mesa como un aceptable plato fuerte.
Otra fórmula que se hizo popular en los 90 es el bistec empanizado de hollejo de toronja. Es decir, el hollejo puesto a hervir para que pierda todo su amargor (no su amargura). Se empaniza y se fríe con un mínimo de grasa y toda la imaginación posible (algunos chefs muy refinados recomiendan que se sirva con unas rodajas de limón y unas papas doradas).
Estos platos los desgusté en las casas de algunos amigos y amigas que los servían con amor, ingenuidad y asombro, porque mezclado con arroz y frijoles, el menú natural en las casas de Cuba, y aderezados con una conversación agradable y despreocupada, podían recordar lejanamente el picadillo y el bistec legítimos confinados todavía a los manteles de los dirigentes y a las cartas frondosas de los extranjeros.
Surgieron entre el 92 y el 94, dos años especialmente duros dentro del período especial, muchas historias siniestras que tienen que ver con la necesidad y la creatividad de los hombres y mujeres de esta tierra. Se habla de unos tipos que vendían pizzas en Centro Habana y en vez de queso blanco a la masa de pan le ponían condones derretidos con mucha sal y un colorete de tomate.
Se cuenta de otros restaurantes clandestinos donde vendían trozos de tela reblandecidos a fuego lento y con mucha cebolla. Éstas y las historias de centenares de gatos desaparecidos al tiempo que aparecían de repente sabrosos fricasés de conejo en muchos sitios de La Habana, pasan ya a la categoría de leyendas populares.
En materia de errores, hubo aportes antológicos en calidades y marcas. El gobierno exportaba un ron de primera y en los bares del país se vendía -se vende- un ron que el mismo Estado le ha dado la categoría C. Entonces surgieron los expertos callejeros y pusieron en el mercado negro, a precios razonables (entre 5 y 10 pesos cubanos), una tanda de marcas que en sus mismos nombres denunciaban la procedencia: azuquín, alcolifán, hueso de tigre, sal’patrás, bájate-el-blume, espérame en el sueño, y otras con aportes regionales.
El primer antídoto contra el hambre del período especial que el gobierno popularizó y diseminó por Cuba fue una hamburguesa elaborada con carne de cerdo y soya. Por la forma del pan y de la masa, así como por el leve pase de catsup que se le unta, algunos empezaron en broma, desde luego, a llamarla McDonald. Poco después se les denominó McCastro.
Y así, están languideciendo ahora, marginadas por la entrada en el mercado de otras hamburguesas de más calidad, que se venden en dólares en establecimientos que el Estado bautizó como Rápidos. Lo cierto es que las hamburguesas Zas (el mismo burócrata obcecado por la velocidad puso los nombres) que se siguen vendiendo a 4 pesos cubanos (1.25 dólares cuestan las del Rápido), resolvieron a muchos el almuerzo y la comida durante meses.
Otro producto que el gobierno lanzó fue un helado de frutas con equipos de tecnología argentina. Eran insípidos y había que mirar fijamente la foto de una naranja para comprender qué era lo que se estaba comiendo. Eso sí, los helados por lo menos estaban fríos. Los equipos argentinos que después el Estado desechó y almacenó, se los vendieron a mediados de 1996 a particulares, nadie sabe por qué.
En manos privadas, las mismas máquinas producían unos helados de primera y enseguida se hicieron populares en la población. Los pequeños propietarios de esas máquinas vendían sus helados a 3 pesos cubanos. En enero del 97, una brigada de inspectors acompañados por la policía, comenzó a recoger los equipos y a confiscarlos. Éste es un caso típico de lo que el economista Orlando Bordón, aludiendo a un refrán español llama al Estado el hortelano: ni vende ni deja vender.
En un momento de crisis total después del llamado Maleconazo del 5 de agosto de 1994, se permitió a la iniciativa privada un pequeño espacio. Y ello, en definitiva, contribuyó a suavizar la situación. Pero en 1997, la ofensiva contra los cuentapropistas es abierta y a fondo. El Ministerio de Comercio Interior se propone establecer un restaurante de la familia por cada municipio y vender comida elaborada y semielaborada. Se trata de competir con los chinchales privados que ahora sobreviven, también bajo el agobio de inspectores, policías y picadores.
La ministra Bárbara Castillo, siempre en la prensa con un pulso y un arete de más, anunció en marzo de 1997 ese plan mágico para resolver lo que según ella es “una de las cuestiones más presionantes para la población: los alimentos”. También junto al plan definitivo número 543 de la temporada, anunció que la carne seguirá extendiéndose. “Una parte importante de los productos cárnicos que adquirimos -dijo- se usan para extenderlos, lo cual es premisa inviolable”. Extendidos es, según la señora Castillo, “incorporarles otros elementos como vegetales, arroz, frijoles y condimentos. No se trata de mezclar por mezclar”.
Vamos entonces a esperar las nuevas combinaciones de los magos del comercio interior y las respuestas de un público que conoce los trucos y están desesperados porque se acabe la función. O por lo menos, que cambien los artistas.
(Publicado en
www.cubafreepress.org el 18 .9.97)
Una comisión de expertos y politólogos se encargará del asunto. Iluminará esa zona oscura de la vida de 11 millones de personas obligadas a comer sustancias preparadas por técnicos del Ministerio del Comercio Inerior, asesorados por intransigentes cuadros del Partido Comunista. Sabremos por fin qué es el fricandel, qué quiere decir picadillo texturizado, extensión cárnica, perro de pollo y producto sazonador, entre otras cosas.
Esa misma comisión descifrará para las nuevas generaciones de habitantes de la isla un texto como éste que transcribo y que tomé de un diario habanero en el verano de 1997: “Se informa que por falta de disponibilidad de plátanos a las unidades que no han recibido la libra correspondiente al mes de marzo, se les asignará papa por éste, con igual per cápita. Una libra por consumidor”.
Esa dieta forzada, esa uniformidad, la persecución implacable para el sacrificio clandestino de reses, y para lo que se llama aquí pesca furtiva, convocó a las amas de casas a inventos, adaptaciones y compuestos que desafían el equilibrio mental de cualquier ser humano.
Así surgió el picadillo de cáscaras de plátanos, una receta que indica que si usted muele esa corteza verde y pegajosa como si fuera carne, y la sazona con ajo, limón, tomate y cebolla, la puede servir a la mesa como un aceptable plato fuerte.
Otra fórmula que se hizo popular en los 90 es el bistec empanizado de hollejo de toronja. Es decir, el hollejo puesto a hervir para que pierda todo su amargor (no su amargura). Se empaniza y se fríe con un mínimo de grasa y toda la imaginación posible (algunos chefs muy refinados recomiendan que se sirva con unas rodajas de limón y unas papas doradas).
Estos platos los desgusté en las casas de algunos amigos y amigas que los servían con amor, ingenuidad y asombro, porque mezclado con arroz y frijoles, el menú natural en las casas de Cuba, y aderezados con una conversación agradable y despreocupada, podían recordar lejanamente el picadillo y el bistec legítimos confinados todavía a los manteles de los dirigentes y a las cartas frondosas de los extranjeros.
Surgieron entre el 92 y el 94, dos años especialmente duros dentro del período especial, muchas historias siniestras que tienen que ver con la necesidad y la creatividad de los hombres y mujeres de esta tierra. Se habla de unos tipos que vendían pizzas en Centro Habana y en vez de queso blanco a la masa de pan le ponían condones derretidos con mucha sal y un colorete de tomate.
Se cuenta de otros restaurantes clandestinos donde vendían trozos de tela reblandecidos a fuego lento y con mucha cebolla. Éstas y las historias de centenares de gatos desaparecidos al tiempo que aparecían de repente sabrosos fricasés de conejo en muchos sitios de La Habana, pasan ya a la categoría de leyendas populares.
En materia de errores, hubo aportes antológicos en calidades y marcas. El gobierno exportaba un ron de primera y en los bares del país se vendía -se vende- un ron que el mismo Estado le ha dado la categoría C. Entonces surgieron los expertos callejeros y pusieron en el mercado negro, a precios razonables (entre 5 y 10 pesos cubanos), una tanda de marcas que en sus mismos nombres denunciaban la procedencia: azuquín, alcolifán, hueso de tigre, sal’patrás, bájate-el-blume, espérame en el sueño, y otras con aportes regionales.
El primer antídoto contra el hambre del período especial que el gobierno popularizó y diseminó por Cuba fue una hamburguesa elaborada con carne de cerdo y soya. Por la forma del pan y de la masa, así como por el leve pase de catsup que se le unta, algunos empezaron en broma, desde luego, a llamarla McDonald. Poco después se les denominó McCastro.
Y así, están languideciendo ahora, marginadas por la entrada en el mercado de otras hamburguesas de más calidad, que se venden en dólares en establecimientos que el Estado bautizó como Rápidos. Lo cierto es que las hamburguesas Zas (el mismo burócrata obcecado por la velocidad puso los nombres) que se siguen vendiendo a 4 pesos cubanos (1.25 dólares cuestan las del Rápido), resolvieron a muchos el almuerzo y la comida durante meses.
Otro producto que el gobierno lanzó fue un helado de frutas con equipos de tecnología argentina. Eran insípidos y había que mirar fijamente la foto de una naranja para comprender qué era lo que se estaba comiendo. Eso sí, los helados por lo menos estaban fríos. Los equipos argentinos que después el Estado desechó y almacenó, se los vendieron a mediados de 1996 a particulares, nadie sabe por qué.
En manos privadas, las mismas máquinas producían unos helados de primera y enseguida se hicieron populares en la población. Los pequeños propietarios de esas máquinas vendían sus helados a 3 pesos cubanos. En enero del 97, una brigada de inspectors acompañados por la policía, comenzó a recoger los equipos y a confiscarlos. Éste es un caso típico de lo que el economista Orlando Bordón, aludiendo a un refrán español llama al Estado el hortelano: ni vende ni deja vender.
En un momento de crisis total después del llamado Maleconazo del 5 de agosto de 1994, se permitió a la iniciativa privada un pequeño espacio. Y ello, en definitiva, contribuyó a suavizar la situación. Pero en 1997, la ofensiva contra los cuentapropistas es abierta y a fondo. El Ministerio de Comercio Interior se propone establecer un restaurante de la familia por cada municipio y vender comida elaborada y semielaborada. Se trata de competir con los chinchales privados que ahora sobreviven, también bajo el agobio de inspectores, policías y picadores.
La ministra Bárbara Castillo, siempre en la prensa con un pulso y un arete de más, anunció en marzo de 1997 ese plan mágico para resolver lo que según ella es “una de las cuestiones más presionantes para la población: los alimentos”. También junto al plan definitivo número 543 de la temporada, anunció que la carne seguirá extendiéndose. “Una parte importante de los productos cárnicos que adquirimos -dijo- se usan para extenderlos, lo cual es premisa inviolable”. Extendidos es, según la señora Castillo, “incorporarles otros elementos como vegetales, arroz, frijoles y condimentos. No se trata de mezclar por mezclar”.
Vamos entonces a esperar las nuevas combinaciones de los magos del comercio interior y las respuestas de un público que conoce los trucos y están desesperados porque se acabe la función. O por lo menos, que cambien los artistas.
(Publicado en
A la par que reflexionaba sobre el triste destino de los cubanos, me cogió de sorpresa el artículo en algunos párrafos y todavía tengo la risa rondando.
ResponderEliminarMucha ingeniosidad, me gusta leer a Raul Rivero, gracias por el placer de hacerlo nuevamente.
Raúl Rivero debía ir pensando hacer un blog para ir colocando sus trabajos diseminados por internet, libros y periódicos. Blanca, su esposa, ya tiene uno, a nombre de las Damas de Blanco, en www.cubaencuentro.com
ResponderEliminarNaturaleza muerta con menú lo escogí no sólo por lo mucho que me reí, sino porque fue escrito en uno de los momentos duros, entre los muchos duros que tuvimos los que un día de 1995 decidimos envolver nuestros miedos en páginas del Granma y tirarlos al latón de basura y en torno a él unirnos para fundar Cuba Press.
Ojalá que entre sus muchos proyectos, Raúl tenga el de recoger en un libro el aporte que aquella treintena de cubanos de a pie hicimos a un periodismo que llevaba años en el corredor de la muerte, condenado por una revolución que muy pronto y bien abajo, de un solo tajo, decidió extirpar de Cuba la libertad de prensa.
Hola Tania, gracias por referir hoy el articulo que puse en mi otro blog, el de Elgentleman. Son informaciones que nos actualizan del acontecer cubano desde la optica del gobierno y nos dan "tamaño de bola" en cuanto a posibles escenarios futuros.
ResponderEliminarTania, esa idea de un blog de Rivero es fenomenal, soberbia, voy a confesar algo aquí, a raíz de la "cama" que le hicieron a Pablo Alfonso y otros en el Nuevo Herlad, me prometí no leer más el diario online, de hecho dejé de particpar en los blogs de Rui Ferreira y de Armengol. Pero es que donde único podía leer a Rivero era en el Nuevo Herald, aparte de que me pareció y siento que estaba siendo impulsivo, por lo que opté por una opción conciliatoria, salve el acceso directo de la sección en Cuba y la reviso cada 2 o 3 días para ver y leer algo de Raul Rivero. Quiero en mi blog hablar sobre los premios y la liberación de Antunez, pero a veces dejo reposar un poco las cosas para hacerlas mejor. Es una pena que no se premie en la cantidad que merecen, no ya a los periodistas, sino a los que se oponen por tantos años a la dictadura de forma pacífica. Cuando se habló de un Nobel para Oswaldo, nos quedamos con las ganas, también Beatriz Roque, Roca, y tantos y tantos otros que iniciaron o continuaron la resistencia cubana, no han recibido el apoyo merecido, que también es reconocimiento a través de esos premios.
ResponderEliminarAh, casi lo olvido, de ser posible que sea un blog el de Rivero, cuando es una págino web, no hay forma de verla aquí, es una sugerencia; no he podido ver cubapordentro ni una sola vez, le tiene interferencia. Realmente Pablo Alfonso, es como lanzador de pelota de los buenos, la pone por el centro y cuando el dictador se da cuenta, ya pasó la bola, ja, mira que le jode; el fue el causante del revolico contra Pablo, no me cabe la menor duda, la cogió a lo personal el anciano, fíjate si es así, que de las pocas referencias específicas en los verborreicos y autoditirámbicos discursos, se refirió a Pablo Alfonso; siempre fue muy cuidadoso en eso de ignorar a los que le cantaban las verdades y no están al alcance de su mano.
Karamchand, Gentleman, gracias por sus comentarios.
ResponderEliminarAyer esa nota sobre Raúl Rivero la dejé porque al releer la introducción que le hice a su trabajo, me di cuenta que debí haberlo dicho.
Es una idea que se me ocurrió y lancé al vuelo, no sé si él haya pensando en crear un blog o una web. Todavía Raúl no debe saber que colgué un trabajo suyo en mi blog, porque me lo hubiera dicho (en Madrid están disfrutando de un "puente largo": desde el viernes 27 de abril hasta el miércoles 2 de mayo). Si les interesa, cuando Raúl me mande su columna semanal en El Mundo, se las reenvío.
Con relación a Pablo Alfonso: sí, es una lástima que no esté en el Herald, porque creo que en el Diario de las Américas, donde ahora escribe, se lee menos.
No sabía que tenía un blog (tengo muchos blogs cubanos por localizar, revisar y algunos por recomendar en mi blog, como el tuyo, Karamchand y Cuaderno de Cuba, el otro de Armengol). Gracias de nuevo y abrazos para los dos.
Hola soy periodista del Diario Oficial El Peruano, de Lima (Perú); deseo contactar al poeta cubano, Raúl Rivero. Habrá forma de hacerlo.
ResponderEliminarMil gracias por su atención.
Marcelino Aparicio
960459135
marcelinoaparicio@gmail.com